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Redacción 1
Miércoles, 06 de Septiembre de 2023

Contra el Perroflautismo

Humillados y ofendidos

por Balsa Cirrito

[Img #201661]Creo que todos estamos de acuerdo que vivimos en una sociedad de ofendidos, de ofendiditos, de indignados profesionales. Se suele atribuir esta piel tan fina del populus mundi a las redes sociales, lo cual creo que no es ni mucho menos la razón principal de que haya tanta gente con tan poquísima correa. Las redes sociales, en todo caso, lo que demuestran es que el número de insensatos, de imbéciles, de ignorantes, de zumbados y de hijos de la gran puta, es muy superior al que nunca hubiéramos podido imaginar (lamentablemente, me temo que todos pertenecemos a alguna de esas categorías) (espero que yo figure tan solo en el cuadro de los insensatos).
    

En mi opinión, lo de hilar tan fino a la hora de mosquearse por todo tiene un origen demográfico. Me explico. En la actualidad, y desde hace ya bastantes años, las familias suelen tener uno o dos hijos. Ir más allá es una rareza (y un suicidio económico). En mi caso, y en el de la mayoría de los nacidos antes de 1980, la familia era un conglomerado - a veces confuso - de un cierto número de hermanos que no tenían más remedio que llegar a múltiples acuerdos. Cuando hay cuatro o más fratelli, es mucho más difícil sentirse la estrella de la casa. Muy frecuentemente había que compartir habitación, ya que una familia de padre, madre y cuatro retoños hubiera necesitado una vivienda de cinco dormitorios para que cada cual pudiera disponer de cuarto propio, más si, como entonces era habitual, la casa tenía salón de visitas y salita de estar. (Y, este es un dato absolutamente definitivo, porque dormir con un hermano te convierte, inevitablemente, en menos tiquismiquis y en una persona más tolerante). Si había cuatro niños y por casualidad solo quedaban tres yogures, uno se había de quedar sin él, o, esta solía ser la solución, el mayor lo compartía con el más pequeño. Se heredaba a menudo la ropa. Solo había un equipo de música (si lo había, que podía ser un radiocasette) y no teníamos más remedio que escuchar la música que no queríamos escuchar, ya que los auriculares entonces eran una extravagancia de las películas. ¿Bicicleta? Pues dos en el mejor de los casos, una de chicos y otra de chicas, e iban pasando de mayores a menores… En fin, no pretendo ponerme demasiado abuelo cebolleta, porque creo que se entiende lo que quiero decir: todos teníamos que tragar mucho.
    

Este régimen de vida, como todo, tenía sus ventajas y sus inconvenientes, pero lo que es seguro es que educaba a personas menos susceptibles y que se creían menos especiales. Frente a aquello, tenemos ahora una sociedad de hijos únicos o de parejitas. Inevitablemente, los niños actuales, que luego son los adultos actuales, se sienten superstars. Son los campeones del mundo o, como mucho, los subcampeones. Y, desde luego, no están acostumbrados a ser pasto de la burla de unos hermanos aviesos, ni están habituados a la indiferencia de unos padres con demasiada descendencia. El resultado es que cualquier cosa les cabrea, y la menor ofensa les parece intolerable. Trasladado esto a la sociedad se plasma en un mundo donde, como hubiera dicho Calderón de la Barca, la moral es de cristal, y se quiebra con solo mirarla. No sé si esto es bueno o malo, pero lo que sí es seguro es que esta postura nos obliga a que en nuestras relaciones llevemos siempre una cinta métrica para saber qué se puede hacer y qué no, porque no existe, cabalmente, ningún juicio que no resulte potencialmente ofensivo.
    

Hace muchos años, antes de la llegada de internet o de los teléfonos inteligentes, Isaac Asimov publicó una novela donde los habitantes de cierto planeta se habían convertido en hermafroditas y se fecundaban ellos mismos, y donde las relaciones entre las personas habían quedado reducidas al mínimo casi absoluto, utilizándose exclusivamente las pantallas cuando por algún motivo grave era preciso comunicarse. Puede que vayamos directos a ese mundo. Y entonces nadie se ofenderá, porque nadie tratará con nadie. No sé, aunque lo que es a mí no merece muy divertido.
    

Un mundo de ofendidos sin ofensa.

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  • RebeldeRota.

    RebeldeRota. | Miércoles, 06 de Septiembre de 2023 a las 17:31:34 horas

    El Sr Balsa tiene toda la razón , pero también es un tema de educación y de darles a estos niños y jóvenes una ética que la gran mayoría no tiene.
    Para mayor ejemplo en el último MasterChef salía un Tik Toker de 18 años que además de inculto , no sabía convivir con los demás, creyéndose encima que era especial y todo por la mala educación de ser un consentido de sus padres . Esto viene desde que el Régimen del 78 ha ido cambiando nuestra forma de ser e irá a peor porque los políticos que tenemos les gusta que esto siga así , más borregos caprichosos .

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