El artículo de esta semana lo he sustituido por un pequeño relato que escribí hace unos meses. Es el que sigue:

“Las chicas consultaron el reloj. Era casi la hora. Habían acordado comenzar la protesta al medio día. Asha, Elaheh, Jaleh, Jina, Kamaria e Istar se encargaron de organizarlo todo. Habían contactado con los chicos residentes en el Campus de Kargar norte, y con el resto de estudiantes del Campus central de Pardís.

La policía, alertada, esperaba la concentración. El Poder siempre está enterado de todo de antemano. Las órdenes eran disolver a los manifestantes empleando los métodos represivos con contundencia.

No lo vio venir. Jina Mahsa Amini cayó desplomada tras el impacto que uno de los “agentes de la Moral” le propinó en la cabeza. Se oyeron gritos de auxilio. La propia policía se encargo de retirar su exangüe cuerpo que yacía en la plaza. La trasladaron a un hospital.

Un velo blanquecino nubló sus ojos. Al poco, la nívea claridad se oscureció sucumbiendo en el profundo pozo en el que no se vislumbra el fondo, dónde no llega la luz. Sólo pudo retener, antes de penetrar en aquella definitiva oscuridad, la imagen de su desafío desprendiéndose de su hiyab frente a la policía.

Las horas se hicieron eternas. Las aulas, vacías. El llanto, enmudecido. La rabia, contenida.

Mahsa Amini no regresó de su letargo.

No se pudo contener el clamor. El estruendo se apoderó de las calles. Audaces, las iraníes comenzaron a cortarse el pelo, lanzar sus hiyabs al aire y a cantar consignas contra el gobierno.

Entonces, Occidente dirigió la mirada hacia ellas”.

PD: En Afganistán la situación de las mujeres aún es peor. La hemos abandonado a su suerte. Allí, las cometas han desaparecido en el cielo. El Mundo no tiene vergüenza.