A los letraheridos de Joyce
El pasado lunes llegaba a mi correo, el electrónico ¿cuál si no?, un interesante texto con diferentes comentarios relacionados con la entrega de la semana pasada ‘Ulysses de Joyce’ del que le entresaco algunas líneas: “¿es cierto que no ha acabado de leerlo, a pesar de los cuatro intentos?”, “…me sorprende”, “dicen que a la quinta va la vencida, ¿no lo va a intentar de nuevo?”, “¿por qué dice usted discreto letraherido?” Bueno, pues gracias a este amable, atento y avisado lector ya tengo tarea para el último sábado de este ferragosteño mes que se nos empieza a ir camino de su última semana, y la inicio por el final y el palabro de marra, ¿qué significa letraherido?
Acerca de “letraherido”. Como sabe que suelo hacer en estos casos, he tirado de diccionarios y en el primero de ellos, el Diccionario de la lengua española (DLE) -edición del Tricentenario, actualización 2022- de la Real Academia Española (RAE), encuentro una única acepción, que podemos usar como adjetivo y sustantivo, con el significado de “Que siente una pasión extremada por la literatura”. Una palabra de lo más actual pues este diccionario académico la recoge por vez primera en su última edición de 2014, informándonos de que solo se usa en España y que procede del catalán lletraferit, un antiguo y hermoso catalanismo por tanto. En puridad estamos ante uno de esos términos que dicen más de lo que realmente significan pues también se suele utilizar con cierta carga de ironía o, incluso, despectivamente como símil de “sabiondo” o “esnob”. En la dirección más generosa de sus connotaciones, la que hace pensar en un “enfermo de literatura” que no puede parar de leer o escribir, parece ir la que podemos consultar en la versión digital del Diccionario del español actual (DEA) de Manuel Seco, Olimpia Andrés y Gabino Ramos que lo recoge con el significado de “‘aficionado a las letras o a la lectura”, quizás con un cariz no tan dramático y sí más poético que el del DRAE.
‘Letraherido’ y Montaigne. Puesto a buscar le he dado una vuelta de tuerca más al asunto y me he topado nada menos que con una prueba de su pretérita existencia y con el mismo padre del género literario conocido en pleno siglo XVI como ensayo. Éste, entendido como aquel escrito en prosa en el que se expone, analiza y examina, a través de argumentos, un tema determinado, y aquél, nada menos que el filósofo, escritor, humanista y moralista francés del Renacimiento Michel de Montaigne (1533-1592) de quien han pasado casi cinco siglos de su nacimiento y sigue siendo para muchos el más clásico de los modernos y el más moderno de los clásicos. Es lo que tienen los grandes. Y la prueba a la que aludía más arriba, un antañón e ilustrísimo antecedente, pertenece al capítulo XXV del libro I, Du pédantisme, donde puede leerse: ‘Mon vulgaire Périgourdin appelle plaisamment Lettreferits ces savanteaux, comme si vous disiez lettre-férus, auxquels les lettres ont donné un coup de marteau, comme on dit’ y que mi francés bachiller traduce como: “En mi perigordino [dialecto del Périgord] llaman a estos sabihondos graciosamente lettreferits, como si dijéramos letra-heridos, aquellos a los que las letras han asestado un martillazo como quien dice”. Perdón por la osadía traductora o como él mismo diría, “¿Qué sé yo?” o “¿Qué es lo que yo sé?”
‘¿Que sais-je?’ Dicen que era la divisa de la torre de su castillo, la misma en la que escribió durante veinte años (1572-1592) su obra literaria, y que mandó acuñar en una medalla con una balanza cuyos dos platos se hallaban en equilibrio. Una buena grafía sin duda, y es que el humanista sabía a ciencia cierta que un mismo camino puede llevar al hombre a convertirse en sabio, en estulto o, lo que es casi peor, en un pedante, ese al que él llama peyorativamente letraherido, sabiondo a quien los libros han dado martillazos en sentido literal. Literal digo porque leer por leer puede resultar inservible, o incluso dañino, si no se asimila lo leído; leer un libro sin comprender un solo párrafo es como saberlo todo sin entender nada, y eso no te convierte en culto sino en un inútil o algo peor. Acumular lecturas, organizar cuerpos teóricos, agregar conceptos y datos, claro que te pueden convertir en un hombre sabio, pero también solo en un coleccionista, así lo llega a confesar el propio Montaigne, lo que sé de Séneca lo pude haber aprendido de mí mismo si tan sólo me hubiera ejercitado en el empeño. Es un poco lo que nos ocurre a nosotros con él, cuando leemos sus Ensayos y nos fascinan, descubrimos que no hay nada de lo que nos dice que no hayamos podido advertir confusamente en nosotros mismos; nada que no hubiéramos vivido, pensado o sentido. Mientras el humanista nos tutea, su obra nos acaricia.
Posfacio. ¿Intuyen ahora que no pueda con Joyce y su Ulysses? ¿O que no tenga mucha fe en eso de que ‘no hay quinto malo’, como afirma la expresión taurina referida a los astados y que no es menos cierto que unas veces se cumple y otras no? ¿Me entiende cuando escribo lo de “discreto letraherido”? Por si no es así le diré que no se ofenda, estos son solo mis principios pero, si no le gustan, no pasa nada, tengo otros. Ya ve, letraherido hasta el final.
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FUENTE: Enroque de ciencia
Hermano Lobo | Sábado, 26 de Agosto de 2023 a las 11:50:39 horas
Desde siempre, recuerdo haber leído que Ulysses es un "ladrillo" de mucho cuidado. lo cual me desanimó a leerlo, o a atreverme a leerlo.
Sin embargo, tu artículo despertó mi curiosidad, y gracias a internet logré encontrar un extenso resumen; eso me ha hecho conocerla, por encima, claro, y, a la vez, disuadirme de leer el libro entero.
Como siempre, gracias.
Saludos.
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