Balsa Cirrito
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UNIVERSIDAD Y COPAS LLENAS
Las universidades españolas, en esas listas que de cuando en cuando aparecen en la prensa como dedos acusatorios, no salen en el ranking de las mejores del mundo ni para que cante la tuna de Santiago. No sé, tal vez no haya que darle demasiada importancia a esos listados. Normalmente los realiza alguna institución británica o americana, y el resultado entonces suele ser que las mejores universidades son las inglesas y las americanas. Y puede que lo sean. Pero, si digo la verdad, al menos en las materias en las que poseo alguna competencia, creo que las universidades guiris producen una cantidad exagerada de basura pretenciosa y pseudocientífica, voluminosa como para rellenar un cráter. En realidad, como en todas partes.
Aunque la cuestión es más compleja. Puede que las universidades españolas sean más malas que Mourinho con una catana, pero entonces no se entiende. Porque resulta que el programa Erasmus, ése que beca a estudiantes europeos para que estudien en el extranjero, tiene a España como su paraíso. El destino favorito de los estudiantes de posgrado en nuestro continente no es ni Oxford ni Tubinga ni Bolonia ni la puñetera Sorbona, sino las deficientes universidades españolas.
Aquí caben varias posibilidades. O bien los estudiantes guiris son unos mantas (y entonces no se entiende como sus universidades son tan buenas), o bien las facultades españolas no son tan malas.
O, seamos honestos, cabe una tercera posibilidad: la vida nocturna española es la leche. De hecho, la opinión más extendida es la de que ésa es la auténtica razón del triunfo español en el programa Erasmus. Sobre todo considerando el bajísimo nivel de los extranjeros en ese campo.
Y podemos preguntarnos: ¿qué es más importante para la raza humana? ¿Un departamento de publicaciones como el de Oxford, que edita en su lengua original todas las tragedias griegas conservadas o la calle Huertas de Madrid, con más bares que toda Escandinavia? No se trata de una pregunta retórica. Quizás en España tengamos que decidir qué preferimos. Por algún tipo de maldición, parece que ambas cosas no son compatibles. Y, francamente, alguna vez me gustaría ver una universidad española en el listado de las diez mejores. Aunque fuera la de Ibiza.












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