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Sábado, 17 de Septiembre de 2011

Pedro Cardeñosa

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SABER RELACIONARSE



  
  
 
El trastorno de la personalidad por evitación se caracteriza por un patrón general de inhibición social (falta de contactos sociales), unos sentimientos de inadecuación (o inadaptación) y una hipersensibilidad a la evaluación negativa que comienza al final de la adolescencia y que se da en diversos contextos.

La persona evita trabajos que impliquen un contacto interpersonal importante debido al miedo o a las críticas; es reacia a implicarse con la gente si cree que no va a agradar; demuestra represión en las relaciones íntimas y muestra dificultades para hablar de los propios sentimientos; a pesar de su deseo de participar en la vida social, muestra un gran temor a la hora de poner su bienestar en manos de los demás; se ve, personalmente, poco interesante e inferior a los demás y evita correr riesgos personales o implicarse en nuevas actividades debido a que pueden ser comprometedoras.

Además, suele evaluar atentamente los movimientos y expresiones de aquéllos con los que tiene contacto. Este comportamiento tenso que muestran suele provocar la ridiculización de estos sujetos, que además, frecuentemente, presentan una baja autoestima, de manera que aquellas personas que se percatan de las rarezas que manifiestan les describen como vergonzosos, tímidos y aislados. A diferencia de los sujetos con trastorno de personalidad esquizoide, los “solitarios” sufren mucho a causa de su buscado aislamiento social.

Este trastorno, en muchos de los casos, tiende a desaparecer con la edad de forma gradual conforme los sujetos se van haciendo mayores, de forma que los síntomas aparecerían en la niñez, se acrecentarían en la adolescencia y principio de la edad adulta y, a partir de ahí, empezaría a remitir.

Cuando una persona carece de estilos de respuesta y estrategias que le posibiliten relacionarse con éxito, se considera que tiene un déficit en sus habilidades sociales. No hay problema psicológico, por simple o complejo que este sea, que no lleve asociado dificultades para relacionarse con los demás. Es un elemento concurrente en problemas como las fobias, problemas sexuales, de pareja, depresiones, delincuencia, drogadicción, etc.
Por suerte, son habilidades que se pueden entrenar y, quien no lo hace, se refugia en la egoísta comodidad del “yo soy así”; sin darse cuenta de que su “círculo de seguridad” suele ser heredado por su descendencia que, al sentirse sol@ entre la multitud, ve a los demás como una amenaza… y así nos va.

Para entender mejor a qué nos referimos con las “Habilidades Sociales”, a continuación presentamos algunas definiciones:

•    Asertividad: Es la forma de comportarse que permite a una persona actuar en base a sus intereses más importantes, defenderse sin ansiedad, expresar cómodamente sentimientos honestos o ejercer los derechos personales, sin negar los de los demás. Todos tenemos los mismos derechos asertivos, cuyo valor finaliza cuando empiezan los de los demás. La persona que consigue interiorizarlos será una persona psicológicamente sana. Estos derechos comprenden: Derecho a juzgar nuestras propias aptitudes, a cometer errores, a decir "no" sin sentirnos culpables, a tener creencias políticas, a no justificarnos ante los demás, a decidir qué hacer con nuestro cuerpo, tiempo y propiedad, a ser independientes, a ser quien queramos y no quien los demás esperan, a ser tratados con dignidad y a decir "no lo entiendo".

•    Empatía: Es una habilidad, propia del ser humano, que nos permite comprender y experimentar el punto de vista de otros sin por ello tener que estar de acuerdo. Es la capacidad de ponerse en el lugar de la otra persona para desde ahí comprenderla. No basta con entender al otro, hay que demostrarlo. Una persona puede tener motivos para actuar o pensar de esa forma.

•    Saber escuchar: Escuchar con comprensión y cuidado, saber lo que la otra persona trata de comunicarnos y transmitir que hemos recibido su mensaje.

•    Definir un problema: Analizar la situación, teniendo en cuenta los elementos objetivos, así como los sentimientos y necesidades puestos en juego.

•    Evaluación de soluciones: Analizar las consecuencias que cada solución tendrá a corto y largo plazo para las personas implicadas.

•    Negociación: Comunicación dirigida a encontrar una alternativa de solución que resulte aceptable para ambas partes. Dicha respuesta tendrá en cuenta los sentimientos, motivaciones e intereses de ambos.

•    Expresión justificada de la ira, desagrado o disgusto: Manifestación de forma adecuada y respetuosa con los demás, de sentimientos negativos.



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