Diario del año del coronavirus
El populismo lleva al abismo, siempre digo lo mismo con total realismo
por Balsa Cirrito
Es famosa la frase que pronunciara Donald Trump durante la campaña electoral que lo llevó a la presidencia. El loco del pelo rojo dijo entonces: “podría disparar a un desconocido en la Quinta Avenida que la gente me seguiría votando”. En buena medida, Trumpy dio la definición de líder populista. Alguien que puede decir lo que apetezca, que puede hacer lo que le dé la gana y, sin embargo, que encuentra multitudes que lo apoyan.
¿Cuál es el secreto?, porque a mí, lo confieso, me encantaría ser líder populista, soltar por mi linda boca lo que me viniera en gana y que nada me pasara factura. Pues no lo sé exactamente, pero puedo decir que Díaz Ayuso, Laporta, Trump o Berlusconi son los ejemplos más preclaros que me vienen a la cabeza. De hecho, yo diría que Berlusconi fue el modelo de todos ellos. En sus días gloriosos, Silvio Berlusconi decía literalmente lo que le salía del airfryer; le criticaba todo quisque por su boca de chancla, pero en vez de hacerle perder votos, le hacía ganar las elecciones. Por supuesto, aquellos eran los inicios de la ola populista que ahora nos azota, y, como era algo nuevo, se daban situaciones bastante divertidas. Por ejemplo, un periódico español intentó realizar entonces un reportaje sobre el perfil de los votantes de Berlusconi. Su corresponsal, ayudado de un periodista italiano, se puso a la labor. Sin embargo, no encontraron a nadie que reconociera votar a don Silvio, mucho menos entre personajes conocidos del bel paese. La ironía era suculenta: Berlusconi ganaba holgadamente las elecciones (sobre todo para lo que es habitual en Italia) pero nadie decía que le votaba.
Ahora nos encontramos en otra fase, desde luego. Ahora los votantes populistas no solo no se esconden, sino que presumen de ello, a veces, como en el caso de Trump, a garrote y cornada limpia (lo de la cornada supongo que se entiende). Los votantes populistas actuales suelen ser, ya digo, muy agresivos en defensa de sus ideales. Gritan todo lo que haya que gritar y suelen insultar sistemáticamente a quienes se les opongan (Díaz Ayuso, un ejemplo). Están cabreados todo el tiempo y dicen sufrir con el pueblo, sobre todo cuando el pueblo disfruta de rentas superiores a los 90.000 euros anuales.
Me he preguntado antes muy retóricamente cuál era el secreto del populismo. En mi cualificada opinión, el populismo se basa en dos elementos fundamentales. El primero es que los populistas dicen a la gente lo que la gente quiere oír. Esto parece fácil, pero no siempre lo es; hay que tener buenas antenas para captar los murmullos populares. Mucho más cuando la propia gente, la mayoría de las veces, no está muy segura de lo que quiere oír, y tiene que esperar al líder populista para saberlo.
El segundo elemento está implícito en el primero: la mayoría de las personas son estúpidas. Sé que afirmar esto resulta poco correcto, pero me atrevería a decir que casi todos pensamos lo mismo, estúpidos y no estúpidos. Y esta estupidez a la que me refiero crece como un bizcocho en el horno cuando hablamos de cuestiones de construcción intelectual. La mayoría de las personas es capaz de pensar razonablemente sobre asuntos concretos, no sé, dónde colocar un cuadro o qué restaurante es mejor. Pero cuando nos elevamos a abstracciones como patria, libertad, derechos o sobornos a los árbitros, esa misma mayoría piensa como perfectos gilipollas.
Hay quien sostiene que que el populismo es consustancial a la derecha, y yo mismo solo he puesto ejemplos derechistas. No creo que sea así. Aparte de que también hay un populismo de izquierdas (que en España reside en Podemos, aunque sus características son un poco diferentes), el que quizás sea el mayor representante de la derecha española de los últimos cuarenta años, José María Aznar, era de todo menos populista. Aznar tenía una idea y trataba de llevarla a cabo sin importarle mucho lo que dijera el resto del planeta. El caso más evidente fue el de la Guerra de Iraq. A la postre sabemos que estaba equivocado, pero Bigotín conocía muy bien las razones por las que quería estar en el ajo. Se cuenta que, reunido con Tony Blair, este le preguntó qué apoyo tenía entre la población española. “Un 90% está en mi contra”, dijo Aznar. “Caray, respondió Blair con gracia, hay más gente en España que cree que Elvis Presley sigue vivo”. Sin embargo, a Aznar se la pelaba. Cierto es que ahí intervenía su colosal soberbia, del volumen de tres o cuatro taj majales, pero el hecho persiste.
Personalmente, detesto el populismo. Como he dicho, el populismo suele ser un insulto a la inteligencia, lo cual no quiere decir que sus propagadores no sean inteligentes (Ayuso o Laporta son bastante inteligentes). Pero, por definición, un populista no puede ser un buen gobernante, ya que su función es la de halagar al pueblo. Y los gobernantes, a menudo, deben hacer o decir cosas que no gustan al pueblo.
Por eso uno de mis héroes políticos españoles es Felipe González. Y nunca fue más admirable que cuando convocó el referéndum de la OTAN, con todo el país en contra; y, más aún, cuando dobló el espinazo a las encuestas. Ahora sabemos que llevaba razón. En nuestros días siento también un gran aprecio por ese prestidigitador que es Emmanuel Macron. El presidente francés tiene a todo su país escupiéndole. Puede que su postura le termine costando el cargo (aunque queda trecho para las próximas elecciones), pero sabe que se halla en el lado correcto, y que poner la jubilación a los 64 años con la actual esperanza de vida, es más bien una actitud generosa. Un tío de una vez, el Macron este.
En fin, lo que pretendo decir es que los populistas no suelen resolver los problemas, sino que acostumbran, en el mejor de los casos, a cambiarlos de sitio. O crean problemas chorra que en realidad a nadie importan, y obligan a todo el mundo a tomar partido para presentarse a sí mismos como cabeza de león y de ratón al mismo tiempo. Trasladémonos. Este año hay elecciones generales por noviembre o diciembre (de las locales ya hablaré la semana que viene), y yo no quiero populistas en mi vida. Por eso sé muy bien a quién voy a votar. Por supuesto, no tengo ninguna duda: votaré a Felipe González.



































Incrédulo | Sábado, 13 de Mayo de 2023 a las 23:55:35 horas
Puede que Felipe Gonzalez fuera uno de los mejores residentes del gobierno que tuvimos n la transición .
Pero tuvo muchos claros y sombras, La Exposición Universal, Las Olimpiadas, El AVE "de entrada OTAN no " tuvo que rectificar sobre la marcha, los casos de Filesa, Matesa, Juan Guerra,, GAL, Fondos reservados, ministros encarcelados (Barrionuevo) el Secretario de seguridad Vera, (encarcelado ) el Director de la Guardia Civil,(Roldan ) Fugado y encarcelado, El caso Rumasa, bien expropiada pero mal repartida entre amiguetes , Cuando al final fue derrotado en las elecciones por Aznar la inflación y el paro eran muy preocupantes.
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