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Carlos Roque Sánchez
Sábado, 18 de Febrero de 2023

'Máscara del Día de San Valentín'

[Img #185058]De nuevo Banksy. El titular de hoy no es otro que el nombre de la nueva obra del misterioso artista grafitero que, en la mañana del pasado lunes, apareció en la parte trasera de un edificio de la calle Grosvenor Place, que va a dar a la playa de la localidad costera de Margate, allá en el condado de Kent, al este de Londres. Se trata de una denuncia callejera contra la violencia machista, coincidente con la celebración de San Valentín, y en ella podemos ver a una ama de casa inglesa con un vestido de cuadros de los años cincuenta, un delantal y unos guantes de goma amarillos.

 

Y aunque la señora sonríe tiene el ojo derecho morado, cerrado e hinchado, y además le falta un diente, el incisivo lateral derecho. Con los brazos estirados hacia adelante parece que acaba de arrojar a su marido maltratador a un gran congelador horizontal, de ahí quizás su sonrisa, y de quien podemos ver cómo sus piernas sobresalen por un lado del electrodoméstico. Sea el santo que fuera, el ser humano es un cabrón y hay hombres (masculino genérico) a quienes les brota esa condición, la cabronería que llevan dentro, comportándose como eso, como auténticos cabrones humanos. Maldites, malditas y malditos.

 

Devenir del grafiti. Fue el propio autor quien compartió en las redes sociales varias imágenes del mural. Una es un plano corto del rostro sonriente y golpeado de la mujer y en otros se aprecia la variedad de basura presente en el suelo: una silla de jardín blanca rota, una caja azul y una botella de cerveza vacía y, naturalmente, el arcón (freezer, nota cultureta bilingüe) abandonado físicamente delante del muro. Un congelador que tiene una historia intramuros pues al parecer, y a las pocas horas de saberse de su existencia, unos trabajadores del Ayuntamiento se personaron en el lugar y lo retiraron junto a los otros restos, argumentando “razones de seguridad”.

 

Una rapidez ante la que mostró su disconformidad la propietaria de la casa, arguyendo que era una parte esencial de la obra, una que había logrado que Margete recibiera en los medios de comunicación una mayor y positiva atención. En su opinión no se la deberían haber llevado y no parece que éste mal traído porque, a propósito del “desmontaje artístico”, el Ayuntamiento se apresuró a comunicar que el congelador estaba guardado en un almacén. Y que se pondrían en contacto con la propietaria del edificio “para discutir las opciones de preservar la obra de arte”, ya que la idea es que vuelva a su lugar junto a la tapia, una vez sea seguro desde el punto de vista sanitario.

 

Acerca del lugar. No le he comentado de la oportunidad del lugar y la localidad escogidas, pero ha de saber que su elección no ha sido fruto del azar. No. Resulta que está al lado de Dreamland Margate, un parque de atracciones recientemente restaurado que aparece en Strangeland (2005), libro autobiográfico de la artista británica Tracey Emin (1963), donde documenta su propia experiencia traumática como víctima de abusos. O sea.

 

Y del grafitero poco más que decir que seguro usted ya no sepa, aunque en realidad apenas se sabe nada de él y es un misterio (casi) todo lo que lo envuelve. Vayan un par de detalles del casi, que apenas alcanzan el rango de anécdota. Fue designado en 2010 por la revista Times para ser una de las 100 personas más influyentes, y apareció fotografiado con una bolsa de papel en la cabeza. Y nominado al año siguiente para los Premios Óscar por su documental Exit through the gift shop, pidiendo asistir a la ceremonia con un disfraz. Le dijeron que no. O sea que.

 

De otros lugares. No es la primera vez que Banksy reivindica una pintura urbana en tan señalado y amoroso día, creo recordar que hace tres años y en su ciudad natal Bristol, pintó un grafiti en una pared del área de Barton Hill, donde se puede ver a una niña disparando con un tirachinas mientras una explosión de rosas cubre el cielo. Ella está pintada en blanco y negro, lleva una sudadera negra con la capucha puesta y porta un tirachinas en la mano izquierda, teniendo la derecha algo atrasada a la altura del hombro, como si justo acabara de lanzar el proyectil. La bola de pintura, que ha impactado a unos metros de ella en la misma pared, es de un rojo intenso y simula un manchurrón de sangre, hecho de hojas y flores de color rojo. Un juego entre violencia e inocencia infantil.

 

Y como a veces suele ocurrir, a las pocas horas de estar en la pared la obra fue blanco de un ataque de vandalismo: a izquierda, encima y derecha de la niña aparecen una frase y una especie de corazón, ambos de color rosa, que trastocan su originalidad. Por lo que puedo distinguir se lee “BCC Wankers”, algo así como “BCC gilipollas” o “BCC idiotas”. En fin, más de lo mismo. Arte urbano y vandalismo callejero, asidos de la mano. Luz y su ausencia, tan opuestas y fundamentales. Ying y yang, tan complementarios e interconectados. El siempre incómodo Banksy vuelve por San Valentín. ‘Nihil novum sub solem’, por cierto ¿sabe si fue el rey Salomón quien lo dijo?

 

CONTACTO: [email protected]

FUENTE: Enroque de ciencia

 

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