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Carlos Roque Sánchez
Sábado, 22 de Octubre de 2022

¿A vuela qué?

[Img #178819]Locuciones latinas. De todos es sabido que hasta el siglo XVIII y en toda Europa, el latín era la lengua en la que se expresaba la cultura en general (arte, religión, ciencia, política, etcétera), demasiado tiempo y conocimiento quizás, como para que su influencia no haya llegado hasta nuestros días. Una herencia, cuya influencia lingüística se muestra en forma de locuciones latinas que han pervivido en los diferentes lenguajes (religioso, técnico, jurídico, filosófico, artístico, médico o científico) y en la mayoría de los casos por simple aplicación de la ley de la economía. Una inexorable, básica e ineludible ley física que impera en todo el universo, consistente en algo muy simple: hay que obtener todo lo que es necesario para sobrevivir con el menor de los esfuerzos posibles.

 

Viene a ser una especie de imperativo cósmico según el cual, ningún sistema animado o inanimado que aspire a permanecer en el tiempo en nuestro universo la puede obviar; hay que hacer lo que haya que hacer, pero con el menor costo energético. Y la lengua, con su afán por comunicar, no es una excepción de modo que su cumplimiento es una cuestión de supervivencia también para ella. En nuestro caso las locuciones latinas la cumplen, no solo porque como tales expresiones en latín se utilizan en español con un significado cercano al original, sino porque con pocas palabras transmiten significados que en nuestra lengua necesitaría de muchas más palabras. Al margen dejo, como en segunda derivada, que su uso, quiera que no y para algunos, parece dejar en las palabras o los textos una cierta pátina de prestigio, un carácter más culto. Puede. Sea el santo que fuera, lo cierto es que somos muchos los que intentamos hacer uso de ellas.

 

Lapsus calami. Es una de esas locuciones latinas, en este caso nominal masculina, aún de uso actual y que se emplea con el sentido de “error involuntario o tropiezo inconsciente que se comete al escribir”. Una frase que etimológicamente deriva del nominativo de lapsus, (error) y el genitivo de calamus (pluma), así que literalmente la podemos traducir por “error de la pluma”, y como tal latinajo lo debemos escribir en cursiva o entrecomillado, sin acentos gráficos ya que estos no existen en la escritura latina y con su plural invariable, los ‘lapsus calami’. Pero no es la única expresión a este respecto, he encontrado otra. Calamo currente o currenti calamo, dos formas equivalentes que por lo común se usan referidas a aquellos escritos hechos de manera rápida y con apenas reflexión. Etimológicamente derivan del sustantivo calamus (pluma) y del verbo curro (correr), que literalmente podemos traducir por “corriendo la pluma” o “al correr de la pluma” y emplear como locución adverbial para esa forma de escribir que se realiza “de pronto”, “sin pensar”, “sin reflexión previa”, “con presteza o de improviso”.

 

“A vuela pluma”. Las anteriores son tres formas clásicas que me gustan, aunque he de admitirle que para referirme a esa manera de escribir precipitada o espontánea suelo utilizar la española del subtítulo (la RAE la prefiere en tres palabras), aunque sobre todo la de dos “a vuelapluma” y, muy raramente, la de una “vuelapluma”. Locuciones adverbiales que expresan que lo escrito ha sido realizado deprisa, sin meditar, casi sin vacilación ni esfuerzo, y de la que leí que su uso es relativamente reciente, prácticamente desde la segunda mitad del XIX. Que me conste aparece en una carta de 1883 del escritor Juan Valera, autor de la novela Pepita Jiménez, y en dicha epístola el egabrense utiliza la expresión de una manera sugerente, al referir que la pluma recorre ligera y veloz el papel. En fin. Y como los tiempos avanzan que es una barbaridad, no hay problema en aplicar el sintagma adverbial a algo distinto de escribir, o lo que sea que se haga o pueda hacer con la pluma, sea este dispositivo cálamo, péndola, plumilla, estilográfica, bolígrafo, rotulador o, ya de la que va, tecleando en una calculadora, un ordenador, una tableta o un móvil.

 

“A vuela tecla”. Ni que decirle tengo que en estos tiempos que corren la expresión “a vuelapluma” ha tenido descendientes, los cambios tecnológicos son sus padres, y así nos ha llegado la transformación “a vuelatecla”, con todas las grafías que ya se imagina y una que le aporto (“a vuela-tecla”). Es tal la utilidad literaria demostrada por el decimonónico “a vuelapluma”, que hoy podemos leer que vuela casi cualquier cosa, además de las propias plumas y los aviones, claro. Por ejemplo, otros instrumentos de registro y así “a vuela cámara” o “a vuela micrófono”, que tan popular hizo cierto periodista deportivo, antañón dueño de las noches de radio, fútbol y determinados débitos conyugales. Lo dejo ahí. En mi opinión, algo más injustificables resultan ciertas construcciones, supuestamente innovadoras, con las que también se puede topar como: “a vuela luna”, “a vuela bitácora”, “a vuela cursor”, “a vuela máquina” o “a vuela voz”. Qué me dice.

 

CONTACTO: [email protected]

FUENTE: Enroque de ciencia

 

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