Es el último domingo de verano. Son las seis y media de la tarde. Un grupo de nueve chicas está en torno a una mesa del parque "Laguna del Moral" con bebidas y algo de comida. Cerca, niños de varias edades juegan. Una estampa normal de una tarde en la que la playa en Rota, por el levante, no era una opción.

Al pasar por su lado no destaca nada en especial, son un grupo de amigas haciendo un picnic, pero  hay un detalle que las delata: el sitio que han elegido para pasar la tarde está decorado con una ristra de pequeños banderines de color amarillo y celeste y en el centro, la forma de un emoji con corazones en los ojos en el que se lee "Ukraine". Son algunas de las familias ucranianas que hace seis meses llegaron a Rota huyendo de la guerra y que levantaron una ola de solidaridad.

Hoy, el foco mediático ya no está en ellas pero el dolor de una vida truncada donde lo tuvieron que dejar todo atrás, continúa. Eso sí, intentan armarse con su mejor sonrisa y tirar hacia adelante. No les queda otra, aunque no todas lo han conseguido en este tiempo. Actualmente, son unas 40 personas de Ucrania las que viven en Rota, 13 están viviendo en casas de acogida roteñas y el resto en el Centro de Acogida de la Asociación Familia Vicenciana en la Casa de San Vicente de Paúl de las Hijas de la Caridad.

De todas las que llegaron desde el 23 de marzo, algunas han abandonado Rota  porque no han llegado a adaptarse, y otras están esperando a hacerlo muy pronto. Quieren regresar a su país porque no han encontrado su sitio pese a estar más que agradecidas por toda la ayuda recibida. Cada una tiene una historia familiar diferente, y eso pesa en cada persona de manera distinta. No se trata de juzgarlas. Por  eso, desde la Asociación Corazones Huérfanos, que se encargó de coordinar la ayuda y llegada de estas familias a Rota desde el principio,  las han ayudado a comprar los billetes de vuelta a Ucrania donde no saben muy bien qué encontrarán.

Hay un grupo, por el contrario, que es consciente de que la situación en Ucrania, sobre todo en los últimos días, se está agravando, y por ello, ni se plantea volver en un futuro cercano. Necesitan sentar nuevos cimientos en sus vidas, nuevos pilares en España, en Rota más concretamente, velando ante todo, por la seguridad de sus hijos a los que, coinciden, ven felices, integrados e incluso hablando más español que ellas mismas.

Algunas han tenido suerte y durante el verano han trabajado en negocios locales, casi todas en hostelería (bar, chiringuito, heladería, etc.), pero  la temporada alta acaba y con ello, también algunos de los contratos de trabajo. Es el caso por ejemplo, de Natali, que con sus dos hijos de 6 y 8 años,  ha pasado el verano trabajando en un restaurante, lo que le ha permitido avanzar en su integración. Es de las que piensan en quedarse por larga temporada buscando un nuevo trabajo esperanzada. El verano le ha ido bien, porque como atina a decir en su incipiente español, cada vez más avanzado, "mi jefe dice yo buena trabajadora, pero ya no hay trabajo". Básicamente, el drama de muchos roteños con contratos temporales.

Otra de las chicas comenzará en este curso escolar como profesora en un colegio concertado de Rota ya que en Ucrania era profesora de inglés, algo que para Trina, que es psicóloga,  es más complicado mientras no domine el español que se esfuerza por aprender con interés. Gracias a las clases gratuitas que la academia Best English de Rota, a través de su directora Eva Flagg, decidió impartirles en cuanto llegaron, muchas han tenido esa oportunidad laboral porque el idioma es fundamental. Además, algunas empiezan en este curso escolar en el centro de adultos "Baifora" con clases de español, gracias a la colaboración del Ayuntamiento de Rota.

Todas echan currículums y esperan una llamada. De momento, tienen permiso de residencia por dos años, lo que les sirve como permiso de trabajo y garantía para quien las contrate.

La dificultad del idioma, un trabajo y encontrar alquiler frente a la alegría de sus hijos

Son la falta de trabajo, el idioma y las dificultades para encontrar un alquiler asumible, sus principales problemas. La balanza de la incertidumbre y la tristeza que todavía las atrapa cuando piensan en su país y vida anterior,  se equilibra cuando miran a sus hijos, perfectamente integrados en los colegios de Rota, con un avance en el español muy notable y  haciendo amigos. El domingo, no había más que verlos en los juegos infantiles del parque incluso pidiendo en un perfecto español una foto, o rechazando salir en ellas para este medio. Son la mejor estampa de que hay esperanza de volver a sonreír.

Ese quizás, sea el principal motor que mueve a estas mujeres cada día,  "niños felices, madres felices", dice Natali que del grupo de ucranianas, es la que mejor habla español. Necesitan además independizarse de las familias de acogida a las que estarán eternamente agradecidas, y ahí viene otro escollo importante porque si en Rota ya es complicado encontrar un alquiler a precio asumible para una familia normal, -el turismo y los americanos son los inquilinos estrellas que permiten precios por las nubes-, ser ucraniana parece que es un handicap añadido.

Lo cuenta a este medio María, una de las roteñas que acogió en su casa a Natali y sus dos hijos. Se ha dado el caso de encontrar una vivienda a un precio razonable para larga duración pero en cuanto que sale a la luz el detalle de que es una familia ucraniana, el propietario se echa atrás. Ha ocurrido incluso en algún caso en el que la chica muestra su correspondiente contrato de trabajo pero parece que no es suficiente garantía.

Aún así, alguna ha tenido suerte, es el caso de Elena y su hija de 15 años, que el 1 de octubre podrá por fin independizarse. A otra de las chicas, es su familia de acogida la que costea parte del alquiler. Así, poco a poco, dan pasos para recuperar una vida normal aunque lejos de sus familias. Natali tiene en Ucrania a su madre y un hermano; Yulia a su marido, una hija y su madre, ya que solo se vino con su hijo pequeño y es junto a Natalia, de las que cuenta los días para volverse a Ucrania porque echan de menos su país y su familia. Pese a la ayuda recibida que agradecen de corazón, no se han adaptado y el idioma se les está haciendo cuesta arriba. 

Lilia sin embargo, está feliz, es una joven abuela de 49 años que se vino con sus tres nietos a los que ve totalmente integrados, son estudiosos y aguantará más tiempo en Rota. El resto, Diana, Elena, Olha, algunas con hijos adolescentes ya en el instituto, están bien pero necesitan un trabajo para seguir cosiendo los retales de sus vidas. 

María cuenta a Rotaaldia.com que alguna ha podido traerse a su marido de Ucrania ya que el gobierno les ha facilitado permisos a través de los juzgados ucranianos en los que han tenido que demostrar que cuentan con familiares directos en otros países para salir de allí y eso, las ha aliviado.

La carrera de obstáculos para estas familias, desgraciadamente, no ha terminado. Les queda camino por delante hasta poder echar a volar definitivamente, solo necesitan un empujón. Poder independizarse sería clave, por eso, desde la Asociación Corazones Huérfanos hacen un llamamiento a la sensibilidad de aquellas personas que tras la ola de solidaridad que se generó al principio, quieran seguir echando una mano.

Se busca casa de alquiler y alguien que ofrezca trabajo fundamentalmente para unas familias que lo perdieron todo aunque en el duro camino han encontrado la solidaridad de otras familias, de asociaciones que imparten clases gratis a los pequeños y colegios que hicieron el curso pasado un gran esfuerzo por integrar a los nuevos alumnos,  pero quieren volar solas sin depender de nadie. En este duro camino que les queda, la solidaridad no es suficiente para volver a vivir dignamente y de forma independiente.