‘Annus mirabilis’
Origen del latinajo. Como solía decir mi tata Pepa: “Carlitos, lo primero es lo que va antes”. Pues bien, eso mismo digo yo: ¿De dónde procede la conocida locución latina? ¿A cuándo se remonta su origen? ¿Cuál es su significado? ¿Cuántos ‘annus mirabilis’ existen? Por lo que tengo visto la expresión, “año de los milagros” o “de las maravillas”, puede estar celebrando este año del Señor de 2022 su tricentésimo quincuagésimo quinto (355.º) aniversario, ya que todo apunta a que la pergeñó el influyente polígrafo literario inglés John Dryden, al utilizarla como título para uno de sus poemas, Annus Mirabilis, publicado en 1667. Un extenso poema de 1216 versos, cada uno de diez sílabas, dispuestos en 304 cuartetas decasílabas.
Y en él alude a una suspecta intervención divina, relacionada con una destacada victoria naval sobre Holanda, pero también, y a pesar del título, hace referencia a los terribles acontecimientos de 1666 en Londres, un año especialmente trágico tanto por el Gran Incendio que la arrasó como por la Gran Plaga que sufrió la ciudad, entre otros suspectos milagros y certeras desgracias. Aunque eso sí, el autor hace hincapié en la supervivencia del ser humano, en la idea de que todo podría haber sido mucho peor, pero no lo fue gracias a la intervención de Dios. De ahí lo de annus mirabilis 1666, por lo que de milagroso y milagrero tenía haber sobrevivido a todas las calamidades que se produjeron. No olvidemos que hablamos del siglo XVII, cuando las credulidades y supersticiones campaban por sus lares como quien dice. Bueno, más o menos como ahora, para qué nos vamos a engañar. ‘Contra la estupidez, los propios dioses luchan en vano’ (Schiller).
Annus horribilis, 1870. Naturalmente la milagrosa expresión latina, como casi todo en esta vida, tiene una contraparte en su antónima, traducible como “año horroroso” o “año horrible” y utilizada para indicar que a la finalización de dicho periodo las cosas, las que sean, no han salido todo lo bien que se esperaba. Una frase referida a 1870, cuando la Iglesia católica definió el dogma de la infalibilidad papal o pontificia en el Concilio Vaticano I y bajo el papado de Pío IX. Aunque en realidad fue utilizada por primera vez unos veinte años después, en 1891, y no se hizo popular hasta finales del siglo XX, en palabras de la actual Reina Isabel II quien, en un discurso se refirió a 1992, y por razones que no hacen al caso, como su particular ‘annus horribilis’.
Así que en cuestión de fechas de acuñación es bastante más moderna que su antónima, aunque en puridad hay que destacar que ésta no empezó a aparecer en textos españoles hasta principios del siglo XX, así que ahí, ahí, andan en cuestión de uso popular. A propósito de las credulidades y supersticiones de 1666, me vienen a la cabeza dos relacionadas con la pseudociencia de la numerología: una, la coincidencia de la cifra del año con el apocalíptico 666, ya sabe el número de la Bestia; y otra, la casualidad de que dicho año, escrito en numeración romana MDCLXVI, contenga las siete letras que forman dicho sistema, estén colocadas en orden decreciente y no se repita ninguna. Algo que, vaya usted a saber por qué, para algunos exégetas de la cosa ésta, eran claros y preclaros indicadores e indicativos de que el fin del mundo era inminente ¿? En fin, a lo mejor usted no lo sabe, pero el mundo se ha acabado y varias veces, además. Ya, lo sé, ‘la estupidez insiste siempre’ (Camus).
Anni mirabiles. Es el plural de la expresión del titular, “años milagrosos” o “años maravillosos”, y la traigo a colación porque, como seguro no ignora, a lo largo de la historia la susodicha ha sido utilizada en más de una ocasión para recordar distintos y destacados sucedidos, de otros tantos años y en diferentes parcelas de la actividad humana: historia, política, literatura, guerra, deporte, cine o ciencia. O sea, que tenemos plancha. Y como a veces le suelo decir, sin ánimo de ser exhaustivo, intención de agotar el tema ni propósito de ser excluyente, estos son algunos de esos años asombrosos, expuestos en orden cronológico. Empezando por nuestro multifacético 1492, qué decirle de él, quinientos treinta años lo contemplan. Seguido de 1543, el año de inicio de la revolución científica. Y por supuesto de 1666, ahora con el significado que le dieron las aportaciones del gran Isaac Newton, sin duda el hombre más influyente de la historia.
‘Mirabilis’, un adjetivo que parece lógico emplear también para 1905 por el cambio de paradigma científico que supusieron las publicaciones de Albert Einstein, probablemente el segundo hombre más influyente. Y ya en otra parcela, en este caso de la literatura, cómo no nombrar 1922 con las publicaciones de Ulysses de James Joyce y La Tierra baldía de T. S. Eliot entre otras. Lo dicho tenemos plancha, o bien dicho, mucha plancha.
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FUENTE: Enroque de ciencia
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