Volverán las oscuras mascarillas
Ciencia más allá del coronavirus
Son las once de la mañana, y el apabullante calor no me deja sobrevivir sin, al menos, un ventilador junto a mí. No llevo 4 horas despierta cuando ya me he bebido la segunda botella de agua semi-congelada, y me he quejado unas doscientas dieciocho veces del calor que hace. Doscientas diecinueve, si no he contado mal, con esta: ¡qué maldito calor!
No soy mucho de ver el telediario, o la tele en general (prefiero las películas), pero, con lo poco que veo haciendo zaping, antes de decidirme una vez más por la nueva temporada de Stranger Things, las noticias hablan de los 45 grados en Badajoz, los casi 50 de Ciudad Real, y los 28 del norte (tengamos en cuenta que allí llueve de enero a enero, y, desde luego, los cántabros y asturianos no están acostumbrados a que el termómetro marque temperaturas más allá de los 25 grados).
Veo posts en redes sociales que nos alertan sobre el cambio climático, sobre el calentamiento global, y sobre el enfado que ha pillado el planeta contra nosotros, enfado que se manifiesta enviándonos señales en forma de lluvias, nevadas, olas de calor, o cualquier otra peripecia climática que se le ocurra a la Madre Naturaleza.
Y es que, los números hablan por sí mismos. Los fríos inviernos y los calurosos veranos: algo, parece haber cambiado. Pero, por si hubiera algún paisano de la Meseta relamiéndose al pensar que la subida del nivel del mar iba a dejar una bonita playa a la orilla de la Catedral de la Almudena, me temo, que no solo el Tiempo se ve afectado cuando hablamos de machacar el planeta.
Se prevé que para 2050, el 50% de la población pase a tener algún tipo de alergia. ¿El principal y causante? La contaminación. Los niveles, cada vez más altos, de dióxido de carbono (un gas que se produce, entre otras situaciones, en la combustión), pasa a formar parte, cada día en porcentajes más altos, de nuestra atmósfera, contribuyendo al conocido efecto invernadero. Este ocasiona el sobrecalentamiento del planeta, cuyas consecuencias más graves no son las de ver ensanchado el pantalón porque el insufrible calor nos lance a por los helados como si no hubiera un mañana (que igual, al ritmo que vamos...).
Desgraciadamente, también altera la fase reproductiva de las plantas, lo que hace que estas produzcan mucha mayor cantidad de polen, ya que el dióxido de carbono (o CO2, como prefieran) actúa como fertilizante para las especies vegetales (un argumento del que se valen los negacionistas del cambio climático). Sin embargo, lo que a priori nos podría parecer el remedio para bajar el precio de la sandía y producir en masa la fruta del verano, resulta catastrófico para los alérgicos, y, por supuesto, para el planeta: las lluvias, las temperaturas… ¡todo se ve afectado!
Las alergias severas no solo tratan de estornudos e irritación en los ojos, pueden llegar a ser mucho más graves y peligrosas. Yo, por mi parte, el envoltorio del helado que me estoy comiendo lo voy a tirar al contenedor amarillo, vaya a ser cosa que nos despidamos del Coronavirus para siempre, pero las mascarillas vuelvan para no marcharse nunca.
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