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Carlos Roque Sánchez 1
Sábado, 23 de Julio de 2022

Acerca de los libros

[Img #173376]‘El saber no ocupa lugar’. La manida y proverbial frase, con su significado de que el conocimiento nunca estorba ni está de más, tiene para mí un poco de turulata, un poco bastante añadiría porque sin duda el saber lo ocupa y en ocasiones no poco. No en vano su volumen es el del libro impreso, su soporte natural, o sea, pero qué quiere que le diga me gustan los libros, es una afición que me inculcó mi padre de pequeño. Me gusta comprarlos, tenerlos en la biblioteca, mirarlos, cuidarlos, verlos, leerlos y, sólo algunos de ellos, cada vez menos esa la verdad, releerlos. No, no ha llegado a calar en mí el libro electrónico ni el dispositivo que facilita su lectura, quizás por la edad que tengo, no lo sé. A propósito de relectura y edad, un viejo conocido que me conoce bien me dijo en cierta ocasión y con tono burlón, que había leído no recordaba dónde que la costumbre de releer es ya un síntoma de vejez en sí mismo. Y como le vi venir la guasa, primero, con un gesto de cabeza y una sonrisa le admití que es probable que tuviera razón, después, con la misma sonrisa, pero ahora de palabra, le recordé un libro que le había prestado hacía tiempo y que aún no me había devuelto. Así que ahí la llevas, por leer sin recordar dónde, me dije para mí.

 

Librerías y librerías. Bromas aparte y yendo a lo que me trae, me agrada comprar libros de todo tipo: recién editados y no tan recientes, a precio normal y de rebaja, en librerías o en mercadillos, pero cuando más disfruto es comprándolos usados, a precio de ocasión y en ferias o librerías de segunda mano. Para que les voy a mentir, es lo que más me gusta, me revientan las librerías que nos meten por los ojos esas remesas de paparruchas que llaman novedades, supongo porque ya llevan la fecha de caducidad grapada en la contraportada. Suelen ser flores de un día que se venden mientras dura la publicidad y que terminan siendo hojarasca impresa olvidada en un almacén de editorial, y todo eso rápido, muy rápido porque, ya mismo, viene la siguiente trivialidad rampante a ocupar la primera fila del banal escaparate. Perdonen que se lo diga de esta forma, pero es así como lo veo, prefiero mil veces pasear la vista por estanterías de encorvados anaqueles repletos de libros, que la vida ha ido dejando allí, sin criterio ni interés.

 

Entre libros. Disfruto ojeándolos, tocando sus tapas y lomos, hojeándolos, sopesando su compra, oliéndolos, leyendo alguna página, todo sin prisa. Y al hacerlo su presencia próxima me hace ver que el libro tiene los mismos enemigos que el hombre: humedad, tiempo, fuego, animales y, claro, su propio contenido. De ahí que me fije en su interior, estado de conservación, edición, tirada, traducción o precio, dando tiempo a que surja la imprescindible complicidad entre él y yo. Si es así, si el libro me atrapa, entonces acaba en mi biblioteca, no tenga la menor duda. Es lo que me ocurrió en cierta ocasión con un ejemplar de ‘La ciudad y los perros’, de una edición que perdí y llevaba tiempo buscando hasta que por fin lo encontré y adquirí. Una coincidencia espacio-temporal entre libro y lector que no siempre ocurre, no. Le digo esto porque me han venido a la memoria unas declaraciones realizadas por Sofía Mazagatos -personaje entre rosa y amarillo algo antañón ya, pero siempre “en el candelabro”- relacionadas con el nobel peruano autor del libro.

 

De Vargas Llosa a Joyce. Al ser preguntada acerca del escritor por los pérfidos chicos de la prensa, se dejó caer con un: “Sigo desde hace tiempo a Vargas Llosa, aunque por desgracia aún no he leído ningún libro suyo” ¡Pero bueno!, con el alma en vilo usted se preguntará: “¿Qué fatal desgracia le ha podido ocurrir a ‘MariSofi’ para, en sus treinta años de vida (de por aquel entonces), no haber podido leer ni un solo libro del escritor? ¿Qué cuitas habrán ocupado su tiempo?”. Temiéndome lo peor lo dejo ahí, no sin pensar qué razón tienen quienes, ante ciertas personas, se preguntan: “¿Qué leerán?”. No obstante, en puridad, esto de la Mazagatos le puede pasar a cualquiera, mismamente a quien esto escribe sin ir más lejos. Hace un tiempo me topé con un libro en el que llevo tiempo interesado (“lo sigo desde hace tiempo”, en lengua mazagata) y que aún no había adquirido. Se trata de ‘El despertar de Finnengan’, quizás de las más tortuosas de las novelas de James Joyce, y como siempre hago lo toqué, hojeé, olí, sopesé, ojeé y, por fortuna, leí a vuelapluma. Menos mal que lo hice ¡Señor, qué libro! ¡Qué tormento su lectura! No lo pude comprar, es del tipo de libro ante el que uno se pregunta, “¿Quién lo leerá?”. Como verá nadie está libre y el que lo esté…

 

CONTACTO: [email protected]

FUENTE: Enroque de ciencia

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  • S, Castañar

    S, Castañar | Martes, 26 de Julio de 2022 a las 10:20:26 horas

    A la atención de D. Carlos Roque: Me ha gustado la utilización de hojeándolos y ojeándolos, Hojeé y ojeé.
    Gracias por sus artículos

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