Diario del año del coronavirus
Testigos sin cargo
por Balsa Cirrito
Detrás de la biblioteca vieja existe un edificio adosado de muros blancos. Desde fuera parece alto y más bien estrecho, y sobre la pared leemos unas letras: Salón del reino de los testigos cristianos de Jehová; al lado, escrito lo mismo en inglés.
Confieso que siempre he mirado con mucha antipatía las misiones de los testigos de Jehová, de los mormones o de las diferentes – casi infinitas – sectas protestantes anglosajonas. La razón es sencilla: me fastidia que los americanos practiquen con nosotros el colonialismo religioso, como si no bastara el absoluto colonialismo cultural con que nos avasallan. Colonizar religiosamente a España, el país que más gente ha convertido, ya fuera con la cruz, ya con la espada, no deja de ser un insulto a nuestra esencia nacional, qué caramba.
Los testigos de Jehová me resultaban particularmente antipáticos. Muchas de sus costumbres me parecían – y me siguen pareciendo – propias de los habitantes de algún grupo postapocalíptico de los que salen en las últimas (y horribles) temporadas de The walking dead: su negativa a las transfusiones, a celebrar el cumpleaños o la Navidad, su anticientifismo, su escatología (en el sentido teológico de la palabra)… Y alguna creencia que sí me parece más saludable, como su rechazo radical a las armas, lo cual para una congregación nacida en EEUU no deja de ser una excelente idea.
Aparte de todo esto, la imagen tradicional que tenía de los testigos siempre había sido un poco ridícula. Dos guiris con corbata y camisa de mangas cortas, combinación que para nosotros los europeos resulta delirante, vendiendo ejemplares de la pintoresca revista La Atalaya, llamando a la puerta de alguien que no tiene mucho interés en escucharlos.
En fin, esta era mi visión de los testis. Pero resulta que vivo bastante cerca de la iglesia que mencionaba al principio, el pomposamente denominado salón del reino, y llevo muchos años viéndolos y cruzándome con ellos. Y confieso que mi visión de los jehovaseros ha cambiado. Ha cambiado un huevo.
De entrada, su aspecto no es para nada ridículo. Visten de una forma conservadora, desde luego, pero generalmente con buen gusto, alejados de las pintas estrafalarias de sus primos estadounidenses. Como digo, vivo cerca de su iglesia y los veo muy a menudo, sobre todo porque deambulan por el barrio, buscando aparcamiento o buscando el lugar donde han dejado el coche (mi barrio es terrible para aparcar). Suelen ir en grupos, charlando animadamente. Si estoy cerca, pego el oído y los escucho, y para nada son frikis o fanáticos. Son gente que, pese a sus estrictas normas de vida, hablan de lo mismo que el resto de los españoles. Y con un tanto a su favor: respiran buen rollo. Muy buen rollo y mucho compañerismo. Por supuesto, mi visión es superficial, algo así como la crítica de una sandía según lo que veo por fuera, pero en esa visión superficial, salen muy bien parados. Y lo que más me gusta: exhalan felicidad. Todos tienen aire de estar contentos con la vida, aunque no de una forma ñoña y desaborida, sino natural, sin parecer iluminados de Dios. No sé. Sus normas y dogmas siguen resultándome incomprensibles, pero me digo que lo mismo les vale la pena si los hace dichosos. Hace cosa de un año leí una encuesta que decía que los españoles eran los europeos que se consideraban a sí mismos más infelices o casi. Aun teniendo en cuenta que una encuesta que pregunte a la gente si se considera feliz o infeliz no tiene mucha fiabilidad, puede ser que los testis tengan algo que enseñarnos. Por ejemplo, a no amargarnos. No me voy a hacer testi, por supuesto, pero, cuando los veo por la calle, me alegro, me infunden optimismo, y dado lo caro que corre el optimismo en estos días, casi voy por la calle con ganas de toparme con uno.
PD: No he encontrado hueco donde decirlo en el artículo, pero una de las muchas normas flipantes de los jehovaseros es que tienen prohibido votar o presentarse a las elecciones. Vamos, el sueño de Vladimir Putin.
ROBERTO | Jueves, 21 de Julio de 2022 a las 20:26:58 horas
Buen artículo, yo soy de pensar lo mismo. Cada cual con sus creencías.... Optimismo por la fe que tienen, a medida que me hago mayor me ratifico aún más que la religión es el opio del pueblo... lo mismo es eso lo que vemos! Al igual no toleran al colectivo LGTB+ ni a cualquiera que les apoye... es curioso que no permitan transfusiones de sangre y si pueden recibir transplantes mientras no haya transfusión... Y qué transplante no va a dejar en el cuerpo ni una gota de sangre? Ninguno, es contradictorio... En Rusía es ilegal, dicho sea de paso por lo de Putín...
Vamos que yo voy a tener a un hijo o mi madre pendiente de una transfusión que dependa de su vida y voy a decir que no, que la dejen morir... Por lo que dice un librito inventado por un listillo de Nueva York.. Ni siendo médico lo permitiría!!!
Otra creencia
Los testigos de Jehová creen que hay dos pueblos de Dios: (1) la Clase Ungida (144.000) que vivirá en el cielo y gobernará con Cristo; y (2) las “otras ovejas” (todos los demás creyentes) que vivirán para siempre en una Tierra paradisíaca.
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