Quantcast
Carlos Roque Sánchez
Sábado, 04 de Junio de 2022

Los límites del bien y del mal

[Img #169803]El límite. En 1989 el grupo de rock madrileño La Frontera (1984) sacaba al mercado el que sería su cuarto trabajo discográfico, un álbum titulado ‘Rosa de los Vientos’ que resultó ser todo un pelotazo de ventas hasta el punto de convertirlos en una de esas bandas que superaban los cien conciertos al año. Y abriendo la lista de temas que conforman el LP, y quizás la canción más popular de la historia del grupo, se encuentra El Límite, un rock digamos moderado en forma y velocidad, caracterizado por el golpeo seco y constante de la batería, y acompañado de una línea vocal limpia que accede a un estribillo que con el tiempo se hizo legendario: ‘En el límite del bien (el límite del bien) / En el límite del mal (el límite del mal) / Te esperaré / En el límite del bien y del mal’. Pues bien, hoy le quiero hablar del segundo límite, el del mal.

 

Los límites del mal: Religión. Durante siglos, el hombre se ha debatido entre la bondad y la maldad, en un mundo moralmente bipolar en el que parecía que los límites de cada uno estaban claros, o eso al menos se pensaba, por ejemplo, desde la religión, la imaginación de la fe. Si para los dioses griegos, la moral y la ética se hacían más o menos flexibles según sus personales intereses, para el catolicismo, en su predicamento, solo existía el blanco o el negro, no había margen para la incertidumbre. Así, según la Biblia, fue tentada Eva por la serpiente, Caín es el primer malo sobre la faz de la Tierra o, siglos después, San Juan narra en el Apocalipsis la llegada del monstruo de siete cabezas que se encarnará en un niño como el anticristo. Desde entonces el mal no ha dejado de esparcirse por ella, cosas de la credulidad y la creencia.

 

Los límites del mal: Filosofía. No obstante, es a partir de fenómenos como la globalización y de campos del saber como la filosofía, la sociología y la ciencia en general, que estas fronteras empiezan a replantearse. En realidad, cuando Kant nos dice aquello de “el hombre es malo por naturaleza”, no se refiere a que sea ese el pálpito que prima en él, sino a que el mal es algo que se puede dar en el ser humano, a que no es ni sobrehumano ni sobrenatural. Para él, el individuo se mueve entre su principal inclinación, hacer el bien y socializarse, y alguna que otra pulsión más o menos opuesta y no tan buena. De modo que no es más que una cuestión del libre albedrío, el mal surge cuando en cualquier acto normal de cualquiera de nosotros, miramos alrededor, nos comparamos y, fruto de esta acción, anteponemos nuestro amor propio al bien común. De estos mimbres nos hizo Dios.

 

Las fronteras movedizas del mal. La cuestión es que, a consecuencia de dicha comparativa, todo lo concerniente al mal empieza a experimentar una sigilosa relativización, empequeñeciéndose maldades pasadas, presentes y futuras. La información sobre la maldad (y sobre los malos) parece impermeabilizar a la gente, y las fronteras del mal, en un mundo hiperconectado, se hacen más flexibles e innovadoras en términos morales. Cosas que antes eran consideradas como malas, sirva de ejemplo la homosexualidad, ya no lo son o empiezan a dejar de serlo, lo que está bien, pero esta sigilosa relativización trae también consigo una deriva intelectual de efecto perverso. La culpa se desvanece y ahora la tienen el capitalismo, el instinto territorial innato, la psicopatología, y así todo un rosario de especulaciones casi ad infinitum, que muestran la incapacidad de la razón para explicar la maldad en ciertas personas. Una aporía a la que contribuye poco la ciencia moderna.

 

Los límites del mal: Ciencia. Poco porque, con la llegada de la ciencia moderna siguió socavándose la noción de responsabilidad y con ella la de la mala conducta y el daño intencional. No en vano, en esta línea de razonamiento, el mismo malvado es víctima de pasiones incontrolables, genes equivocados, ADN heredado o de la propia experiencia, por lo que la culpa se desvanece y queda minada la noción de responsabilidad. Si para Spinoza “los humanos se creen libres porque conocen sus actos, pero no las causas de estos”, y la neurociencia nos dice que nuestras decisiones están tomadas antes de que seamos conscientes de ellas, la cosa empieza a pintar de azul oscuro casi negro: el mal, o bien es una banalidad o bien es un invento tranquilizador; cualquier cosa con tal de justificar nuestro odio y nuestro miedo.

 

¿Existe el mal? ¿Y la libertad? ¿Existe Dios?, ¿están interrelacionados estos tres conceptos? ¿Es el mal un ente o un ser abstracto que se encarna?, lo digo porque no son pocos los que así lo piensan, cuando ven a alguien considerado muy malo, un malo malote que, desgraciadamente, a veces mola. No podemos minimizar la metamorfosis que ha vivido el mal desde el Romanticismo y que lo ha hecho más fascinante y atractivo para algunos ¿Qué tienen que decir a todo esto las artes y las ciencias? ¿Demonios somos todos? ‘En el límite del mal (el límite del mal) / Te esperaré’.

 

CONTACTO: [email protected]

FUENTE: Enroque de ciencia

 

Comentarios Comentar esta noticia
Comentar esta noticia

Normas de participación

Esta es la opinión de los lectores, no la de este medio.

Nos reservamos el derecho a eliminar los comentarios inapropiados.

La participación implica que ha leído y acepta las Normas de Participación y Política de Privacidad

Normas de Participación

Política de privacidad

Por seguridad guardamos tu IP
216.73.216.84

Todavía no hay comentarios

Con tu cuenta registrada

Escribe tu correo y te enviaremos un enlace para que escribas una nueva contraseña.