Tras las elecciones autonómicas andaluzas del 2018 (tempus fugit), PP y Ciudadanos conformaron gobierno. Ambos, sobre todo el PP, se auto denominaron como el Gobierno del Cambio en Andalucía. Efectivamente, hubo cambio. Pero solo de nombre. Si  desde las filas de los partidos de la derecha ideológica se referían a eso, acertaron. Que ha habido cambios es innegable, pero que la mayoría de las recetas son repetidas, también lo es.

Veamos. Canal Sur ha pasado de ser un aparato propagandístico del PSOE a serlo del PP. Es más, yo diría que con más descaro si cabe. Es verdad que la mayoría de los profesionales de la televisión pública andaluza se han mantenido en nómina, pero “los fichajes de confianza” han dejado claro en sus intervenciones a través de la pequeña pantalla quién los ha contratado y para qué. Nada nuevo. Canal Sur sigue siendo un boletín partidista que vocea para otro señor (Semper idem).

Sigamos viendo. Para mantener el apoyo parlamentario de Vox en esta legislatura, de fin ya anunciado, el gobierno del PP ha creado un teléfono de violencia intrafamiliar. Se ha estigmatizado a los colectivos feministas y ecologistas (recuerden lo de legalizar “el saqueo” de los acuíferos de Doñana y la nueva Ley Urbanística para legalizar obras ilegales a pie de playa).

En el ámbito de las competencias autonómicas se ha legislado hacía un adelgazamiento de los servicios públicos, mientras se ha financiado con dinero público (con el dinero de todos) actividades privadas en el terreno de la Educación y la Sanidad.

En el terreno fiscal, ¡que levante la mano aquellos andaluces que han notado una bajada en la presión fiscal en el tramo autonómico que corresponde! Las rebajas fiscales las han notado los que más tienen y los que más ingresan. El ruido ha ganado a las nueces. Augue factis verberavirt, podría expresar el cordobés Lucio Anneo Séneca.

El PP ha basado toda su estrategia en crear en torno a Moreno Bonilla un halo protector, estableciendo en él un perfil de moderación, dotándolo incluso de tintes socialdemocratas en  sus discursos. Sin adentrarse, claro, en la letra pequeña del “contrato” que ofrece a los andaluces. Los estrategas populares, conscientes de que con Moreno Bonilla habían cosechado el peor resultado en unas elecciones autonómicas, han creado una marca con su líder. Casi se puede percibir que se han desmarcado de las siglas del partido y han hecho de “Juanma” una marca propia. Había que hacer creer a los andaluces que “el cambio” que se había producido era suave, sin estridencias. Cicerón lo hubiera expresado diciendo que vitam regit fortuna, non sapientia.

Todas las encuestas coinciden en que el PP ganará las elecciones en Andalucía el 19 de junio. Podemos decir que los demás se lo están poniendo fácil. Por una parte el PSOE, que quiere recuperar el sillón presidencial con un nuevo rostro. A la izquierda, con una fracción  a la que le da igual quien gane con tal de tener voz en el Parlamento andaluz y que parten ya con la idea de que no van a sacar mayoría suficiente para gobernar; por otra, la que busca frenar a la derecha aunque tengan que pactar con el PSOE si se diera el caso (cladem divisio est).

Las codiciosas miradas de PSOE y PP se dirigen a los andaluces que optaron por votar a Ciudadanos en 2018. Y, en medio de este contexto, la extrema derecha que ya no se va a conformar con apoyar al PP en un posible gobierno sino que quiere formar parte de él. Y eso que este personal no cree en el Estado autonómico.
Unos podrán, echando manos del latín, proclamar aquello de “veni, vidi, vici”. Por contra, a otros solo le quedará admitir : “veni, vidi et perdidi”.