Los cinco días más soñados por todo roteño han llegado a su fin. Luces, farolillos, rebujitos hacían compañía a los volantes y a los pasos de sevillanas que han enaltecido esta feria y, una vez pasada esta, “que nos quiten lo bailao”. Ahora es tiempo de desmontajes, limpieza y quizás también sería oportuno hacer una reflexión sobre lo vivido.

Lo primero de lo que uno se ha percatado al entrar por la avenida de la Diputación y arribar al Real es el profundo encarecimiento de los precios de clásicos como tortillas o pimientos, llegando a rozar estos últimos los diez euros en muchos casos. Pues, por mucho que nos hayamos intentado olvidar del mundo que nos rodea, aislándonos en casetas durante esta semana, problemas como la inflación siguen perennes.

Y hablando del Real, tras dos años confinados hemos vuelto a vivir un alumbrado más protagonista que nunca. Hileras de bombillas que perfilaban el ambiente feriante son sinónimos de un gasto encarecido en este año. El precio de la luz, nuestro compañero de diario, ha vuelto a asomar con 232,01 €/MWh durante la hora punta del sábado.

Como hemos podido ver, esta feria ha sido asolada, como desgraciadamente nos viene acostumbrando en los últimos años, por múltiples tragedias económicas. Cualquiera pudiera pensar que ello ha impedido el disfrute de los roteños; sin embargo, tal y como se pudo ver en la afluencia de días como el viernes o el sábado, Rota se ha volcado con su fiesta primaveral.

Nuestro pueblo ha sabido endulzar una vida amarga, ha podido dotar de alegría a un municipio que mira ya a su mar en este ocaso silvestre. Creo que la felicidad roteña debiera ser bandera de la lucha contra cualquier crisis que avecine, pues no hay mejor serotonina que las sonrisas en los rostros “desmascarillados” de nuestros vecinos.

José Luis Carretero Pulido