La actualidad nos hace volver la vista al oriente europeo como consecuencia de la invasión rusa a Ucrania. Hay noticias que pasan inadvertidas, casi de puntillas por mor de ello. Por Oriente, no por el europeo sino por el árabe, anda el rey emérito desde hace ya algún tiempo. Ahora que la Fiscalía parece que ha cerrado el caso, puede que regrese. Pero, no. Ha fijado su residencia en Abu Dabi, aunque dice que volverá a España con frecuencia. Es de esperar  que dé explicaciones ante los españoles de todas las causas en las que se ha visto inmerso cuando tenga lugar su primera visita. Estoy convencido de que eso no se va a producir. Lo de dar explicaciones, digo.

También su abuelo, Alfonso XIII, pasó su exilio (con la llegada de la II República) en hoteles de lujo de diferentes ciudades europeas, que podía pagar gracias al dinero depositado previamente en cuentas bancarias suizas e inglesas. Recordar que, al poco tiempo, se separó de su mujer, Victoria Eugenia de Battenberg. Hay que ver lo que son los albedríos de la Historia.

En una carta que ha dirigido a su hijo Felipe VI expresa que lamenta los acontecimientos pasados de su vida privada. Aprovecha para decir, con el fin de refrescarnos la memoria, que se siente orgulloso de su contribución a la convivencia democrática y a las libertades en España.

Hay que recordar que, hasta la mayoría de los republicanos de este país, éramos “juancarlistas”. Esta declaración  no es nueva.  Su papel en la transición democrática y su presencia en los medios de comunicación la noche del 23 de febrero de 1981, le encumbraron.  

Pero a lo que se ve, el gen borbónico de la promiscuidad afloró. O siempre estuvo ahí. De todas formas, los casos de infidelidad forman parte del terreno personal de cada uno y cada cual tiene derecho a esa intimidad. He dicho tiene derecho, pero, ¿también los monarcas gozan de ese derecho? El Jefe del Estado debería ser ejemplo ético y moral ante todos. No me imagino a un presidente de cualquier república democrática (Alemania, Portugal, Italia, Canadá...) al que se le perdone semejantes actos. En fin.

Pero donde el Jefe del Estado debe ser ejemplo es en el de la transparencia fiscal, porque ese hecho ya no forma solo parte de su vida privada. ¿Somos o no somos todos iguales ante Hacienda?

Tras dos años de investigación sobre la gestión fraudulenta de la fortuna de Juan Carlos I en el extranjero, se ha llegado a la conclusión de que el rey emérito defraudó a Hacienda en una cantidad en torno a los 56 millones de euros. Es verdad que hizo una regularización de fondos espontánea, pero el hecho de hacerla ya es sintomático de que existía opacidad en esos ingresos. Sin entrar en el fondo de que regularizara su deuda con el Fisco por enterarse de que ya se le estaba investigando.

Su gestión fraudulenta en el extranjero fue constitutiva de delito, pero prescribió. Y su conducta sospechosa fue superada por la protección que le otorgó la inviolabilidad de la Corona. Inviolabilidad que le permitió, según la Fiscalía, delinquir con impunidad.

En un régimen democrático nadie, ni siquiera el Jefe del Estado, debería estar por encima de la Ley. Pero, visto lo visto, no es así.

La triada democrática de Libertad, Igualdad y Fraternidad está falta de una “pata” en nuestro Estado. Sin Igualdad, no puede haber democracia plena. La Jefatura del Estado es hereditaria según las Constitución, lo que rompe ya desde su mismo origen el principio de Igualdad. Pero, aún así, debería contemplarse la igualdad y la transparencia en el Título II de la Constitución. Todo lo que no sea eso va en contra del propio espíritu constitucional.