¿Qué es una 'moleskine'?
La pregunta. Surgió hace unos días en una tertulia de viejos conocidos al sacar a colación que a veces, en una ‘moleskine’, tomo notas amanuenses para esta mi ‘Opinión’ sabatina. “Carlos, ¿qué es una ‘moleskine’?” Pues se trata de un cuaderno de notas, uno con tapas negras flexibles, provisto de una banda elástica a la derecha para mantenerlo cerrado y con un lomo que permite abrirlo trescientos sesenta grados. Su pequeño tamaño permite guardarlo incluso en un bolsillo, por lo que se puede llevar en todo momento para tomar notas, dibujar o escribir. Como ve, nada del otro mundo, y sin embargo algunos hablan de ella como de un “cuaderno legendario” utilizado por viajeros románticos, artistas bohemios e intelectuales de todo el mundo a lo largo de estos dos últimos siglos ¿Qué hay de verdad en esta historia? ¿Cuánto de realidad en la ficción?
Haciendo historia. Investigando descubro que el gran impulsor moleskinero fue un tal Bruce Chatwin (1940-1989), escritor de viajes y novelista inglés muerto a temprana edad y cuya novela más famosa es ‘Los trazos de la canción’ de 1987, donde cuenta la historia de un pequeño cuaderno que compraba en una vieja papelería familiar de Tours. Un negocio que cerró al morir su dueño y en cuya puerta alguien puso un cartel, “Le vrai moleskine n’est plus”. Supuestamente el nombre, existe más de una versión, nació de la semejanza que tenía su tapa con la textura de la piel de un topo (mole = topo y skin = piel) y que Chatwin adoptó.
Según parece, siempre iba bien provisto de ellos en sus viajes ya que, dada su extraordinaria calidad, no era infrecuente que sus amigos le pidieran que les regalara uno. Además, él los utilizaba para escribir todo tipo de anotaciones para sus libros por lo que eran de vital importancia. Tanta, que solía poner en ellos su nombre, dos direcciones y la promesa de recompensar a quien lo devolviera en el caso de perderlo. De hecho, llegó a decir al respecto: “Perder mi pasaporte era la menor de mis preocupaciones; perder un cuaderno, eso sí que sería una catástrofe”.
Un callejón sin salida. Por lo que se sabe los orígenes del producto se remontan a las libretas que se usaban en los siglos XIX y XX en París, donde eran muy comunes al estar realizadas a mano por distintos encuadernadores y vendidas en las tiendas como un producto genérico. Era famoso el producto, no la marca del mismo. Y dicen que fue utilizado por personajes de lo más variopinto, desde Van Gogh a Matisse, pasando por Picasso, Hemingway y, hasta el mismo, Oscar Wilde. Lo que podría ser, por qué no, aunque lo cierto es que no existe ninguna prueba de dicha afirmación. Ninguna.
Naturalmente, todos ellos debieron utilizar algún tipo de cuaderno de notas, pero lo cierto es que nada demuestra que fuesen los mismos que usó el inglés y que, en la actualidad, se venden. Dos detalles en concreto no lo apoyan. Uno, el hecho de que al morir en 1986 el dueño de la papelería se llevara el secreto de su fabricación a la tumba. Otro, que no se haya conservado ninguno de los cuadernos de Chatwin, de modo que los actuales se fabrican gracias a la descripción que hizo de los que él utilizó, pero no copiados de ningún original. Así que nada de realidad que se pueda constatar.
Moleskinero negocio. Nada de una realidad constatable o todo de un rentable negocio y verá por qué lo digo. En 1997 una empresa retomó su producción con la idea de lanzarlo como un cuaderno diferenciado y diferenciador. Potenció su legendario pasado ligándolo a la cultura y a los viajeros románticos y lo promocionó con múltiples apariciones en prensa, televisión y cine. Entre otras películas aparece en ‘Indiana Jones y la última cruzada’ de 1989, la tercera de la saga, pues es en el mítico cuaderno donde el padre de “Indi” hace sus anotaciones de la santa copa. Sí, el diario del Grial es una ‘moleskine’.
Se llama publicidad y con ella se consigue que gente normal, al comprar un determinado producto, se sienta especial y diferente al resto de los humanos, algo que gusta a todos. Y nos gusta porque una buena parte de esa sensación de ser diferentes a los demás proviene de su precio, ya le digo que no suelen ser productos baratos, por lo que no todos podrán acceder a él. De ahí la diferencia. Es lo que tiene el dinero que, como decía Woody Allen, no da la felicidad, pero crea una sensación tan, tan, parecida, que necesitaríamos un especialista muy especializado para distinguirlas. ‘Sabido es que la felicidad no existe. Lo único que existe es el deseo de ser feliz’. Pues eso.
CONTACTO: [email protected]
FUENTE: Enroque de ciencia
Hermano Lobo | Domingo, 16 de Enero de 2022 a las 11:35:08 horas
Creo que el artículo te hace merecedor de ser considerado como un excelente publicista subliminal, de Moleskine, claro.
Sabido es que la felicidad es una entelequia; la última frase corrobora que hay que lograrla aprovechando los pequeños momentos.
Saludos.
Accede para votar (0) (0) Accede para responder