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Redacción 6
Miércoles, 05 de Enero de 2022

Diario del año del coronavirus

Viejos bares roteños

por Balsa Cirrito

[Img #158228]Yo no debía tener más de seis o siete años. Recuerdo el día. Un día soleado de primavera en el que fui con mi padre, Antonio Balsa, y con su socio, Salvador Sánchez, a un local enorme, la mayor parte a cielo descubierto, en la calle Álvaro Méndez. El suelo, según creo recordar, era de pedruscos unidos por algún tipo de argamasa. En el centro del patio había una enorme balanza, según supe después, para pesar productos agrícolas, al lado de una larguísima y delgada columna de hierro forjado. En fin, supongo que mi padre y Salvador estaban aquel día echándole un ojo a aquella finca, finca que después terminarían por alquilar, y donde acabarían iniciando un establecimiento mítico en los anales roteños: La Parra. Poco tiempo después, los dos socios alquilaron también el local contiguo, e inauguraron un enorme salón recreativo, con futbolines, billares, mesas de ping-pong y máquinas de flipper, amén de alguna excentricidad como un enorme scalextric. Entre los dos lugares pasé algunos años de mi infancia.

 

Mi padre y Salvador nunca se pusieron detrás de la barra de La Parra, pero adquirieron un considerable sentido gremial. De resultas, como una especie de cónsules de la hostelería, muchas noches iban en misión diplomática a visitar a otros bares roteños, “cortesía de colegas”, decían ellos. Lo bueno es que a menudo nos llevaban al hijo de Salvador, José María, y a mí, a acompañarlos en aquellas importantes gestiones embajadoras. Creo que de aquellos luminosos días – más bien noches – conservo un gran amor a los viejos bares roteños.

 

Probablemente, el recuerdo me traicione, y mezcle cosas de diferentes épocas, pero aquellos bares me parecían fantásticos. Por supuesto, en muchas cosas hemos mejorado. Aquellos locales, por ejemplo, olían a menudo a fritanga. Y limpiaban el suelo de una manera que aún ahora no termino de entender, esto es, esparciendo serrín por el piso y barriendo después. La humareda – del tabaco y la cocina – era a veces tan densa que José Mari y yo nos teníamos que salir a la puerta a tomar nuestra Coca-Cola o nuestra Fanta…

 

Pero eran sitios que tenían cosas estupendas. Por ejemplo, la mayoría de ellos disponía de una carta limitada de tapas, probablemente no más de tres o cuatro (a veces menos), y esa cortedad de la oferta permitía el alegre vagabundeo, ya que se acudía a cada bar según sus especialidades. Se iba a un sitio a probar los caracoles, de aroma penetrante, sumergidos en un caldo oscuro y espeso. Más allá presentaban el pollo frito, un pollo frito curruscante y rebozado churrigueresco, como las lágrimas de los cirios de un paso de Semana Santa, y que, por supuesto, hubiera batido en toda regla a todos los Kentucky Fried Chicken del mundo. Si caminábamos dos minutos, nos topábamos con otro bar donde bordaban la sangre encebollada y la sangre con tomate, platos que, por cierto, hace muchos años que no encuentro en lugar alguno. A dos pasos teníamos un establecimiento donde el menudo a la andaluza parecía preparado por los cocineros del cielo. Un poco más allá – creo que era en el bar Correo – los chocos fritos y los chanquetes adquirían caracteres mitológicos…

 

Me vienen a la cabeza algunos nombres. El Bar Salitas, el bar Correo, el bar Juanito, el Bartolo…; de otros, recuerdo el lugar, pero ya he olvidado el nombre.

 

Por supuesto, ya no queda ninguno. En algún caso, muy pocos, sigue siendo un bar, aunque con propietarios que nada tienen que ver con los originales. Desde luego, es lógico, han pasado muchos años, y aquellos bares, regentados por hombres que invariablemente vestían camisa blanca y llevaban una tiza tras la oreja, serían ahora inviables. Pero, qué quieren que les diga, a veces, cuando paseo por las calles del centro, los echo de menos. Igual es que voy para viejo.

 

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  • incredulo

    incredulo | Viernes, 07 de Enero de 2022 a las 14:13:02 horas

    Este articulo me ha hecho recordar el Slalom que hacia en mi juventud con mi pandilla.
    En aquel entoces todos los bares tenían dos barrilitos uno con vino fino y otro con vino corriente todos ellos de bodegas locales.
    Empezábamos en la venta el matadero (Pepín) Pidiendo un bolito de corriente, continuábamos con la venta el Sardinero, bar el Leñero, bar Los Gallos, Bar el Catalán, Bar el Temprano, Bar Vilela, Bar central, Bar Salitas y allí se rompía la pandilla, mas menos borrachos descontando los que se habían quedado por el camino.
    Buenos Recuerdos, quien los cogiera.

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  • Caste

    Caste | Viernes, 07 de Enero de 2022 a las 11:47:25 horas

    El comentario de Pepe, me ha hecho recordar que este año se cumplen 30 años del cierre del sombrajo de la "Jesulita". Allá por el 1992 mi padre Pepe (DEP) decidió echar el cierre agobiado por los cambios que debía de acometer en el sombrajo (hecho de cañas y tubos galvanizados) por lo que según él, perdería su esencia. Allí eché mis dientes y me crie detrás de una barra donde aprendí todo (lo bueno y lo no tan bueno) de los personajes que paraban, ejemplo recordar a "El peluca", Manolo "el butano", Luís Morenatti, Rafael "Cantinflas", Pacorro, "El Cojo Zamarrita" y un número indeterminado de personas que recuerdo con nostalgia.

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  • Pepe

    Pepe | Viernes, 07 de Enero de 2022 a las 08:08:27 horas

    También recuerdo, el Bar Chaleco, Baltazar y Aguilocho y en las afueras, el sombrajo de la "Jesulita" que estaba pegada a la carretera de Chipiona con sus coquinas y las costillas en tomates. Bonitos tiempos.........

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  • Buda

    Buda | Jueves, 06 de Enero de 2022 a las 19:59:39 horas

    Amén a todo eso Sr. Balsa.. yo también fui aquel chaval que creció en la fila de los bancos como diría el Maestro Sabina en su canción " Una de Romanos "..añadiría el Bar La Marina, El Periquito, el Rizo y otros tantos de aquel mundo perdido..

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  • Pelapú

    Pelapú | Jueves, 06 de Enero de 2022 a las 15:53:47 horas

    De La Parra recuerdo un póster que había de Humphrey Bogart. Un día pude cogerlo prestao y lo tuve en mi habitación varios años, hasta que en una mudanza lo perdí.

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  • ROBERTO

    ROBERTO | Miércoles, 05 de Enero de 2022 a las 15:15:25 horas

    Te veo meláncolico en este artículo! Todo pasa y es normal que ha medida que nos hacemos mayores vemos las cosas con otras perspectiva e incluso con nostalgía. Y mucho más cuando uno intenta recordar su niñez y sus seres queridos. El entorno donde se crió y las calles, bares, playas, etc, que frecuentaban...
    Un frase muy célebre ¨ Si llevas tu infancia contigo, nunca envejecerás (Tom Stoppard)
    Rememorar viejos tiempos nos vuelve un poco de esa ilusión que solo tienen los niños.

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