Algunas veces tengo la sensación que debió tener George Foreman en su mítico combate con Muhammad Alí por el cinturón de los pesados.

Para el lector más joven, explicaré que aquel fue el combate del siglo. Se citaron en Kinsasa (El Congo) dos de los púgiles más fuertes y talentosos que han existido.

La estrategia Alí fue dejar que Foreman le vapuleara hasta agotarse. El campeón se apoyó en las cuerdas y permitió que aquella mala bestia de Foreman le pegará mil quinientos puñetazos y se asfixiara. Cuando lo escuchó resoplar agotado, se marcó dos pasos de bailarín se salió de las cuerdas, le cruzó un crochet y lo dejó K.O.

Salvadas las diferencias, que no son pocas, he dedicado multitud de artículos a criticar al presidente Sánchez por la inmoral moción de censura, sus sospechosos socios de coalición y sus políticas cortoplacistas, pensadas para un tuit, para el siguiente cuarto de hora, que nos llevan a la división, la crispación y la ruina.

Pero tengo la sensación de que como hiciera el gran Alí, este aguanta carros y carretones y va a ser muy complicado desahuciarlo de la Moncloa. Me da la impresión de que hay mucho personal que no analiza los datos, simplemente le dicen lo que tiene que pensar, leen el guion y se mantienen en el que creen su bando.

Tras dos años de pandemia y seis olas, bastaría ver los bandazos que se han ido sucediendo para comprobar que la gente se cree lo que le dicen en la tele el día antes y a pie juntillas:

 Ya hemos vencido al virus, sin pegas. Bueno no. La mascarilla no es necesaria, ahora no te la quites ni para dormir. En los espacios abiertos no pasa nada, ahora sí pasa. Vacúnate tres o cuatro veces que así estas inmunizado. Que diga, no tanto. Es pecado ir a los bares. Depende de su comunidad autónoma. Pasaporte Covid para no contagiar. Los vacunados también contagian. Acude al médico si has estado en contacto con un positivo. No vayas a ir que colapsas la atención primaria. Y así hasta el infinito.

No hay un día que no salga un botellón y lo presentan como un genocidio. Pero si hay 50 mil tíos en el fútbol, esos son cuerpo-santo. Hemos visto cómo entraban en las casas (sin orden de un juez) cómo detenían a una señora que hacía footing o como un helicóptero bajaba para empurar a un señor que estaba en unas rocas más solo que Robinson Crusoe. De verdad, que a mí me parecen pollos sin cabeza.

Yo no voy aquí a decir que es lo que hay que hacer porque no lo puedo saber con el lío que tienen montado, pero no hay que creerse todo lo que digan ni hay que venerar la letra impresa. Y, añado, algo no es verdad porque lo diga un noticiario.

Se echa de menos que la toma de decisiones se haga con argumentos sólidos y con rigor. Que se piensen las cosas, que se reflexione un poco.

Me viene a la memoria una anécdota de Benavente, al que unas damas de un club femenino le pidieron que diera una charla. El escritor se excusó varias veces explicando que no tenía nada preparado cuando la realidad es que aquel club le resultaba un tanto infumable. Las señoras eran de las insistentes, más pesadas que el cuñado de Rocky, le pidieron que diera la charla, que contara cualquier cosa, que improvisara. Ante tanta insistencia finalmente Benavente les contestó:  No me gusta hablar a tontas y a locas.

¡Qué fino!