'La verdad que'
Una muletilla más. Puede que la expresión del comienzo lleve ya entre nosotros un decenio o más, y que contado así a vuelatecla, podamos decir que empezó entre los futbolistas (“La verdad que hemos hecho un gran partido”, “la verdad que el árbitro no estuvo fino”, “la verdad que…”). Puede. Pero lo cierto es que no hay que indagar mucho para percatarse de que esta muletilla se ha extendido con el tiempo por otros contextos: el de los comentaristas deportivos, supongo que por mero mimetismo; el del mundo televisivo que llaman telebasura, entiéndase, mi querido universo ‘Sálvame’; y por otros profesionales de prestigio en actividades varias. Un latiguillo que, si bien no es de uso extendido en la lengua hablada en general, en dominios muy concretos, periodismo deportivo ya de la que va, y más específicamente, en las entrevistas radiofónicas y televisivas a jugadores, atletas, ciclistas, llama la atención por su proliferación. Una sobreabundancia, el hablante no deja de utilizar la expresión, que solo contribuye al rito de la mera repetición, convirtiéndose así en uno de los rasgos más característicos de la expresión oral poco cuidada. Y de muestra un botón. En una entrevista de tres minutos a un futbolista de nuestra primera división, le llegué a contar hasta siete veces la locución ‘la verdad que’. Lo dejaré en la mención del pecado, obviando al pecador.
Latiguillo exculpatorio. Pero no me mal interprete. Si tras un partido a un futbolista, cuyo equipo ha ganado y él ha metido tres de los cinco goles, se le pregunta si se siente satisfecho, ¿qué quiere que conteste? Vaya preguntita ¿Qué diría usted si le pusieran una alcachofa en la boca y quisiera ser cortés con el periodista, pero no resultar simple, vanidoso o presumido, que tan mal queda en público? Pues, como nuestro hombre, tiraría de latiguillo exculpatorio y atenuador. Porque lo cierto es que después de un contundente ‘la verdad que’, se puede mencionar casi cualquier tipo de mérito/demérito que se nos ocurra, sea individual o colectivo. Cualquiera, que no quedará mal en absoluto. No solo serán educados contestando, sino que la expresión de marra, al llevar implícito algo así como un “ya sé que, por humildad, no lo debo decir, pero usted me pregunta y debo contestarle sin farsas dobleces tapujos”, remediará lo que a continuación diga y ejemplos hay para hartar: “la verdad que hemos jugado bien”; “la verdad que yo no he visto que fuera tarjeta roja”; “la verdad que ellos han poseído la bola durante más tiempo”; “la verdad que merecimos por lo menos empatar el partido”. Y así hasta el infinito y más allá, del conocido oxímoron pseudocientífico.
Antecedentes literarios. Le decía más arriba que la expresión lleva proliferando entre nosotros un tiempo, pero lo cierto es que viene de más atrás y así aparece reflejada en la literatura. En su obra La honrada (1890), Jacinto Octavio Picón hace decir a uno de los personajes: “La verdad es que soy el médico joven que más trabaja en Madrid”. Y cuarentaiún años después, en Pero… ¿hubo alguna vez once mil vírgenes? (1931) Enrique Jardiel Poncela pone en boca de alguien: “Y la verdad es que, efectivamente, yo he metido en mi cama a todas esas señoras y señoritas exceptuando a aquellas con las que utilicé su cama propia”. Ya en las postrimerías del siglo pasado, en El gran momento de Mary Tribune (1999) de Juan García Hortelano y en uno de los diálogos se lee: “La verdad es que lo hago perfecto”. Vamos, en la misma línea de los futbolistas al pedir perdón por presumir, pero presumiendo. Más de lo mismo dirá usted, o no le digo yo y me explico.
‘La verdad es que’. Seguro que se ha dado cuenta de la diferencia entre las anteriores expresiones literarias y la del titular, donde el verbo brilla por su ausencia y hay total omisión de la forma de la tercera persona del singular del verbo “ser”, en su modo de presente de indicativo, “es” ¿Por qué se omite? ¿Tanto cuesta incluir el verbo? ¿Es correcta su supresión? No digo que haya que volver a antañonas y rimbombantes expresiones como “En honor a la verdad” y “todo hay que decirlo”. O a aquellas otras, reconocedoras de una total carencia de pudor, precisamente, a fin de quedar absuelto por la misma confesión: “Aunque esté mal que yo lo diga…”, “perdón por la vanidad, pero”, “no es por echarme flores”. No. No es eso, no es eso que nos diría la filosófica cita orteguiana. Pero bueno, un término medio no estaría mal, ya ve por donde voy, más o menos en la línea del gran Diccionario de uso del español (1975) de María Moliner, que la hace sinónima a otras como “a decir verdad”, “realmente”, “la verdad” o “en verdad que”. Ya veremos en que queda la cosa y hasta aquí. Busque en Youtube el vídeo ‘El señor Laverdaque y Dionisio’ de José Mota y, por supuesto, confíe en los bienhablantes y escupidores futbolistas, por cierto, ¿por qué los futbolistas escupen tanto en el campo mientras juegan?
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FUENTE: Enroque de ciencia
Hermano Lobo | Martes, 23 de Noviembre de 2021 a las 12:48:58 horas
La verdad es que el artículo es distraído, ameno, como siempre.
Saludos.
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