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Carlos Roque Sánchez
Sábado, 06 de Noviembre de 2021

‘Madame Bovary soy yo’

[Img #154952]Precedentes. Tendría que comprobarlo, pero es más que probable que en el algo más de una manita de años (arrancamos el 30 de julio de 2016, bisiesto por cierto) que tengo el placer y el honor de colaborar con este blanco sobre negro sabatino, haya expresado en algún que otro momento mis dudas acerca de la autoría flaubertiana de la cita del titular. Ya sabe, la misma con la que el escritor francés Gustave Flaubert (1821-1880) supuestamente respondía cuando, harto como estaba de que le preguntaran una y otra vez por la identidad real del personaje, él espetaba: ‘Madame Bovary soy yo’. Incluso, yendo más lejos, he llegado a manifestar en más de una ocasión mi convicción de que dicha atribución era totalmente infundada, eso sí, sin aportar la menor documentación que la sustentara. Sin duda es osada la ignorancia. Pero no queda ahí la cosa pues, para más inri y con frecuencia, lo he acompañado de una doble confesión inculpatoria, resulta que, por un lado, soy poco de fiar -fíese de mí que me conozco bien- y, por otro, además, en estos casos gusto del proverbio italiano que reza ‘E se non e vero, e ben trovato’ (“Y si no es verdad, está bien traído”). O sea, imperdonable. Sin embargo todo eso es, a partir de ahora, pasado. Aprovechando que estamos en plena conmemoración del bicentenario del nacimiento del escritor francés, me propongo aportar la fuente en la que me baso para afirmar, a ciencia cierta, que nunca escribió dicha frase. 

 

‘El hilo del collar: Correspondencia’, 2021. Es el título del libro en el que el antólogo, traductor y catedrático Antonio Álvarez de la Rosa publica una panoplia con 350 cartas del escritor francés, y donde llega a afirmar que dicha frase no aparece por ningún lado, ni en su correspondencia ni en alguno de los miles de apuntes que encierran los cuadernos de notas con los que trabajaba. Se trata por tanto de un tópico tan extendido como incierto. De hecho no fue hasta treinta años después de su muerte cuando René Descharmes, uno de los mejores especialistas en su obra, contó aquello de que una amiga de Flaubert le dijo, que le habían dicho, que alguien le había contado y que uno oyó decir, .... Bueno, ya sabe, una versión más de cuando el rumor callejero se transforma en verdad académica o la anécdota alcanza el rango de categoría. Aunque no es menos cierto que en su ingente epistolario, este gigante de la literatura hace múltiples referencias a la novela ‘Madame Bovary’, publicada a finales de 1856 por entregas en ‘La Revue de Paris’ y después, en forma de libro, al año siguiente.

 

Por ejemplo, en la carta que le manda a su amante Louise Colet donde, sobre ‘Madame Bovary’, dice: “En cuatro días he hecho cinco páginas, pero hasta ahora me divierto”. Ya ve, pasión y trabajo de la mano, siempre en busca de la palabra justa. Insustituible Flaubert. Pero Colet fue también, durante meses, un auténtico buzón reflexivo y doloroso del nacimiento de esta novela y así, en otra de las misivas él mismo explica: “Madame Bovary no tiene nada de real. Es una historia totalmente inventada; en ella nada he puesto ni de mis sentimientos ni de mi existencia”. Y en estotra donde argumenta su idea acerca de la forma de concebir la novela: “El artista debe estar en su obra como Dios en la creación, invisible y todopoderoso; que se le sienta por doquier, pero que no se le vea”. Vamos, la impersonalidad como gran principio de la estética. Por último, en esotras, aborda tanto su calvario judicial por ‘Madame Bovary’, como el ímpetu espíritu que mantuvo hasta el final.

 

Otras temáticas. Pero no quedan aquí los asuntos epistolares flaubertianos. A lo largo de las casi 4500 cartas que se conservan, podemos encontrar casi de todo como en botica. Entre ellas llama la atención por sus consecuencias literarias una destinada a Edna Roger des Genettes donde le dice: “Cuando ya no estaban los Dioses y Cristo aún no estaba, hubo, desde Cicerón a Marco Aurelio, un momento único en el que sólo estuvo el hombre”. Un fragmento que tiene su aquel pues, parece ser, fue el desencadenante de la magnífica novela ‘Memorias de Adriano’ (1951), de la belga Marguerite Yourcenar, quien la fraguó tras la idea que le inspiró la lectura epistolar. Y a todo esto, sin olvidarnos de la abundante correspondencia que el francés mantuvo con su compatriota George Sand, amiga y confesora ideológica, con quien intercambia opiniones sobre todo aquello que le parece censurable: la estupidez humana, el sistema educativo, la literatura, el arte, el periodismo, las religiones, la democracia o la igualdad de voto.

 

De muestra le dejo un imperdible botón, de 1871: “La enseñanza gratuita y obligatoria acabará con el pueblo llano. Cuando todo el mundo pueda leer ‘Le Petit Journal’ y ‘Le Figaro’, no leerán otra cosa. Y es que el burgués, el señor rico, no lee otra cosa. La Prensa es una escuela de embrutecimiento, porque exime de pensar” ¿Qué le parece el pensamiento del misógino empedernido, autor de frases como: ‘La Tierra tiene sus límites, pero la estupidez humana es ilimitada’ o ‘Le Bon Dieu est dans le détail’? Pero bueno, vamos a lo que estamos y nos trae, Flaubert nunca escribió ‘Madame Bovary soy yo’, es falsa de toda falsedad dicha atribución literaria, aunque claro, por otro lado está el proverbio italiano ‘e se non e vero, …’. O sea, que no soy de fiar. Ya le previne.

 

CONTACTO: [email protected]

FUENTE: Enroque de ciencia

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