Pequeño ensayo sobre la gilipollez
Puede llegar a considerarse que escribir sobre la gilipollez es una gilipollez en sí mismo, valga la repetición. Del mismo modo, puede considerarse también que leer sobre el tema, también puede ser considerado una gilipollez.
Defiendo que la gilipollez debe ser considerada un derecho constitucional. Cada cual es libre de ser un gilipollas.
Desde mi punto de vista, si ese derecho no está recogido en la Constitución, vamos tarde.
Según la Real Academia de nuestra Lengua, la gilipollez se define como dicho o hecho propios de un gilipollas. Y la definición de gilipollas por parte de la RAE es la de necio o estúpido.
Tanto gilipollez como gilipollas son términos mal sonantes. Pero queda más de la calle decir que la elección de ser gilipollas es totalmente constitucional a expresar que “ser necio o estúpido” forma parte de los derechos recogidos en nuestra Constitución.
Desde el punto de vista de la Psicología, existen diferentes modelos de gilipollez.
Está el “listonto”. Se refiere a que la gente lista puede actuar estúpidamente por el mero hecho de ser listos. El caso más habitual son las discusiones donde se busca tener la razón y ganar el debate (con abstracciones y razonamientos innecesariamente complicados) en vez de encontrar una solución.
Está también la gilipollez automática, que es la repetición continuada de los mismos errores por no prestar la atención debida. Un recurso de este tipo de gilipollas consiste en plagiar el formato de cualquier opinión por poseer un intelecto un poco debilitado para exponer sus ideas sin necesidad de copiar la estructura que quiere rebatir.
Existen otros modelos, pero este artículo no trata sobre la gilipollez desde un enfoque científico sino como un derecho constitucional.
No cabe duda de que uno de los vaticinios de la gilipollez es lo que se llama “la ignorancia valiente”. O sea, lo que se ha dicho siempre de que la ignorancia es atrevida. Hay personas que se meten en situaciones que requieren de conocimientos, pero que se atreven con todo. Ya se sabe que en este país nuestro (no sé en el resto), sabemos de todo sin tener un Título Universitario. Todos conocemos a alguien que entiende de leyes sin haber estudiado Derecho; de Urbanismo, sin ser arquitecto; de adjudicaciones administrativas sin tener ni idea de Derecho Administrativo...
Son los que se acuñan con el término “cuñadísimos”, me parece.
A veces alguien, conocedor de este axioma (el de que la ignorancia es atrevida) lanza un mensaje y los gilipollas se lo creen. Por ejemplo, hace algunos días leí un comentario de algún gilipollas que afirmaba que la actual Política Exterior española nos ha llevado a la marginación de Europa y de los Estados Unidos. He afirmado que tal afirmación ha sido escrita por un gilipollas porque desconozco a su autor, dado que utilizaba un seudónimo para proclamar tal pensamiento.
Añadir, para ir finalizando, que la gilipollez es un concepto meramente subjetivo. Subjetivo, no para el que lo es, sino para los que te ven como tal. Esto es, nadie se considera a sí mismo como un gilipollas; son los demás los que te perciben como tal. O sea, la gilipollez objetiva no existe, entre otras razones porque no es cuantificable, solo cualificable. No se si me entienden, o si me he explicado.
A muchos de ustedes, este artículo le habrá parecido una auténtica gilipollez. En cualquier caso, no cometan la gilipollez de comentarlo. Si lo hacen, pueden caer en la regilipollez. Y nunca voy a defender que la regilipollez sea considerada un derecho constitucional.
Verderón | Domingo, 24 de Octubre de 2021 a las 11:02:01 horas
En España para opinar o comentar sobre cualquier tema no hace falta tener titulo universitario e incluso para trabajar en la universidad en una cátedra por encima de doctores ( Véase el caso de Begoña Gómez presidenta consorte de España) en la universidad complutense.
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