Juan Montes
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VIVENCIAS INOLVIDABLES
La aldea de El Rocío no es lugar de paso hacia ningún otro, no es parte de una ruta posible, no es punto intermedio de itinerario alguno. La aldea es meta en sí misma, fin de trayecto, término de viaje. Allí concurren cada año miles de rocieros que buscan de manera incesante disfrutar de la Madre de Dios en su advocación de Rocío. Hacer el camino es recuperar unos modos ancestrales nómadas, en los que el inconsciente se gratifica acompañado de toda una serie de signos identificativos del pueblo que va al Rocío. Es por ello que, en esta ocasión, quiero narrar las vivencias obtenidas a través de dos rocieros, uno almonteño y otro roteño, ambos enamorados de la Virgen del Rocío.
Hace no sé cuantos años, Paco "El pagüelo", visitaba la aldea siendo aún un chiquillo e iba conjugando las peregrinaciones con estar junto a Ella en la noche de Pentecostés. Pasan los años, Ecos del Rocío toma cuerpo y desde entonces, han sido en múltiples ocasiones las visitas realizadas a la Blanca Paloma.
El Rocío 2011 va a caracterizar en la persona de Paco como una experiencia vivida digna del mejor de los elogios. Eran las claras del día alrededor de las 7.15 de la mañana del lunes de Pentecostés, el lunes del Rocío. Hacía unas horas que el estallido de cohetes anunciaba el acontecimiento que cada año se produce, el encuentro de la Madre con sus hijos rocieros venidos de todas partes del mundo, con la Virgen ya en las calles de la aldea se para el tiempo, se detiene el aire, se estremece la marisma y mientras de las andas que portan a la Virgen un reguero incesante de almonteños y rocieros entran y salen felices de cargar bajo sus hombros a la Blanca Paloma. Entre esos rocieros peregrinos por Doñana salía de las andas de la Virgen un almonteño cansado, exhausto pero a su vez feliz por llevarla bajo sus hombros. La cosa no quedaba ahí. Como caído del cielo frente a él estaban disfrutando de la Virgen junto a las hermandades de Triana y Sanlúcar de Barrameda los integrantes del grupo rociero roteño Ecos del Rocío con sus respectivas esposas en un amanecer limpio sin nubes con una temperatura ideal.
Se acerca a Paco el almonteño y le dice "no te muevas de ahí que vuelvo enseguida que voy a meterte debajo del paso para que lleves a la Virgen que tengo una promesa". Nada más volver, le explica a Paco con cara de circunstancia y apenado, que su hermano había muerto en accidente de tráfico el pasado año y le había prometido que cuando te viera en la aldea que iba a meterte debajo del paso de la Virgen porque era un enamorado de tus canciones, de Ecos y de ti en particular... Paco se despoja de sus complementos que llevaba puesto y junto a dos almonteños paso a paso se va adentrando entre la multitud hasta llegar a las andas de la Virgen. Estuvo cargando con su hombro izquierdo durante alrededor de unos diez minutos, tal fue la experiencia que en tan solo unos instantes salió de la multitud con pasillo inexplicable y con la satisfacción de ver cumplida su promesa. El almonteño se marchó llorando fundiéndose en un abrazo con Paco llenando de felicidad el momento vivido por esa doble experiencia de volver a cargar a la Virgen y ayudar a cumplir la promesa del almonteño rociero.
Paco nos cuenta su experiencia y siente escalofríos por la cita vivida, un acto de bondad y como no, de entrega hacia los demás. Esas raíces evangélicas mostradas a través de la devoción a la Virgen marismeña en cada peregrinación a la aldea, en cada cita programada nos lleva a reseñar que la fe se hace cultura. Los pueblos rocieros han recibido a lo largo de los siglos numerosas influencias culturales que les han dado características propias. La religiosidad popular surgida es fruto de la presencia fundamental de la fe católica.
Paco vivió en el Rocío una de sus experiencias más gratificantes que le ha deparado la vida misma. Sensaciones positivas ante el deseo de un humilde almonteño de cumplir una promesa. Su hermano desde las marismas azules del cielo supo esperar al amanecer rociero para ver desde las alturas a su hermano junto a Paco “El pagüelo”, componente de ese magnífico grupo denominado Ecos del Rocío que acompañaba en cada ruta laboral con su sintonía musical y sus sevillanas a tantos y tantos conductores por las rutas nacionales e internacionales, cargar bajo sus hombros a la Virgen del Rocío. Y es que la promesa fue cumplida con la humildad que a Paco le caracteriza. Hombre noble donde los haya.
El Rocío es la peregrinación pero también es la misa en recuerdo de un amigo que se fue para siempre a los cielos, es la explosión de júbilo y de fe de los días de romería y es la espera de todo un año hasta que llega el encuentro con la Señora. Esa fe invisible que toma cuerpo en los ojos de los que le rezan a la Blanca Paloma. El Rocío fue una mañana de junio donde se unieron en abrazo dos provincias, dos pueblos, dos hermanos rocieros. La promesa cumplida llenó de felicidad a quienes aportaron con ello aquellos momentos vividos. Rota y Almonte unidos en un mismo sentimiento.
Mondel












María Periañez calle | Jueves, 20 de Marzo de 2014 a las 17:29:00 horas
Me parece impresionante la experiencia y satisfacción a la vez,por cosas del destino en el 2011 mi sueño se hizo realidad de poder visitar la tierra de Jesús ,tierra santa .
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