Quantcast
Carlos Roque Sánchez
Sábado, 25 de Septiembre de 2021

Del final del veraneo, el verano y el veroño

[Img #152298]31 de agosto. Tres son los sustantivos que conforman la cabecera de esta primera entrada otoñal, como tres eran las hijas de Elena y ninguna de ellas buena. O eso al menos nos cuenta el cuento que, después de todo, vaya usted a saber lo que dice o quiere decir. En cualquier caso, espero que no sea así lo que hoy nos trae sino todo lo contrario, y que para ustedes lo fueran los dos primeros ya finiquitados y, también lo sea el tercero recién empezado, aunque ya veremos como acaba. Se lo digo porque escribo estas líneas frente al mar, en la mañana del penúltimo jueves septembrino que ha amanecido gris y con algo de viento de levante. Es decir que cuando lea estas líneas, ya habremos superado con creces la fecha que, por convenio social, resulta ser el lugar común para una gran mayoría de españoles, a la hora de decidir la fecha que marca el fin del veraneo, vamos la del 31 de agosto. Un final bien sabido y consensuado, de hecho, hasta no hace mucho, muy consensuado, si bien no es menos cierto que los hombres cambiamos, también lo hacen las circunstancias y, por ende, las costumbres. Pero a lo que voy, en el inconsciente colectivo, el final agosteño es sinónimo de adiós. Adiós veraneo, adiós. Es lo que subyace, esta es mi sensación, en la canción ‘Amor de verano’ (1963) del grupo de pop español Dúo Dinámico, aunque todos la conozcamos como ‘El final del verano’, que en realidad son las primeras palabras de su letra: ‘El final del verano / llegó y tu partirás. / Yo no sé hasta cuando, /este amor recordarás’. Pero tengo para mí que no se refiere al final del verano astronómico, ni siquiera al del meteorológico, sino al final del veraneo, es lo que creo, quiero o necesito creer. Otra cosa bien distinta es el final del verano.

 

22 de septiembre. Un hecho natural que no siempre es tan bien conocido, ni por tantos, y que además no admite consenso. Me refiero al exacto final del verano astronómico, que parece que sea igual, pero resulta que no es lo mismo, veraneo y verano, pues no suelen coincidir sus finales. Una cosa es el periodo de diversión estacional, algo humano y sometido a su voluntad, y otra la duración de la estación astronómica, sobre la que sólo mandan las inexorables leyes del universo. Ya ve por donde voy, estas cosas pasan. Y la de este año del Señor de 2021, segundo de la pandemia COVID-19 y aún con mascarillas y restricciones de índoles diversas, acabó el pasado miércoles a las 21 h 21 min, hora oficial en la España peninsular, las 20 h 21 min en Canarias. Es la previsión del Observatorio Astronómico Nacional -dependiente del Instituto Geográfico Nacional que pertenece al Ministerio de Transportes, Movilidad y Agenda Urbana- para esta linde estacional, que tuvo lugar con el fenómeno astronómico del equinoccio de septiembre. Sabido es que el verano suele andar emparedado entre la primavera y el otoño, que es casi como decir entre el alfa y el omega de los ya antañones termómetros mercúricos.

 

29 de septiembre. La tercera fecha implicada en el titular y asociada a su última palabra, veroño, un nuevo término del que ya publicamos hace unos años una ‘Opinión’. En realidad un palabro -acrónimo formado al unir la primera parte de verano con la última de otoño- creado para nombrar y significar estos días que estamos pasando desde el equinoccio. Días con un frío que pela por la mañana, un calor sofocante a mediodía y fresco al anochecer, y que son tan antiguos como el hilo negro, solo que antes no se les llamaba así. Eran, y para muchos aún lo siguen siendo, los días del “veranillo de San Miguel”, “de los arcángeles” o “del membrillo’, que de todas estas formas son conocidas las susodichas fechas de finales de septiembre, el noveno mes del año gregoriano a pesar de su nombre. Unos días que empiezan alrededor del por venir 29 de septiembre -festividad de San Miguel y los arcángeles San Gabriel y San Rafael- y continúan, ya más metido en la estación otoñal, con el de San Martín, el próximo 11 de noviembre (‘El veranillo de San Martín dura tres días y fin”, nos dice el refrán). O sea, altas temperaturas y sequedad ambiental veraniegas, trasladadas a los otoñales octubre y noviembre que ya nuestros padres, abuelos y ancestros conocieron y padecieron también, sólo que la llamaban de otra forma. Nuevas palabras pues, para viejos sucedidos, ya ve, siempre hay que volver a los clásicos, ‘nihil novum sub sole’.

 

CONTACTO: [email protected]

FUENTE: Enroque de ciencia

 

 

Comentarios Comentar esta noticia
Comentar esta noticia

Normas de participación

Esta es la opinión de los lectores, no la de este medio.

Nos reservamos el derecho a eliminar los comentarios inapropiados.

La participación implica que ha leído y acepta las Normas de Participación y Política de Privacidad

Normas de Participación

Política de privacidad

Por seguridad guardamos tu IP
216.73.216.111

Todavía no hay comentarios

Con tu cuenta registrada

Escribe tu correo y te enviaremos un enlace para que escribas una nueva contraseña.