En ciertos aspectos vivimos en un entorno construido a base de trampantojos cognitivos.

Acorde a sus ideas, algunos dibujan un artificio tan sumamente estudiado que provoca que otros muchos se lo crean. No resulta demasiado complicado crear una trama y lanzarla como un hecho verídico en este mundo tecnológico de la información y las comunicaciones en que nos movemos. A eso se une la falta de espíritu crítico y la carencia de razonamiento para discernir lo verdadero de lo falso por parte de esos “creyentes”.

Basta lanzar una grabación en la que un inmigrante explica que recibe una paga mensual por el hecho de haber llegado a  nuestro país, para que un sector de la población se lo crea. No cuestiona esa ciudadanía confiada que sería insostenible, dentro del presupuesto del Estado, semejante gasto. Sobre todo si nuestros pensionistas se vienen manifestando cada lunes en toda la geografía hispana reclamando unas pensiones dignas para todos y la respuesta que se recibe es “que hay que cuadrar los números”.

Los montajes fotográficos unidos a una nota escrita resultan muy concurrentes si se quiere expandir un falso mensaje. El lema “una imagen vale más que mil palabras”, adquiere en estos casos todo su valor. Jugar con la falta de reflexión de la gente se convierte en un buen arma para lograr los objetivos que se pretende en cada caso.

Esos bulos, bien analizados, no son más que un timo dirigido al raciocinio y a la falta de aplicación de la lógica por parte del personal.

Los chismes siempre han formado parte de las relaciones humanas. Pero en época pre-tecnológica estaban muy localizados en entornos reducidos. Hoy las trolas campan a sus anchas. Se lanza el mensaje, cual red, y siempre se suele pescar algún que otro besugo.  No se puede negar que, a base de estas patrañas, los programas de televisión de más audiencias son los que contienen en sus parrillas este tipo de formato.

El aforismo que expresa que “una mentira muchas veces repetida adquiere carácter de verdad” se puede contrarrestar analizando el contenido y no solo aceptándolo sin más.

“Ver es solo un ejercicio para la vista; observar es un ejercicio para el pensamiento”, que diría Javier Aroca.