La caja azul
La de toda la vida. Hace unos días, mientras paseaba por la ya septembrina pero aún estival playa roteña, la vi en las manos de una señora que justo en ese momento la sacaba del bolso. Y no pude por menos que sentirme atrapado por una imagen que me retrotrajo a buena parte de la infancia y juventud de mis hermanos y la mía propia, allá en la onubense playa de Mazagón. Solo que entonces eran las manos de nuestra madre las que sostenían a esta vieja y antañona conocida, la metálica caja azul de crema con los caracteres en blanco y nombre en mayúsculas escrito en el centro, NIVEA. Un producto de benéficos efectos cosméticos, que a lo largo del tiempo ha estado presente en la vida de muchos de nosotros, aunque no siempre nos percatemos de ello. Algo así a cuando miramos, pero no vemos, que no es lo mismo mirar que ver, como tampoco lo es oír que escuchar. Pero yendo a lo que vamos y por lo que tengo leído, estamos ante la crema cosmética para la piel con más éxito de todos los tiempos, pues fue inventada en 1911, así que estamos en su 110.º aniversario, y este es un acontecimiento temporal que no todos los productos pueden celebrar. Pero ella sí y no le faltan méritos. Aunque resulte vulgar hablar de números ha de saber que en la actualidad, y a pesar del siglo largo transcurrido, comercializa más de cien millones de estas latas al año. O sea. Pero no van por ahí los intereses de esta ‘Opinión’.
De amplio espectro. Prefiero centrarme en el sinfín de beneficios que mi madre en casa le encontraba y para toda la familia. He pedido ayuda a mis hermanos para hacer memoria de esta crema multiuso y, a riesgo de dejarme alguna entre teclas, este es el listado de aplicaciones basadas muchas de ellas en su enorme potencial de hidratación. La utilizaba prácticamente para todo el cuerpo, entiéndase, rostro, labios, manos, codos, cutículas, rodillas o grietas de los pies. Naturalmente también la aplicaba como ‘aftersun’ en los días de playa, para una quemadura no grave con algo caliente y en dermatitis leves. Ella, personalmente, hacía uso de la crema como desmaquillante, anti ojeras, anti edad en la zona de los ojos, pomada capilar y, puntualmente, para prevenir las estrías del embarazo (fuimos siete hermanos). Pero su afición por la crema le llevaba a emplearla a veces, de manera alternativa, para quitar ciertas manchas de tinta, cuidar un sillón de piel, mejorar una puerta o contraventana o dar brillo a un bolso, cinturón o zapato. O sea, que. Así eran nuestra madre y la archiconocida crema cosmética de la caja azul que, dicho sea de paso, no siempre fue así. Me explico.
Al principio ni era azul la caja ni cosmética la crema. Tal cual lo lee. Creada por tres alemanes -el farmacéutico y empresario Oscar Troplowitz, el químico Isaac Lifschütz y el dermatólogo Paul Gerson Unna-, en un principio iba destinada a fines médicos. Sin embargo, gracias a su gran capacidad cosmética y a que la emulsión de agua en aceite con la que estaba fabricada, Eucerit, inventada por Lifschütz era muy estable, se optó por un giro comercial. Se decidió que no sería médica sino cosmética, y como tal se lanzó al gran público, un nuevo producto de belleza que se comercializó en una lata. Una bien diferente a la actual -su decoración era verde-amarilla con un toque de inspiración ‘Art Nouveau’, vamos lo que hoy llamaríamos un vintage clásico-, que se mantuvo hasta la década siguiente cuando, en 1925, se sustituyó por la icónica lata de color azul. Uno de los diseños más reconocibles y famosos del mundo, que se ha mantenido sobre todo como referente comercial, si bien hemos de destacar su capacidad para conservar inalterables los componentes de la crema durante mucho tiempo. Por cierto, las actuales cajas de aluminio son más ligeras pues han reducido su masa en un 6 %.
Lo que no ha cambiado a lo largo del tiempo es su nombre que, etimológicamente, proviene del latín ‘nix, nivis’ que significa “nieve”. De ahí Nivea, el nombre de la marca, del adjetivo ‘niveus / nivea / niveum’, es decir, “níveo/-a”: de color blanco como la nieve. Algo que tampoco ha cambiado desde sus inicios es su fórmula compositiva básica, exenta de conservantes, si bien se han mejorado ciertos aspectos químicos gracias a los últimos avances científicos. También sigue manteniendo su textura y fragancia pues en su fórmula magistral encontramos, fiel a sus orígenes: bergamota, naranja, lavanda, rosa, lila y lirios. Y en su INCI cualitativo hallamos pantenol, Eucerit, glicerina, entre otros muchos, del cuantitativo ya sabe que por ley no puedo decir ni mu. Y hasta aquí llego con la icónica caja azul. Si está interesado me lo hace saber y: le cuento alguna que otra leyenda urbana; recordamos su mítico balón hinchable, un accesorio de las vacaciones; o sus revolucionarias campañas publicitarias. Sin olvidarnos de otros aspectos sociales, humanos y científicos relacionados con el siglo pasado siglo XX, la tripleta de creadores y el propio proceso fabril. Quedo a la espera.
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FUENTE: Enroque de ciencia
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