Me sale sal
Creo que hablo en nombre de todos cuando digo que hay días en los que te preguntas el porqué de haberte levantado esta mañana, para acabar estando hasta el cuello de marrones en los que tú mismo te has metido, y del cual para salir vas a tener que cometer cagadas inimaginables. Bienvenidos al día a día de una persona cualquiera. A lo que me refiero es que hay días que, simplemente, te entran ganas de estampar todo contra la pared. Sé que suena bastante brusco y basto, pero es solo un decir, no os estampéis. Como dicen, la práctica hace al maestro, o algo así, lo que no te dicen es que el maestro se frustra en la mayoría, si no es en su totalidad, de las obras que realiza. Para que luego le critiquen y no vean el curro que tiene hacer lo que ha hecho.
Pero así es la vida, ¿no?. Sin estos vaivenes no habría emoción ni tensión, y nuestra vida sería como una vía de tren, que avanza, a velocidad fija, con un rumbo destinado y una ruta única. Por eso nuestras vidas se parecen más a una montaña rusa, de esas gigantescas que suben hasta las nubes y descienden a toda velocidad hacia el suelo raso. Son dos extremos totalmente diferentes, pero lo curioso es que se complementan. En tu día a día, tienes momentos de relax, quizás viendo un poco la tele o leyendo un libro antes de dormir, y también tienes momentos de tensión, frustración, duda, quizás en el trabajo o escuela, o cuando vas al súper solo a por una cosa, y justo esa cosa está agotada. Y es en estos últimos momentos, cuando si intentas trabajar o hacer algo productivo, te va a salir mal. Lo peor es que hay veces que incluso, intentando escribir “todo me sale mal” en WhatsApp, terminas escribiendo “todo me male sal”. De ahí el título de este artículo. Ahora quiero que os imaginéis como dibujantes, de cualquier época, la que queráis. Cada vez que hacéis un dibujo, tenéis que hacer 7 bocetos diferentes, 4 hojas o folios, y además solo tenéis una cajita de colores, un lápiz, una goma y un sacapuntas. Y necesitas todo esto porque todo te sale mal, así que tienes que gastar muchos materiales, además de que aún no eres un gran maestro, por lo que todavía tienes que perfeccionar tu técnica, encontrar tu estilo, y todas esas cosas.
Seguramente, al imaginar esta situación, te pueda entrar angustia, ansiedad, desmotivación, y cosas parecidas. Pero ojo, recordemos que todo en esta vida no es de color negro. Propongamos, pues, el mismo enunciado, pero esta vez mirando un poco el futuro. Imagina que después de hacer el dibujo anterior, se lo mandas a alguien, y este sujeto lo flipa. Le gusta tanto el dibujo que te propone presentarlo a un concurso local anual, donde el premio es bastante dinero, y a ti te viene muy bien (¿a quién no?). Esa persona te convence, lo presentas, llega el fallo del jurado y… ¡Has ganado! Ganas fama, la gente empieza a pedirte encargos y haces de tu hobby un trabajo. Increíble, ¿no? Debes sentirte afortunado, eufórico, entusiasta, y en resumen muy, muy feliz. Ahora imagina que por toda la carga “negativa” que conllevaba el proceso del dibujo, lo hubieras dejado a medias. Eso ya no te gusta tanto, ¿verdad? Lo que quiero decir con todo esto es que, aún que parezca que la tormenta es infinita, en cualquier momento cesará y vendrá la calma. Soñar es gratis, así que, ¿Por qué no intentarlo?
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