¿Y ahora qué hacemos?
Hace relativamente poco tiempo nos enteramos de un nuevo caso de desaparición de menores en España, más concretamente en Tenerife, Islas Canarias. El 27 de abril, de este año, fue la última vez que Beatriz Zimmermann volvería a ver a sus hijas, Anna y Olivia. El culpable: el padre de las pequeñas, Tomás Gimeno. Su objetivo era hacerle todo el daño posible a su expareja, Beatriz. Según los investigadores del caso, la actuación de Tomás fue totalmente atroz y premeditada. Primero, recoge a Anna de casa de su madre, y a Olivia de la escuela. Acto seguido, lleva a Anna a la casa de sus abuelos por parte paterna, dejándola allí, y a Olivia al club de tenis. Mientras que estaba solo, fue al puerto y probó el motor de su barco. Cuando llegó la hora, recogió a las pequeñas de los respectivos lugares donde se encontraban y las lleva a su casa. Allí termina con sus vidas y envuelve sus cuerpos en bolsas de basura, que vuelve a envolver en toallas y que mete en bolsas de deporte. Más tarde, va a casa de sus padres y, sin que ellos se enteren, deja a su perro, dos tarjetas de crédito con sus claves y las llaves de un Alfa Romeo de su propiedad. Va al puerto y sale de la isla. Una vez fuera, le dice a Beatriz que nunca volverá a ver a sus hijas, que iban a empezar una nueva vida. Finalmente lanza a las niñas al mar, estando estas atadas a un ancla. Tomás da varias vueltas y al final, se supone, se suicidó lanzándose al mar, al igual que sus hijas. Tiempo después de estos hechos, llega un buque para realizar la búsqueda de las pequeñas y del asesino. Logran encontrar el cuerpo de Olivia, la hija mayor, y algunos objetos que podían pertenecer a los desaparecidos. Pero los equipos no estaban preparados y testificaron que era completamente inabordable, por las corrientes marinas. En estos momentos, Beatriz dice que está agradecida por los servicios de búsqueda, porque si no ella iba a estar buscándolas toda la vida y ahora, dice, las siente a su lado. Año tras año, tanto desapariciones como otros crímenes son registrados por programas de televisión, intentando buscar ayuda, pero siempre tienen el mismo final agrio, amargo y deprimente. Todos los que hemos estado al tanto de todos esos casos de desaparición, sabemos que normalmente ese final es inevitable, pero, al menos en mi caso, nunca los olvidaremos.
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