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Carlos Roque Sánchez
Sábado, 12 de Junio de 2021

Marilyn Monroe y N.º 5 Chanel (y 2)

[Img #147321]N.º 5 Chanel, la historia de un perfume. Ya ve, una inocente picardía la de la desnudez perfumada (‘Just a few drops of N.º 5’) de la semana pasada, pero es que la actriz se propuso no decir que dormía sin nada puesto. Y lo consiguió, como también, aunque esto probablemente sin proponérselo, condensar toda la sensualidad del mundo en un pequeño frasco de cristal al que ya sí, había catapultado a estatus de icono carnal. Por cierto, no le he contado nada del perfume, toda una intrahistoria con rango de categoría, dentro de esta historia y que seguro ya se habrá imaginado me propongo a hacer. N.º 5 Chanel, así escrito y no al revés, Chanel n.º 5, aunque sea ésta como normalmente se suele ver. Le hablo del archi famoso perfume que la gran modista Coco Chanel mandó fabricar a uno de los perfumistas de referencia en la Europa de principios del siglo pasado, Ernesto Beaux. Y con el mandato una sola indicación, “No quiero un perfume que huela a rosas sino a mujer”, eso era todo lo que le pedía y que el ruso tuvo listo un mes de mayo de hace ya un siglo. Así que andamos de celebración del centenario de la icónica esencia, cien años ya sin que su fórmula apenas haya experimentado cambios, ni cualitativos ni cuantitativos. Una composición excepcional y novedosa que lo ha hecho eterno, y cuya fórmula magistral sigue siendo sin duda todo un misterio, uno de los secretos mejor guardado de la historia de la humanidad, aunque, desde el punto de vista químico, perdone la deriva profesional, algo le puedo descubrir de ella.

 

La química del N.º 5 Chanel. Fue excepcional su composición porque, mientras en esa época los perfumes se preparaban a partir de una sola nota floral, el Chanel está compuesto por un buqué floral que incluye más de 80 ingredientes, entre ellos: la verdosa-amarillenta o en ocasiones rosa, flor del ylang-ylang, un árbol oriundo de la India, Java y Filipinas; la flor de azahar, asociada normalmente a la del naranjo aunque también a la del limón y el cidro; la rosa, flor del rosal de la que, como en las anteriores, se extrae aceite esencial que se utiliza en perfumería, cosmética, medicina (fitoterapia) y gastronomía. Además del jazmín, tan apreciado en Andalucía como objeto de adorno en el pelo, para ahuyentar a los mosquitos o para fabricar té; la madera de sándalo de India; la vainilla de Bourbon, un tipo de orquídea; las ‘rosas de mayo’, unas flores silvestres mexicanas; el nerolí de Grasse; y un largo, largo, etcétera.

 

Y fue novedosa, porque llevaba dos materias primas que lo cambiaron todo: el vetiver de Bourbon, una planta medicinal, que a partir de ese momento se convertiría en uno de los mejores estabilizadores de fragancias en la industria cosmética; y un compuesto orgánico sintético que estudiamos en la química bachillera y sirve para intensificar y fijar todos estos olores florales, los aldehídos. A propósito de la inspiración que le llevó a crear esta fragancia, Beaux, parece ser que declaró en alguna que otra ocasión, que ésta surgió cuando regresaba del círculo polar ártico en plena primera guerra mundial y durante el fenómeno del Sol de medianoche. Según el perfumista, los lagos y los ríos emitían un aroma fresco y muy perceptible que fueron la fuente de la inspiración. Y si él lo afirma así será, que quien es uno para cuestionarlo. Pero bien pensado, si le soy sincero, en puridad no sé qué decir al respecto porque, por otro lado, me consta que no hizo otra cosa que reelaborar el ‘Rallet n.º 1’, una fragancia que había creado para la dinastía de los Romanov, antes de que los bolcheviques acabaran con el zarino imperio ruso. Así que, a saber.

 

N.º 5 Chanel, la historia de un nombre. También existe alguna que otra versión sobre el origen del nombre. La más simple -y por tanto la más probablemente cierta, por aquello de la afilada navaja de Occam- es la que habla de que fue el dígito de la muestra, de las diez que le presentó numeradas el perfumista a la diseñadora, que más le gustó. En su opinión, un nombre que se alejaba de la pomposidad que tenían otros perfumes de la época y, además, era fácil de recordar pues no necesitaba ser traducido. Lo que está bien pensado. Aunque ciertos supuestos exégetas prefieren una explicación más mistérica que entronca con la pseudociencia de la numerología, en concreto con la simbología del número 5, al parecer el preferido por Gabrielle Chanel que lo asociaba a la buena suerte. Según esta credulidad, dicho número representa la perfección humana pues cinco son los dedos de la mano, cinco las puntas de una estrella, cinco los bienes de la felicidad, cinco los sentidos, cinco los sabores, bueno ahora son seis, y así ‘ad nauseam cinqueña’. Ya saben, no es más que una tontuna ignara como tantas otras, pues sepa que podemos desarrollar un argumentario igual de estulto para cualquier otro número, para cualquiera.

 

El resto es historia más o menos conocida. Con un innato sentido comercial, Chanel extendió la superstición allá donde pudo y le interesó. Desde su propia casa donde, en el techo de una de las habitaciones lucía una lámpara de cristal con las C del logo, la G de su nombre y el número 5 entrelazados. Pasando por los desfiles de moda, en los que su colección siempre salía en quinto lugar, o el mes en el que se decidió lanzarlo al mercado, mayo, es decir el quinto (5.º) del año. Hasta llegar a que este guarismo es el número de versiones sacadas del perfume, por ahora, y a que cinco es lo que suman los dígitos de este Año del Señor de 2021, un año del que ya sabe, para más ‘inri’, es el de su centenario, un múltiplo por otro lado de cinco. En fin, más de lo mismo, beocias seudocientíficas de ayer y siempre, o cuando no cabe un tonto más. N.º 5 Chanel, cien años de un perfume que sirvió de pijama o no.

 

CONTACTO: [email protected]

FUENTE: Enroque de ciencia

 

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