El sucedido del pollo volador
‘Cañón de pollos’. Aunque hubiera preferido congelarlo por un tiempo antes de exponérselo, cuando lo lea comprenderá el porqué de esta mi cuita, aquí tiene sin más dilación lo prometido en relación con un pollo que vuela. Resulta que, a finales del pasado siglo XX, y con la puesta en marcha en nuestro país de los trenes de alta velocidad, los ingenieros españoles mostraron cierto interés por un dispositivo que se dio en llamar el “cañón de pollos”. Un ingenioso mecanismo diseñado de forma conjunta por la Agencia de Aviación Norteamericana (FAA) y la Administración Nacional de Aeronáutica y el Espacio (NASA), destinado a comprobar vía empírica la resistencia del cristal de los parabrisas de las aeronaves, al impactar con un ave en vuelo. Sin lugar a duda, una investigación de lo más conveniente por tranquilizadora y necesaria. En esencia se trataba de una especie de cañón que disparaba a distintas velocidades, un pollo muerto en dirección al parabrisas de un avión, que estaba en reposo en tierra. Se simulaba así la realidad en la que, como sabemos, ambos están en movimiento. Una variante más segura, a qué dudarlo.
Experimento en busca de teoría. Como es probable que recuerde de la física bachillera, el funcionamiento del método está basado en el concepto físico de movimiento relativo y en los principios de conservación tanto del momento lineal (p) como de la energía (E). En definitiva, estamos hablando de mecánica clásica, entendida en el sentido newtoniano. Y con los datos técnicos del disparo se procuraban reproducir todas las condiciones mecánicas (cinemáticas, dinámicas, energéticas) con las que el ave alcanzaría al avión en vuelo, de modo qué, si el parabrisas resistía la prueba del impacto del pollo en el laboratorio, también superaría una colisión con un pájaro en un vuelo real. Y del dicho pasaron al hecho, con la alegría de que, en la práctica, el dispositivo funcionó a la perfección en los centenares de pruebas efectuadas tanto por la NASA como por la FAA. De ahí que, tras hacerse público, mostraran interés por él los ingenieros españoles. Querían utilizarlo con los parabrisas de las nuevas locomotoras del AVE. Y le pidieron uno. Pero…
‘… Spain is different’. Nada más tenerlo en su poder, los ingenieros españoles procedieron a instalarlo y realizar unas pruebas con un tren, en una estación que habilitaron al efecto. Nunca lo hubieron intentado. En el primer tiro que realizaron el pollo reventó el vidrio frontal, destrozó el panel de instrumentos, rompió el asiento del maquinista, malhirió a uno de los ingenieros presente en la prueba, hirió a dos técnicos, atravesó la cabina de la locomotora, perforó el tabique trasero y se empotró en la pared delantera del primer vagón. Impresionante. Por supuesto que no se atrevieron a realizar un segundo tiro. Alarmados se preguntaban sobre lo qué había pasado y lo cierto es que estaban entre desorientados y sobrecogidos. De modo que repasaron de nuevo las condiciones del experimento, analizaron los efectos, vieron los vídeos de la prueba, tomaron declaración de los testigos oculares, interpretaron los resultados obtenidos, redactaron informes, etcétera. Y nada de nada. Por más vueltas que le dieron, no encontraban ninguna explicación.
“Houston, tenemos un problema”. Por eso, ni cortos ni perezosos, elaboraron con toda la información que pudieron recopilar un dossier y lo enviaron a los EEUU. Pedían su opinión y un informe al respecto, acerca del motivo del mal resultado de la prueba, con una corrección de lo que se hubiera hecho mal. Una nueva versión de “Houston, tenemos un problema”, con la ventaja también de que no había pasado ni una semana, cuando les llegó la contestación. Era sorprendente tanto la rapidez que se dieron, como la forma en la que lo hicieron pues les llegó en dos sobres cerrados, numerados y con un texto. En el que llevaba el número 1 rezaba: VALORACIÓN PERSONAL. En el que llevaba el número 2 decía: CONSIDERACIÓN PROFESIONAL.
Abriendo sobres. Al abrir el primero leyeron: “Busquen la novena entrada de la página 1039 del Diccionario de la Lengua Española de la RAE, edición vigésima primera”. En el segundo, el de la consideración profesional, venía la solución. Breve, directa, seca. Decía así: “En la próxima prueba van a repetir los mismos parámetros anteriores, pero introduciendo una variante: ¡Descongelen al pollo, previamente!”. Sin duda España sigue siendo diferente. Y por mi parte nada más, ya me dirá usted, si lo tiene a bien, cual es la respuesta a lo que venía dentro del sobre 1, donde recomendaban buscar la novena entrada de la página 1039 del Diccionario de la Lengua Española de la RAE, edición vigésima primera. Pero por si no se quiere molestar, total, ya se la adelanto eso sí con mis disculpas por delante, la entrada es … Bueno, me lo he pensado y mejor la busca usted mismo.
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FUENTE: Enroque de ciencia
Hermano Lobo | Lunes, 03 de Mayo de 2021 a las 10:40:24 horas
Como fiel seguidor tuyo, por el general interés de tus artículos, los cuales siempre me enseñan o recuerdan algo, me permito expresarte mi decepción por éste.
El archiconocido chiste es, al revés, idéntico y de tan mal gusto como el otro que llevo recibiendo, año tras año por wasap, sobre la conversación de los listísimos fareros gallegos y los estúpidos oficiales de la VI flota.
¡Que le vamos a hacer!
Saludos.
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