Arguiñano, el muslo de pollo y la carretera
‘Rico, rico y con fundamento’. Ha pasado ya más o menos un mes desde que le escribí sobre un inquietante dilema existencial, el de por qué el pollo cruzó la carretera, y acerca de un versus gastronómico, el del muslo-pechuga del beasainense Karlos Arguiñano (1948), y la verdad es que no tenía pensado volver sobre ellos. Sin embargo, correos llegados al blog con más de un comentario interesante por parte de algunos lectores, me han hecho reconsiderar dicho pensamiento de no retorno. Verá por qué. Uno de los comentarios iba dedicado al ínclito cocinero, presentador de televisión, actor, escritor, empresario español -y vaya usted a saber cuántas cosas más, que de todo es muy capaz y capataz-, y me hacía saber que, a sus 72 años, acababa de recibir el Premio Nacional de Televisión 2021 por “la consolidación de un género que reúne televisión, gastronomía y cultura”.
Un galardón más que merecido sin duda alguna pues, no en vano, se trata de uno de los pioneros del género gastronómico en la televisión nacional, lleva treinta años ininterrumpidos llenando las cocinas españolas con sus recetas domésticas y, probablemente, sin el fenómeno que él produjo en su momento, el género de cocina televisiva hubiera tardado algo más en colarse en las audiencias españolas. Pocos, muy pocos, rostros son tan reconocibles en la televisión como el suyo. Karlos Arguiñano, genio y figura, o lo que es lo mismo, sofrito de receta y cocinero de talante. Pero no es el dedicado a él, el único e-mail que me llegó al buzón del correo electrónico. En otro de ellos, una amable roteña, ¿profesora quizás?, me aportaba algunas respuestas más al dilema existencial que, supuestamente, subyace en la susodicha pregunta.
PREGUNTA: ¿Por qué el pollo cruzó la carretera? RESPUESTAS: Otra vez el génesis. “Y Dios dijo en el séptimo día: Que los pollos crucen la carretera y… los pollos la cruzaron”. Sócrates (470-399 a. C.): “¿Sabes qué es un pollo?”. Hipócrates (460-370 a. C.): “Ha cruzado la carretera por culpa de un exceso de secreciones en el páncreas”. Zen: “El pollo puede cruzar la carretera en vano, pero solo el Maestro conoce el ruido de su sombra detrás de la pared”. Santo Tomás (1225-1274): “Para descubrir la esencia y existencia de la carretera”. Shakespeare (1564-1616): “Cruzar o no cruzar... he ahí la cuestión”. Voltaire (1694-1778): “Puede que no esté de acuerdo con las razones que haya tenido el pollo para cruzar la carretera, pero daría mi vida por defenderlas”. Marx (1818-1883): “Era una inevitabilidad histórica, una consecuencia de la lucha de clases”. Sartre (1905-1980): “Porque era libre”. Captain Kirk (1966): “Para llegar a donde ningún otro pollo había llegado antes”.
Francisco Umbral (1932-2007): “Yo he venido aquí a hablar de mi libro... Y pasa el tiempo y solo se habla de pollos..., 1993”. Bill Clinton (1946): “Juro sobre la Constitución que no ha pasado nada entre el pollo y yo, 1998”. Y por supuesto no hay dos sin tres, sólo que para estotro tercer correo, la respuesta es desigual. En él se me inquiere sobre la arguiñana bondad en sabrosura del muslo derecho del pollo sobre el izquierdo, ¿recuerda?, y mucho lamento tener que responder que lo sigo ignorando. Ya me manifesté al respecto, y como entonces, quedo a expensa de su inestimable ayuda. En fin, ya ve que el asunto éste del pollo da mucho de sí, independiente del terreno en el que se trate, y como muestra le traigo un botón a modo de disculpa muslerina. Recientes investigaciones universitarias parecen apuntar a que los pollos son capaces de realizar sencillas operaciones aritméticas ¡Qué le parece!, se podría decir de ellos que son auténticos pollos sabios.
‘Gallus gallus sapiens’. O el pollo sabio, que también. Según se publicó hace unos años en una revista de la ‘Royal Society’, científicos italianos habían logrado demostrar la habilidad de pollitos, con cinco días de edad, para sumar y restar objetos. Lo que ya le adelanto que no es algo extraordinario pues, en realidad, ésta no es una habilidad ajena a algunos animales. Sin ir más lejos, los simios, poseen también la capacidad ordinal, es decir, que además de contar saben ordenar los objetos que cuentan. Algo que, estoy con usted, puede resultar curioso, pero no es impresionante, al fin y al cabo son primos lejanos nuestros. Pero los pollos, los pollos, ¡eso sí que no!, y perdone el modo exclamativo, pero me cuesta aceptarlo. No digo que no sea así, solo que no sé, no me termina de convencer y le aporto una razón. Por lo que he podido averiguar, todos los científicos que integran el equipo son psicólogos experimentales, vamos que son científicos de una ciencia social, la psicología. Una ciencia blanda.
De modo que no hay nadie en el equipo que esté formado en alguna línea de investigación que pertenezca a una ciencia dura. Lo dejo ahí, creo que entiende por dónde voy. Ellos aseguran que los pollitos “realizaron una aritmética básica” y lo fundamentan en lo que se denomina un “instante de reconocimiento”, conocido como “sello” o “impronta”. Para que lo entienda, algo semejante a lo que les permiten permanecer cerca de sus madres y seguirlas tan pronto como salen del cascarón. Ya ve, ni más ni menos lo que hacen todos los animales y no dicen de ellos que sepan sumar, no, lo llaman simplemente instinto animal. En fin, psicólogos. Si está interesado me lo hace saber y en otra ocasión le amplio lo que pienso, ¡ah!, y le cuento un supuesto sucedido que creo le gustará y he dado en llamar ‘el sucedido del pollo volador’.
CONTACTO: [email protected]
FUENTE: Enroque de ciencia
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