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Redacción
Sábado, 17 de Abril de 2021

"Ciencia más allá del Coronavirus"

¡Au, au, au!

por Oriana Balsa

[Img #144929]¿Han visto la película 300? Apostaría a que sí. Ya fuera porque allá por los tiempos en los que aún se veía la televisión en lugar de Netflix era todo un clásico de antena 3, bien porque en todos los cursos del instituto (no importaba si estábamos en Filosofía, Proyecto o Tutoría) nos ponían a la cuadrilla de hombres fornidos que luchaban contra Jerjes I, o, y seguro que no es poca la motivación, por esos mismos hombres que parecían sacados del mismísimo Olimpo.

           

Por si aún queda algún rezagado que se resistiera a verla, 300 cuenta una historia basada en hechos reales. Esta tuvo lugar durante la segunda Guerra Médica, en la que una alianza entre las polis griegas de Esparta y Atenas trataba de oponerse a la invasión de los persas. No sé exactamente cuán fuertes estarían los hombres que comandaba el rey Leónidas I, pero si bien pudiera no sobrarles músculo, andaban holgados de valentía. Aunque no fueron trescientos hombres tal y como narra la película, tampoco fueron muchos más, y en comparación con la persa, la tropa griega era muy inferior en número. Pese a ello, y no logro imaginar muy bien cómo, los griegos consiguieron debilitar al enemigo, causando muchas más bajas de las que parecería lógico al enfrentarse a un adversario de semejante magnitud. Por el contrario, los persas, amedrentados, no lograban hacerse con la única vía de entrada a Grecia.

           

Soy poco amiga de las especulaciones, y del “¿qué hubiera pasado si…?”, pero me aventuraría a decir que quizá la Historia no hubiera sido la misma si un tal Efialtes no hubiera vendido a sus compatriotas, mostrando a los persas un camino alternativo  por el que entrar.  Su traición le costó a Grecia la batalla. Todo el sacrificio que aquellos valientes hombres hubieran realizado fue en vano. Los persas pasaron y masacraron a sus adversarios.

           

No solo en España, sino en todo el mundo, cada hogar ha sacrificado tiempo. Nos hemos perdido barbacoas familiares, besos a la abuela y abrazos al abuelo, reencuentros con amigos y ¡dos ferias! Hemos tenido que adaptarnos a las clases online, al teletrabajo, a las irritaciones de la piel por la mascarilla y a que se nos despellejen las manos de tanto usar el gel hidroalcohólico. Muchos han vivido la pandemia de cerca, trabajando sin descanso en el hospital, presenciando escenas que no veríamos ni en las más macabras películas de terror. Otros, desgraciadamente, fueron los protagonistas de las mismas y perdieron a sus seres queridos.

           

Pero como en las películas, también esto puede tener un final feliz. Cada semana llegan cientos de miles de vacunas a España. Pfizer, Moderna, AstraZeneca y ahora Janssen. Antes solo nos habíamos armado con escudos para frenar el virus, pero ahora tenemos armas de verdad. Pero desafortunadamente, si no nos armamos todos contra el virus, como si de espadas de goma se tratara, poco haremos contra él. Todo el esfuerzo, todo habrá sido en vano. O peor aún, continuará.

           

Las vacunas funcionan: tan solo el 2% de las residencias de ancianos tienen algún caso de coronavirus; de 771 a 2 muertes semanales en 2 meses en España.

           

Las vacunas son seguras. Han pasado estrictos controles de seguridad en sus ensayos clínicos. Están aprobadas por la Agencia Europea del Medicamento (EMA), una de las instituciones más severas a la hora de regular el uso de fármacos, y por supuesto, por la Agencia Española del Medicamento y Productos Sanitarios (AEMPS).

           

Las vacunas causan eventos adversos. Sí, efectivamente. Igual que el resto de medicamentos. Igual que un champú o una laca de uñas. Igual que pueden fallar los frenos del coche. Igual que puede estrellarse un avión. Igual que al bañarte te puede atacar un tiburón. Diría que igual que el alcohol o el tabaco, pero les mentiría pues estos ocasionan infinitamente más problemas que la vacunación.

           

Sin embargo, nos tintamos el pelo, viajamos en coche y en avión, y nos morimos por que el tiempo nos dé un poco de tregua para disfrutar de una cerveza al sol en la playa.

 

Cual espartanos tendremos que ir todas a una. No podemos traicionarnos a nosotros mismos, ni a nuestros ancianos, ni a los sanitarios. Tenemos que luchar un poquito más. ¿Hubiera preferido que la lucha fuera rodeada de tíos buenos en pantalón corto? Pues sí. Pero bueno, me han dicho que el pinchazo no duele mucho, y encima, te regalan 5 G para el móvil, no está tan mal.

 

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