Diario del año del coronavirus
El gran momento: al fin el futuro
por Balsa Cirrito
Llevaba tiempo esperándola, con la lógica incertidumbre en estos casos. No estaba seguro de cuándo llegaría el día, cuándo se cumpliría ese anhelo que tanto me hacía suspirar. Aunque, al final, y como suele suceder, cuando vino no fue como me había imaginado.
Por supuesto, me refiero a la vacuna. Ya digo, no fue como esperaba. Por lo pronto, el pinchazo casi ni lo sentí, porque resultó extremadamente breve, lo cual, en un acojonao de mi calibre, no es dato para despreciar. Molestias, escasas. Solo un poco de fiebre durante la segunda noche. Ni dolor en el brazo, ni vómitos, ni licantropía eventual. En fin, que Astra Zeneca tampoco se comporta de forma tan desagradable como algunos dicen.
Eso sí, la organización de las vacunas no estoy seguro de si es buena o es mala. Me explico. Prácticamente, no tuve que esperar sino cuatro o cinco minutos en todo el proceso. A mi mujer y a mí nos pusieron la vacuna casi de inmediato, lo cual es indudablemente agradable, pero tengo la sensación de que se podría vacunar a bastante más gente, que es de lo que supongo que se trata. En la nave de Jerez donde nos pincharon, había dos filas. Como digo, por la que circulaba yo, prácticamente no había que esperar, pero la otra estuvo todo el tiempo vacía, sin gente, con los sanitarios aguardando que aparecieran los clientes. Me pregunto si no sería más lógico citar a mayor número de ciudadanos, ya que la capacidad parece que es sobrada.
Andalucía, en estos momentos está la séptima entre las comunidades autónomas en el ranking de vacunas administradas (sobre las recibidas, datos de 5 de abril), que tampoco es que esté mal del todo, pero supongo que en este asunto no debemos conformarnos con la medianía, sino buscar la excelencia.
Creo que la Junta debería ser un poco más osada, más valiente, preocuparse menos de causar buena impresión y más de la efectividad. Personalmente, no me hubiera molestado esperar más tiempo en la cola de los coches si eso supusiera que más gente se vacunara en un mismo día. Quiero decir, en vez de llamar, pongamos por ejemplo, a mil personas, que llamaran a mil quinientas, según he visto, resulta factible.
Eso sí. Después de vacunarme me siento más seguro. Es una sensación bastante agradable, sobre todo porque debido a mi trabajo debo tratar con muchas personas diferentes cada día y ahora me relajo. Me atrevo a decir que la vacuna no solo mejora nuestras expectativas físicas, sino que también se convierte en una especie de bálsamo para el espíritu. Tras recibir el pinchazo, el futuro me parece más amable, tanto que estuve a punto de ponerme a ver Sálvame, aunque al final no llegara a semejante heroicidad. (Veremos cuánto duran esos efectos optimistas).



































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