Hace unos días leí una entrevista que le hicieron al Vicepresidente del Gobierno de la Junta de Andalucía y dirigente de Ciudadanos, Juan Marín, a propósito de los últimos movimientos del PP para atraer a la militancia de los compañeros de su partido por el descontento creado con motivo de la moción de censura llevada a cabo en la Comunidad de Murcia en connivencia con el PSOE.

A la pregunta sobre si cree que las deserciones de cargos de Ciudadanos al PP es un plan dirigido desde Génova, Juan Marín dijo (transcribo literalmente): “No me atrevería a decir eso, yo creo que ha sido más una reacción de García Egea, porque le ha fastidiado mucho lo de Murcia (él es de Murcia), y ha actuado con las vísceras, y no con la inteligencia. En Murcia hay un PP corrupto, esa parte es tan corrupta como la que hemos tenido aquí en Andalucía defraudando el dinero de los parados”.

Al ver en televisión las imágenes de Pablo Casado que se desplazó desde Madrid para apoyar y celebrar el fracaso de la moción de censura que PSOE y Ciudadanos presentaron, me quedo con las la última frase de Juan Marín. “En Murcia hay un PP corrupto....”. Si esa afirmación tan contundente es cierta, tarde o temprano asistiremos a demandas judiciales al respecto ( si no las ha habido ya), y a la actuación de la Fiscalía. Porque resulta evidente que si un partido que comparte gobierno con otro, decide en un momento del mandato revolverse contra sus socios de Gobierno es que debe tener indicios de casos de corrupción como afirma el Vicepresidente de la Junta de Andalucía.

Y si llegamos a asistir a actuaciones judiciales, me pregunto como justificará Pablo Casado su apoyo incondicional y las muestras de cariño a sus compañeros murcianos.

A los tránsfugas, unos los consideran traidores para con sus compañeros y otros consideran que son unos “conversos” que han regresado, cual hijos pródigos, al redil de su verdadera comunidad de la que nunca tuvieron que salir.

El periodo democrático está repleto de todo un listado de casos de transfuguismo, que ha salpicado a todos los partidos políticos.

A pesar del Pacto Antitransfuguismo que suscribieron todos los partidos políticos, los tránsfugas consideran que el acta de concejal,  de parlamentario,  de diputado...les pertenecen a ellos y no a las siglas del partido político en el que se presentaron. Amor a la Política y devoción por el bien común; asirse al sillón y no soltarlo ni con agua caliente (cómo dice la ciudadanía de a pie); no tener dónde caerse muerto fuera de la Política (como también expresan los corrientes);... Cada cual tendrá sus motivos.

El periodista Felipe Serrano publicó un libro sobre unos de los casos de transfuguismo más sonoro de la Política española. En su obra, “El tamayazo. Crónica de una traición”, relata la deslealtad cometida por dos diputados socialistas que dejó en minoría a la izquierda madrileña en el verano de 2003.

Los diputados Eduardo Tamayo y María Teresa Sáez se abstuvieron en la elección de su candidato, Rafael Simancas, para presidir la Comunidad de Madrid. La traición recibió el nombre derivado del diputado. En ese caso se impuso el machismo. Al hecho le podían haber nombrado como “el teresazo”. Aunque, tengo que reconocer que el nominativo con el que le bautizaron suena mejor. Y, por extensión, todo acto de traición política lleva ese calificativo desde entonces.  

La frase histórica de “Roma no paga a traidores”, no es atribuible en estos casos. Tal vez, alguien pone el dinero a los traidores y éstos no le hace ascos.