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Carlos Roque Sánchez
Sábado, 13 de Marzo de 2021

¿Es el futbol cultura? (2)

[Img #143391](Continuación) Pero también existen personas indiferentes a él, que no se sienten atraídas por el rodar del balón sobre el césped y, es más, las hay que lo detestan e incluso lo consideran una actividad nociva, que contribuye a que las masas dejen de pensar en lo que realmente importa. Cómo olvidar el antañón mantra esgrimido contra el régimen totalitarista de la España franquista, según el cual el fútbol era “el opio del pueblo”, suministrado a fin de que los españoles no pensaran en política ¿Hoy como ayer? Un futbol, ya ve por dónde voy, que no es el que se practica en cualquier campo sino en grandes estadios de cemento en los que, según algunos, el juego liberador se transforma en actividad represiva, y esta pasión futbolera se desborda hasta convertirse en algo que puede deshumanizarnos, o hacernos caer en un indeseable esquema de manipulación. Es cuando descubrimos el lado oscuro de los macro eventos deportivos y, visto así, el futbol no es cultura.

 

Fútbol no es sólo fútbol. Por otro lado, ya los estará echando en falta, andan otros campos de actividades humanas como la ciencia, el arte, la religión, la guerra o la economía y, sus protagonistas principales -intelectuales, periodistas, científicos, empresarios y artistas varios, sin olvidarnos de los futbolistas-, que también ponen de su parte añadiendo leña al fuego de la cultural cuestión futbolera, ¿es el futbol cultura? Pues probablemente ni él ni el deporte en general lo sean, otra cuestión es que, de forma inevitable, rocen en muchas ocasiones al mundo de la cultura y exijan por ello un especial tratamiento. Nadie que se tenga por inteligente puede permanecer ajeno al incendio popular que supone la práctica del deporte rey, máxime si tenemos en cuenta la enorme dimensión que, en la mayor parte de los países, adquiere la celebración de determinados partidos, sea a nivel nacional o internacional. Una celebración que algunos intelectuales cargan de ciertos significados, como el de ser un sustitutivo de la guerra, como ya hizo en la última década del actual siglo quien fuera director de la Real Academia Española (RAE), el filólogo y escritor Fernando Lázaro Carreter. Un remedo más que afortunado el de sustituir la pasión de un incruento y desarmado partido de fútbol, incluidas sus esporádicas e inexcusables excrecencias violentas, en lugar de la cruenta guerra con armas y el inevitable derrame de sangre.

 

A favor del fútbol como metáfora de guerra. Ni que decir tiene que es mucho mejor que dos equipos en un campo de futbol ventilen el orgullo patrio, a que lo hagan dos ejércitos en un campo de batalla, mucho mejor, sin punto de comparación. Cómo olvidar que fue en la España vencedora de Inglaterra, en los mundiales de Brasil (1950) con el mítico gol de Telmo Zarra, cuando se oyó en boca del por aquel entonces presidente de la Federación de fútbol: “Excelencia, hemos vencido a la pérfida Albión y le dedicamos gustosos la victoria”, un exceso verbal que le costó el cargo, vía embajada inglesa. No, no me parece algo negativo el empleo de la metáfora bélico-futbolera. Casi podríamos considerarla como épica futbolística que desentumece reivindicaciones históricas, que dicho así podría colar, pero una cosa es la épica del fútbol y otra muy distinta la cultura del fútbol: ¿Podemos considerar cultura, entendamos lo que entendamos con dicho término, lo que ocurría en el circo de Roma? ¿Lo es un partido entre las selecciones de dos países? ¿Lo es un Sevilla-Betis? Pues como en botica hay respuestas para todos. En consonancia con la creencia de que el ser humano es “violento por naturaleza”, o al menos y a veces cuando va en manada, algunos pensadores consideran que es bueno que la sociedad expulse sus inquietudes diarias, y encuentre alivio a sus problemas cotidianos, olvidándose de ellos pasando un rato en un estadio. Puede que tengan razón y entonces aceptar que el fútbol ha hecho algo bueno y sea, en sí mismo, una expresión de la cultura, puede. Un rayo claro de luz.

 

En ese sentido, las navidades de 2019, primer año coronavírico COVID, y desde esta misma tribuna, escribí ‘Guerra, Navidad y futbol (1)’ y ‘Guerra, Navidad y futbol (y 2)’, en relación con la Tregua de Navidad de 1914 y su vínculo con el futbol, los villancicos, los regalos, etcétera. Empezaba la Primera Guerra Mundial y unas décadas después, finalizada la Segunda Guerra Mundial, Paul Auster, escritor y cineasta estadounidense y Premio Príncipe de Asturias de las Letras en 2006, se manifestaba al respecto: “El fútbol es un milagro que le permitió a Europa odiarse sin destruirse”. Sin duda el fútbol es el gran espectáculo que ha llegado a ser porque, entre otras posibilidades hacedoras, permite la escenificación lúdica de la identidad, de las identidades, de la diversidad social humana, que es por donde creo iban también las reflexiones del periodista y escritor uruguayo Eduardo Galeano (1940-2015), cuando escribió aquello de que el fútbol es una guerra danzada, puede. Un rayo de luz claroscuro.

 

En contra del fútbol como metáfora de guerra. Pero no es menos cierto que el fútbol también ha ayudado a consolidar dictaduras. Desde la de Hitler, que se apoyó en él para validar su idea de ‘raza aria superior’, llevándola al extremo de fusilar en 1942 a buena parte de la plantilla del Dinamo de Kiev, después de que estos ganaran a una selección alemana escogida para el evento, en plena ocupación nazi de Ucrania. Hasta la de Mussolini, bajo cuyo mandato Italia “conquistó” dos campeonatos mundiales, el de 1934 y 1938. Pasando, por supuesto, por la España de Franco que suavizó su imagen de régimen totalitario con el Real Madrid de los Di Stéfano, Puskas, Gento y otros, como el mejor de los embajadores posibles. (Continuará)

 

 

CONTACTO: [email protected]

FUENTE: Enroque de ciencia

 

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