Día Internacional de la Mujer
Ocho de marzo. El próximo lunes desde el punto de vista calendario, será el 67.º (sexagésimo séptimo) día en este año gregoriano, pandémico y del Señor de 2021, de modo que solo quedan ya 298 días para finalizarlo. Y a este respecto, poco más que decir de la fecha que resulte significativo, salvo el hecho de que, ahora que repaso el ordinal, me viene a la memoria que cierto ministro logsero del siglo pasado, más que sexagésimo séptimo dijo sesenta y sieteavo, como lo lee. Un hecho, confundir el partitivo con el ordinal de un cardinal, que sí resulta significativo desde el punto de vista gramatical, aunque, bien visto, apenas resulta relevante pues al fin y al cabo quien lo dijo solo era ministro. Ni que decir tiene que, desde el punto de vista social la cosa cambia, y el ocho de marzo es un día cargado de significado al menos desde 1977, cuando es reconocido oficialmente por la Organización de las Naciones Unidas (ONU), como ‘Día Internacional de la Mujer’, originalmente ‘Día Internacional de la Mujer Trabajadora’.
Es decir, que ya no es de la mujer trabajadora, sólo lo es de la mujer. Se trata de una matización no sólo innecesaria sino, quizás, discriminatoria, así que bien quitada está. Como seguro sabe en él se conmemora la lucha de la mujer por su participación en la sociedad y su desarrollo integro como persona, pero en pie de igualdad con el hombre. Lo que está muy bien o, bien dicho, es lo que debe ser. Lo que no está tan bien y no debiera ser, hablo desde mi punto de vista, es que haya que dedicar un día para ello. Sin duda es una mala señal que haya que dedicar un día para recordar lo que está mal, ojalá que no hubiera que dedicarle una fecha, no ya a este asunto sino a cualquier otro problema, pues sería una prueba de que no existe. 8 de marzo, una celebración bastante reciente, si bien la idea no es nueva, ni mucho menos.
Lisístrata y el Día de la mujer. Le decía que la idea no era nueva porque, aunque echando las cuentas la celebración tiene ya cuarenta y cuatro (44) años, resulta que existen antecedentes literarios que se remontan a cuatro siglos antes de Cristo. En la antigua Grecia, claro, dónde si no. Está visto que tendremos que beber siempre de los clásicos, en este caso del dramaturgo griego Aristófanes (444-385 a.C.) y de una de sus obras principales, ‘Lisístrata’, representada por primera vez en 411 a C. Así que ya ve, este año estamos de aniversario redondo pues cumple veinticinco (25) siglos de existencia, que se dice pronto. Y sin embargo ahí está, como si no hubiera pasado el tiempo por ella, su temática sigue de plena actualidad. Es lo que tienen los clásicos, que nunca pasan.
‘Lisístrata’, una obra que se ha convertido en un símbolo del esfuerzo organizado y pacífico a favor de la paz. Un esfuerzo, eso sí, algo peculiar porque en esta obra las mujeres griegas, con la ateniense Lisístrata al frente, se negaron a mantener relaciones sexuales con sus maridos, si no deponían las armas en un conflicto. Qué me dicen. Una huelga sexual contra los hombres para poner fin a una guerra. Lo que no sepan las mujeres. Y para acabar con este antecedente literario, dos curiosidades: una etimológica, Lisístrata significa en griego "la que disuelve el ejército"; y otra astronómica, en 1960, y en su honor, se bautizó al asteroide 2934 con su nombre, Aristófanes, lo que está bien. Pero no es el de Lisístrata el único antecedente histórico.
Revolución francesa. No, no lo es, si bien tuvieron que transcurrir 23 siglos ya que tuvo lugar durante la Revolución francesa, ya sabe, ese conflicto social y político, con periodos de violencia, que convulsionó Francia y, por extensión, a otras naciones de Europa durante toda una década. Desde 1789 hasta 1799. Y en esas circunstancias fue cuando las mujeres parisinas, marchando hacia Versalles, pidieron, bajo el lema libertad, igualdad y fraternidad, el sufragio femenino. Un sufragio que bien es cierto, no llegaría hasta el siglo XX, las cosas de palacio van despacio. Una Revolución Francesa que, desde el punto de vista científico, trajo una más que notable aportación para el desarrollo de la ciencia, de hecho, introdujo un nuevo sistema métrico del que derivaría nuestro actual sistema métrico decimal. Fue entonces cuando se establecieron los patrones del metro y el kilogramo, confeccionados en aleación de platino, y ya que ha salido, aunque solo sea un apunte, no puedo pasar esta ‘Opinión’ sin hacer una referencia sobre este metal y su vinculación con Sevilla. El platino fue descubierto por primera vez en Ecuador por el sevillano Antonio de Ulloa, llegando a Europa en el año 1735. Su nombre deriva del parecido con la plata, metal precioso con el que inicialmente se confundió. Humanidades, Artes y Ciencias.
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FUENTE: Enroque de ciencia
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