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Carlos Roque Sánchez
Sábado, 30 de Enero de 2021

Negacionismo y COVID-19

[Img #141937]Negacionismo con rostro. Hace siete días le describía el primero término del titular como ‘toda creencia, afirmación o práctica que se presenta incorrectamente como científica, al no seguir un método científico válido; es decir, todo aquello que toma la apariencia de ciencia sin serlo’. Lo hacía ligado al arte de la música, en concreto de la canción ‘El negacionista’ del grupo español Los Planetas, y a propósito de una supuesta inexistencia de la pandemia infecciosa del COVID-19 y el coronavirus SARS-CoV-2 o, en su defecto, la negación de la gravedad de los mismos. Y todo ello con un rostro reconocible al frente, el del también cantante Miguel Bosé y sus polémicas e infundadas declaraciones criticando todas y cada una de las certezas médicas y científicas con respecto a la actual pandemia. Por supuesto que se puede cuestionar el papel jugado por el Gobierno en su gestión, faltaría más con la que está cayendo, pero está fuera de toda discusión, roza la estulticia, no aceptar que la epidemia la ha causado un microorganismo, un virus que puede ser letal y al que solo podemos atacar, al menos hasta que tengamos la vacuna, evitando el contagio masivo mediante el confinamiento, las medidas higiénicas, la distancia física y el uso de mascarillas. Estos son hechos probados, irrefutables, algo que no se puede cuestionar, como la atracción de la gravedad, el teorema de Pitágoras, la evolución biológica o que los aviones vuelan. Lo sabemos, como tampoco ignoramos que, contra la estupidez, los propios dioses luchan en vano.

 

Negacionistas del COVID-19. Por ahora son los últimos en llegar, la última batalla que librar de una guerra que por desgracia lleva siglos entre nosotros. Sin duda la sombra del negacionismo es tan alargada como interminable la historia de la irracional lucha del hombre contra la razón y la ciencia. Una contienda en la que los negacionistas de la existencia del coronavirus, la propagación de la enfermedad y la capacidad preventiva de las vacunas, utilizan las mismas armas y recursos de siempre: desde métodos falsos de prevención y cura; hasta cifras inexactas, mentiras y desinformaciones; pasando por alertas crédulas y pseudociencias. Podemos afirmar que los bulos sobre esta enfermedad constituyen, en sí mismos, otra epidemia que necesita de su propio remedio. Una especie de vacuna contra ‘coronabulos’, de la que le pongo negro sobre blanco un prontuario preventivo de muestra, acerca de la carga falaz y falta de pruebas científicas de cierta afirmaciones negacionistas. a) El coronavirus no existe porque no cumple los ‘Postulados de Koch’ y que la pandemia infecciosa es un montaje, una farsa de la medicina ortodoxa. Un posicionamiento que no deja de ser curioso e inquietante, pues no les impide hacer negocio con la venta del milagrero y peligroso ‘MMS’ como panacea curativa universal y, por ende, del SARS-CoV-2. El tal ‘MMS’, en realidad, es una disolución similar a la lejía industrial y por tanto tóxica. Caución con la ignorancia química. b) La mascarilla no sólo no sirve como prevención, sino que además es perjudicial para la salud pues, de un lado disminuye el porcentaje de oxígeno que inhalamos y, del otro, su uso diario provoca a largo plazo enfermedades de tipo neurodegenerativo. Algo falso de toda falsedad. Y tres cuartos de lo mismo podemos decir acerca de sus argumentos sobre la ineficacia del mantenimiento de la distancia física, el confinamiento o la cuarentena. Una beocia o, como quien dice, siguiendo por razonamientos encadenados hasta alcanzar el vórtice de la estupidez.

 

Suma y sigue. Y tras las mentiras e inexactitudes sobre el microorganismo, la enfermedad, la transmisión o las medidas de prevención, ahora le toca el turno a los test para su diagnóstico y las vacunas que buscan detenerla o, mejor dicho, a las supuestas y suspectas finalidades que, según ellos, se pretenden. c) Las PCR no sirven, una afirmación que ponen en boca de, nada menos, Kary Mulllis, el mismo inventor de la PCR, quien por supuesto no ha dicho nada al respecto. Es tan incierto como que la revista ‘Nature’ haya publicado un artículo del que se deduce que un 80,2% de las PCR positivas son falsas. No. Y rizando el rizo del disparate, no hay el menor atisbo de prueba científica que avale otra de sus afirmaciones, la de que llevar mascarilla aumenta la probabilidad de dar positivo en una prueba PCR. Es del todo incierto. d) Y de las vacunas qué decirle. Sus estultas afirmaciones van desde que con ellas el malevo Bill Gates pretende introducir en nuestros organismos un microchip, lo que le permitirá controlar a la población mundial. Hasta que quieren esterilizarnos e incluso matar a unos quinientos millones de nosotros. Pasando por algunas otras como que gracias a su composición pueden modificar los genes de los seres humanos, al ser una vacuna (la de Pfizer y Moderna) de ARN mensajero, transformándonos en seres transgénicos. O que otra de ellas lleva entre sus ingredientes “tejido pulmonar de varón caucásico abortado de 14 semanas”. ‘Ad nauseam’. En fin, alguien dijo en cierta ocasión que la estupidez insiste siempre, y otro, que la realidad tiene límites, pero la estupidez no. Coincido con ambos.

 

CONTACTO: [email protected]

FUENTE: Enroque de ciencia

 

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