Es una decisión difícil pero para algunos empresarios y autónomos está siendo  la única salida que han encontrado tras diez meses de pandemia.

Cuando uno anuncia que definitivamente echará la persiana a su negocio ya viene de vivir muchas noches en vela, muchas horas de hacer números, de intentar malabares que no acaban cuadrando las cuentas y de dar por perdida esa luz al final del túnel que desea pero no llega.

La crisis del coronavirus sigue y no se prevé que en los próximos meses vaya a ir a mejor. Es más, este viernes, 15 de enero, se espera la comparecencia del presidente de la Junta de Andalucía para anunciar nuevas medidas restrictivas que defienden la salud y afectarán a la economía.  Y en este contexto, el primer parque de bolas que hace 15 años se abrió en Rota, llamado Divertilandia, decide que ya no pueden más. Que el sobreendeudamiento les ha podido, que no pueden seguir afrontando gastos con cero ingresos y que por mucho que les duela, su aventura empresarial -que con los actuales dueños llevaba 4 años-, tiene que llegar a su fin para no acabar arrastrados hasta un límite del que no puedan levantar cabeza.

José Miguel Torralbo y su socio Paco Alba decidieron el pasado 8 de enero que se acabó. La montaña rusa en la que han vivido estos meses, pensando que llegaría un BOJA (Boletín Oficial de la Junta de Andalucía) que les permitiría reabrir su centro de ocio infantil y retomar la actividad, para luego comprobar que las nuevas medidas adaptadas eran aún peores que las anteriores para su sector, y volver a confiar en que la situación mejoraría para acabar dándose de nuevo de bruces con la realidad, ha acabado. Ese subir y bajar emocional ha tenido un triste punto y final, aunque en sus almas emprendedoras confían en poder volver aunque sea dentro de un año, con un local más pequeño y adaptado a las circunstancias. De momento, no han podido, tal y como ha contado José Miguel a Rotaaldia.com, interesada en saber cómo se vive tener que cerrar un negocio que iba pero al que no se le permite continuar.

Ha sido duro, y aún hoy lo es, porque haber puesto  el cartel de cerrado a Divertilandia no es cerrar la puerta a los problemas. Quedan las deudas, pagar los préstamos ICO que se esfumaron antes de que se dieran cuenta, los meses de alquiler atrasados, las cuotas que gozaron de moratorias que ya cumplieron y que deben afrontar y entre tanto y tanto, la suma de unos 3.000 euros de pérdidas mensuales durante diez meses. Es justo lo que han aguantado José Miguel y Paco que acaban con su actividad de forma obligada por la imposibilidad de poder abrir su centro de ocio infantil. Se van con 30.000 euros como mínimo de deudas en la maleta de este proyecto que cuando lo cogieron hace 4 años, en octubre de 2016, fue el foco de sus ilusiones. También dejan a cinco trabajadores en paro.

José Miguel dejó su trabajo fijo de animador infantil en un hotel de Chiclana en el que llevaba 11 años  para embarcarse en esto de ser emprendedor junto a su compañero y luego socio, Paco Alba, y lo cierto es que no les fue mal.  En su centro de ocio infantil, un parque de bolas y toboganes que hasta hace poco ha hecho las delicias de los más pequeños,  han llegado a tener de media entre 30 y 35 cumpleaños contratados al mes entre "Divertilandia" y  "Sharky", el otro centro de ocio infantil, más pequeño, al que ya echaron el cierre meses antes debido también a la pandemia.

A la buena marcha con la celebración de cumples infantiles había que sumar la escuela de ocio de verano, el servicio de ludoteca y el funcionamiento como cafetería donde los padres disfrutaban de un café mientras sus hijos jugaban entre bolas, pero llegó el coronavirus y lo puso todo patas arriba.

A cuatro días de que se declarara el estado de alarma, el 10 de marzo, sin ni siquiera saber que aquello del Covid-19 derivaría en lo que luego ha sido, decidieron hacer un parón en la actividad esperando que el temporal, que creían que sería breve, acabara. Llegaron a acuerdo con sus cinco  trabajadores y decidieron esperar. Se fueron al paro de forma temporal.  Pensaron que sería cuestión de semanas o como mucho un par de meses, por eso, ni siquiera tuvieron la opción de acogerse al ERTE para sus empleados, porque cuando tomaron la decisión días antes, no se había ni anunciado esta opción. Simplemente, el 9 de marzo de 2020 empezaron a recibir cancelaciones de cumpleaños y fueron precavidos retirándose de forma momentánea. Lo que nunca pensaron es que aquella retirada acabaría siendo definitiva y triste.

Pese a que en los meses de crisis sanitaria han intentado reinventarse, funcionar como cafetería cuando las medidas de los gobiernos tanto central como autonómico lo permitieron, lo cierto es que aunque han estado varios meses, desde agosto a noviembre, la cosa no funcionaba. Su actividad principal es el ocio infantil y especialmente, la celebración de cumpleaños, y si no hay niños no hay padres que consuman.

José Miguel cuenta que a través de la Asociación de Parques Infantiles, han propuesto a la Junta de Andalucía varias medidas para que prevaleciera la seguridad de los niños en todo momento, y  poder funcionar. Retirada de bolas de las piscinas, dos desinfecciones diarias, limitación en el número de invitados para la celebración de cumpleaños, colocación de mamparas de metacrilato,  limitar el horario de apertura y lógicamente el aforo,  proponer incluso celebrar cumpleaños con grupos burbujas de la escuela o  invertir hasta en una máquina de ozono para intensificar la desinfección de las instalaciones, se barajaron para tirar hacia adelante... pero nada. Los intentos de implementar sus propios protocolos de seguridad, reinventarse e intentar dar una vuelta de tuerca no sirvieron de nada.  El gobierno no aceptaba y las deudas empezaban a ahogar.

El primer préstamo ICO que solicitaron al inicio de la pandemia les permitió aguantar 3 ó  4 meses, pero voló rápido y fue el momento de cerrar el parque infantil "Sharky", del que dejaban sin prácticamente amortizar en el año que llevaban con él los  más de 15.000 euros invertidos inicialmente. A partir de ahí, al principio sobrellevaban la situación con aplazamientos de pagos y moratorias, pero todo termina.

El 8 de enero decidieron que no podían más y bajaron de esa montaña rusa en la que llevaban meses subidos y donde se han sentido atados de pies y manos sin poder hacer nada por su negocio y es que aunque han mantenido las ganas y la ilusión hasta el último momento, sin posibilidad de recibir clientes, la sensación de impotencia iba creciendo.

Estos dos socios entienden que prevalece la salud en una situación de este tipo, pero también creen que había opciones como exigirles medidas de seguridad contundentes y eficaces que hubieran estado dispuestos a acatar con tal de no haber tenido que echar la persiana de forma definitiva.  El sector del ocio infantil se siente desamparado por los distintos gobiernos y entienden que en pandemia había que tomar decisiones duras, pero duras para todos, y no solo para el sector de la hostelería o el del ocio, según han lamentado. En su conciencia queda que lo intentaron hasta el final, pero las deudas han superado lo que podían aguantar. 

Es uno de los muchos negocios que en estos meses barajan la misma decisión. Tras las deudas y números, hay historias de emprendimiento que han ido al traste.