Algunas (otras) palabras navideñas
Al lector atento y avisado, seguro estoy que no se le pasó por alto un detalle en la ‘Opinión’ de la semana pasada donde, si bien hablamos, es tan solo una forma de expresión, de villancico, aguinaldo, anafre y pampanitos, quedaron algunos otros términos navideños sin desarrollar. Pues bien, esto es lo que le puedo contar de otros tantos y empiezo por riguroso orden alfabético, que no es más que un criterio cómodo, a falta de otro más lógico y razonable.
Almirez. Aparece en el villancico de nombre ‘Canta, ríe, bebe’, de letra algo chusca y prueba de ello una de sus estrofas que reza: “Dale a la zambomba, / dale al almirez, / y dale a tu suegra / en mitad la nuez”. O esta otra en la que aparece aguinaldo, palabra navideña comentada en la entrega anterior: ‘Al chico de mi portera, / hoy le han traído en camilla, / por pedir el aguinaldo / al tendero de la esquina’. En fin, ya le advertí sobre la agudeza hiriente de la letra villanciquera, pero a lo que nos trae, ¿qué es un almirez? A diferencia del anafre u hornillo de la semana pasada, este utensilio sí es casi seguro que lo conoce, por estar aún de uso en una forma u otra. Según la Real Academia Española (RAE), almirez proviene etimológicamente del árabe y significa ‘instrumento para machacar’, tratándose de un “mortero de metal, pequeño, portátil y de paredes altas, que sirve para machacar o moler en él”. Una descripción que nos plantea una duda, ¿qué es un mortero? Como suelo hacer en estos casos vuelvo a recurrir al diccionario y resulta que un mortero es un utensilio compuesto de un recipiente cóncavo y una ‘maja’, ‘maneta’, ‘macilla’ o ‘mano’, para majar, machacar o aplastar ciertos productos en él. Usado en el laboratorio o en la cocina, puede estar construido en diferentes materiales: madera, metal (almirez), piedra, vidrio o cerámica. Es decir que un almirez es un mortero metálico. Como el que por cierto aparece en la obra de Diego Velázquez, ‘Jesús en la Casa de Marta y María’, una pintura al óleo realizada en Sevilla hacia 1618 y que en la actualidad podemos ver en la National Gallery de Londres.
Mirra. Un término que también lo recoge el tradicional villancico de los pampanitos que vimos en la entrega del sábado anterior. La estrofa dice así: “Oro trae Melchor, / incienso Gaspar / y olorosa mirra / el rey Baltasar”. Oro e incienso sabemos bien lo que son, pero, ¿qué diantres es la mirra? Una palabra de origen griego, que por cierto no ha cambiado morfológicamente con el paso del tiempo, y con la que se denomina a un material resinoso aromático compuesto de goma, aceite volátil y resina. Se trata de un material natural segregado por las cortezas de los arbustos ‘Commiphora myrrha’ que crecen al noreste de África, en Arabia y Turquía, con diferentes aplicaciones entre las que se cuentan sus efectos analgésicos (para calmar o eliminar el dolor) parecidos a los de la morfina u otros opiáceos. Unas aplicaciones bioquímicas que podrían estar relacionadas con la poco conocida simbología de esta tercera y última de las ofrendas reales al Niño. Según la Iglesia Católica, el presente de la mirra está vinculado con la dimensión humana de Jesús, que como tal sentiría el dolor y moriría, por lo que se piensa podría estar destinado a prevenirle de forma profética, momentos muy amargos en su vida.
Turrón. Sin duda hablar de Navidad es hablar del turrón, del que resulta paradójico no saber en realidad cuál es su origen cierto, aunque se barajan varias hipótesis. Una apunta a que proviene de la palabra latina 'terra', por comparación de la masa de miel y almendras con un terrón de tierra, lo que puede ser. Claro que otra lo relaciona con el verbo torrar (tostar) que también, y estotra con el catalán ‘torró’, por qué no. Y no falta esotra, que nos cuenta la literaria historia de un confitero, un tal Turrons, supuesto ganador de un concurso allá por el siglo XVI en el que se premiaba al proveedor de alimentos con mayor vida útil. Como ya se imagina él fue quien presentó una masa de almendras y miel servida entre dos obleas y el resto es historia: del apellido del hombre tomó el nombre el producto y desde entonces su composición no hizo más que cambiar, que esa es otra. Una turronera historia tan estupenda como falsa, ya que existe una primera referencia documentada en la que este producto aparece citado en 1423, en concreto en el 'Arte cisoria’ de Enrique de Villena. O sea, que no, y me vuelvo con la música.
Zambomba. Cerramos con el mismo villancico con el que abrimos esta mi segunda Opinión navideña del año, el de la letra chusca, si bien su comienzo no apunta en esa dirección, vean si no: “Me he comprado una zambomba-bomba / Un pandero y un tambor-or / y "pá" completar la fiesta / los cacharros del fogón”. Como bien sabe, el susodicho, es un instrumento musical de fricción con el que se suele acompañar villancicos y otros cantos populares, que básicamente consiste en un cilindro hueco más o menos grande fabricado en distintos materiales, con uno de sus extremos cerrado con un parche o membrana de piel, atravesada en su centro bien por una varilla o por una cuerda. Desde el punto de vista físico el sonido que produce -fuerte, ronco y monótono- se origina al frotar la varilla con las dos manos o al tirar de la cuerda, un movimiento que se transmite al cuero haciéndolo vibrar y emitir ondas mecánicas a través del aire, una energía mecánica que percibimos como un sonido grave y peculiar. Zambomba es una palabra onomatopéyica que procede del congoleño ‘zimbembo’ que alude a algunos tipos de cantos fúnebres. Y hasta aquí que, como decía mi tata, “el undécimo no cansar, Carlitos”, Ya de la que va, ¿qué me dice del nombre de la homónima fiesta típica de algunos pueblos de Cádiz? ¿Cómo la llama, zambomba o zambombá? ¿con o sin acento, sin tilde? ¿Es “zambomba”, nombre del instrumento, o es “zambombá” de “zambombada”? Quedo a la espera.
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FUENTE: Enroque de ciencia
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