"Ciencia más allá del Coronavirus"
¿Servirían lechuga como postre en fin de año?
por Oriana Balsa
El jueves tuvimos la noche de fin de año que quizá nunca imaginamos que fuésemos a tener. Menos abrazos, menos gente sentada alrededor de la mesa, menos cantes y menos bailes. Hemos tenido que sacrificar un poquito de este año, para poder tenerlo todo el que viene.
Los hogares españoles han contado con menos comensales que nunca, pero, sorprendentemente, con la misma cantidad de comida. Mesa para cuatro, pero gambas para diez. Seis cubiertos, pero jamón y queso para quince. Y es que la noche de fin de año en especial, y las Navidades en general, son una época de excesos. Yo suplico a mi familia para que por favor no compren turrón. Ruego para que no traigan a casa Ferrero Rocher. Imploro clemencia porque soy incapaz de resistirme al mazapán, pero siguen trayendo cajas y cajas, excusándose en aquello de “una vez al año, no hace daño”. El problema es que ya me he comido dos tabletas de turrón duro y solo estamos a 2 de enero.
Si no somos capaces de convencer a nuestros familiares (capitaneados por las abuelas generalmente) para que nos ayuden en nuestro prematuro propósito de año nuevo para llevar una vida sana, ¿podría la ciencia hacer algo por nosotros?
En teoría, y, espero que con el tiempo, también en la práctica, sí. Hace ya más de treinta años se creó la primera planta modificada genéticamente. Ya hemos hablado antes de los genes: son el conjunto de instrucciones que porta el ADN. Estos son responsables del color de nuestros ojos, del tono de nuestra piel o, incluso, de cómo toleramos algunos alimentos. Como nosotros, también las plantas tienen su propio ADN.
Imagínense una lechuga. Hasta donde todos conocemos, una lechuga es bastante insulsa: verde, con mucha agua y nada de sabor. Pero ahora imagínense una lechuga que tenga el sabor de los turrones Suchard. Mejoraría muchísimo, ¿no? Incluso podríamos incluirla en el menú de Nochebuena.
En esto consisten los alimentos transgénicos. Son alimentos cuyo ADN ha sido modificado para mejorar alguna propiedad. Los científicos han desarrollado muchas y beneficiosas aplicaciones para los alimentos a los que se les modifica su material genético. Con los transgénicos se puede hacer frente a un grave problema en la agricultura: las plagas (creando cepas resistentes). También mejorarían las cosechas y con ello la economía del agricultor (haciendo que por ejemplo, una tomatera tenga más grande su fruto). Incluso se podrían corregir algunas carencias nutritivas (por ejemplo, en Asia suelen tener deficiencia de vitamina A, debido a su dieta pobre en carotenoides).
Sin embargo, algo tan esperanzador y que tanta mejora nos traería, no ha tenido la mejor acogida en la población. Entre las preocupaciones más frecuentes está la de que los alimentos transgénicos puedan causar cambios genéticos incontrolados en los alimentos modificados, o la de que estos puedan causar reacciones alérgicas.
Para nuestra tranquilidad, la FDA (Administración de alimentos y medicamentos, por sus siglas en inglés), tras evaluar cada uno de ellos, asegura que no existe fundamento alguno que confirme semejantes temores.
Aunque la legislación en Europa es bastante estricta (tan solo autoriza seis transgénicos de maíz, colza o soja, para alimentación o pienso), el debate acerca de los transgénicos, se inclina a favor de los mismos, no solo en la comunidad científica, sino también en la población.
Los investigadores desarrollarían esta técnica esperanzados, convencidos de poder solucionar problemas muy serios como el hambre, las alergias a los alimentos, o incluso curar enfermedades; para toparse con una tozuda Comisión Europea que sigue sin torcer el brazo. ¿Habrán probado a sobornarles con lechuga sabor mazapán
Vegeta | Domingo, 03 de Enero de 2021 a las 12:34:35 horas
Y qué tal mazapán con sabor a lechuga?
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