Anecdotario aspirínico (1)
(Continuación) “La luna es la pastilla de aspirina que de vez en cuando se toma el terráqueo para sus terribles dolores de cabeza, y si aparece en el cielo de la mañana es que no pudo disolverla”, ‘Greguerías, 1917’. Sin duda es una licencia poética que se toma el madrileño escritor al comparar, por sus formas circulares, Aspirina y Luna, fármaco artificial y satélite natural. Recuerde que es al inefable Ramón Gómez de la Serna a quien debemos la definición de greguería, en forma de igualdad matemática del tipo 1+1=2, toda una genialidad de las suyas: METÁFORA + HUMOR = GREGUERÍA. Pero volviendo a lo que nos trae lo cierto es que, desde el principio, este medicamento en polvo resultó molesto a la hora de ingerirlo de ahí que en 1915, ya comenzada la Primera Guerra Mundial, la empresa alemana ‘Bayer’ lanzara la novedosa versión en tableta. Todo un acierto de formato pues su fácil ingesta la convirtió en un indispensable para los soldados que marchaban al frente. Después vendrían otras variantes no menos novedosas y comerciales, sabido es que “la ciencia avanza que es una barbaridad”. El caso es que, desde entonces, al comprimido no le han dejado de nacer curiosidades, anécdotas y reconocimientos de distinta índole y naturaleza (musical, cinematográfica, social, literaria, comercial o científica), que nos hablan de su enorme grado de popularidad.
Aspirina. Música, teatro y cine. Ya en esa segunda década del siglo XX era conocida la fe ciega que el tenor italiano Enrico Caruso tenía en ella, para aliviar sus dolores de cabeza y prevenir los resfriados, de hecho exigía a los empresarios tenerla siempre a mano en el camerino. En otro orden de asuntos apuntar que Caruso fue el primer vocalista en realizar grabaciones sonoras de canciones, se estiman cerca de 260, que se reproducían en gramófonos de discos planos que giraban con una frecuencia de 78 rpm, y cuya venta le hicieron millonario en dólares. Aspirina como nombre propio es mencionada en la obra musical ‘Chicago’ (1975), de la que se hizo una película homónima en 2002, en concreto aparece en la canción ‘All that jazz’ donde dice: “Hold on hun we’re gonna bunny hug, I bought some Aspirin down at united drug. In case we shake apart and and want a Brand new start to do that Jazz”. Y en español, el cantautor Joaquín Sabina la cita en piezas como: ‘Eh Sabina’ (1984), “leche con aspirinas, no, / dame sexo y rock and roll”; o ‘Zumo de neón’ (1987), “El grueso de la tropa / se afeita para ir a la oficina, / los jefes van de coca, / los curritos de tinto y aspirinas”. Y en la, quizás, canción más popular de Juan Luis Guerra, una de sus estrofas dice: “Y no lo quita la aspirina” / ¡no! Ni un suero con penicilina / Es un amor que contamina / ¡Ay! Me sube la bilirrubina” (1990). O algo así. Tal fue la popularidad de este medicamento que pasó al propio cinematógrafo, nada menos que con el cineasta británico Alfred Hitchcock. Fue en la película ‘Psicosis’ (1960), donde Caroline, personaje interpretado por su hija Patricia, dice: “Tengo algo, no Aspirina. El médico de mi madre me las dio el día de mi boda”. Y con posterioridad en la película de 1972 ‘Play It Again, Sam’, traducida por ‘Sueños de un seductor’ y también conocida como ‘Aspirina para dos’, basada en una obra de teatro homónima de Woody Allen.
Aspirina. Otros reconocimientos. Evidentemente, si una determinada marca tiene tanta publicidad gratis, y de gente tan notable, debe ser por algo, y así ya lo reconocía a finales de la primera mitad del siglo XX el ‘Guiness Book of World Records’, cuando publicó en 1950 que se trataba del fármaco más vendido en el mundo. Sin olvidar que, setenta y dos años después de que el químico alemán Félix Hoffman la sintetizara en 1897, la Aspirina acompañaba al hombre a la Luna en el ‘Apolo 11’ (1969), siendo uno de los pocos fármacos que contenía el pequeño botiquín de a bordo. No en vano de este medicamento universal se publican unos 4000 estudios científicos al año, mejor dicho, de su principio activo el ácido acetilsalicílico, cuyo mecanismo de acción fue descubierto por el científico británico y Premio Nobel de Fisiología o Medicina en 1982, John Vane. Años después, según una encuesta realizada por ‘Newsweek’ en 1996, eran cinco los inventos del siglo XX sin los cuales no se podría vivir: el automóvil, la bombilla, el teléfono, el televisor y… la ¡Aspirina! Cómo se queda.
Siglo de la Aspirina. Una popularidad extraordinaria y una enorme importancia social la del fármaco, pues el mismo José Ortega y Gasset llegó a llamar al siglo XX en el que nace, el Siglo de la Aspirina, y en su obra ‘La Revolución de las masas’ (1931) nos dice que “hoy en día, la vida del ser humano ordinario es mucho más fácil, más confortable y más segura…, ya que el mundo a su alrededor es lo suficientemente próspero para proveerlo de caminos, trenes, hoteles, bienestar físico y Aspirina”. Y no debía andar muy descaminado el filósofo pues un lustro después, en 1936, la palabra ingresaba por derecho propio en la Real Academia Española, al ser aceptada como sustantivo debido a su uso común y extendido. De hecho, Ortega, llegó a acuñar un neologismo relacionado con el medicamento, nada menos que ‘aspirinizar’. Pero si en algún contexto sobresale el nexo con la aspirina, a mi entender, es en el de la literatura, aunque ahora le dejo con una ironía, “Nada tan impertinente como la aspirina. Nos alivia con frecuencia, pero nos hace creer vanamente en lo eliminable del dolor...”. (Continuará)
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FUENTE: Enroque de ciencia












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