Mensaje en una pared
No es difícil encontrarse con pintadas paseando por las calles de nuestras ciudades. Bajo el anonimato y la nocturnidad, algunas personas aprovechan para explayar su incultura y analfabetismo caligrafiando con misivas muros y paredes . Aunque, hay que mencionar, que no a todos los letreros se les puede dar semejantes calificativos ya que también los hay de carácter político y sociales, reivindicativos y de protestas. Incluso los hay de amenazas e insultos. Estas “manifestaciones” gráficas se han dado desde siempre en la Historia de la Humanidad. Los romanos, por ejemplo, eran muy propicios a utilizar este método comunicativo.
En la ciudad romana de Pompeya, sepultada por la erupción del Vesubio que tuvo lugar en el año 79 de nuestra era, se han hallado numerosas pinturas murales que demuestran que los mensajes escritos eran de todo tipo. Vamos, como en la actualidad. En todo caso, podemos coincidir en una apreciación común, y es que la imagen que proyectan en la ciudadanía es la de una percepción de abandono y suciedad del entorno. No confundir estas pintadas con los grafitis que, al contrario, vienen a decorar lugares públicos con dibujos de distintos contenidos, siendo considerados algunos como verdaderas obras de arte e incluso se proyectan como una atracción turística más.
Sirva estas líneas a modo de prólogo para el siguiente micro relato:
Después de tanto tiempo, allí seguía aquel mensaje. Con pintura roja en aquella valla levantada de bloques grises alguien, protegido por la negrura de la noche, había escrito utilizando un bote de pintura en espray: “Te quiero Gorda”. Cada vez que paso por aquel lugar no puedo evitar leerlo. Me pregunto (me sigo preguntando) si aquel sencillo grito anónimo y público comunicado sigue teniendo razón de ser. Me pregunto si aquel enamorado subrepticio sigue prendado de la destinataria de la misiva. Me pregunto (me sigo preguntando) si, finalmente, han acabado compartiendo sus vidas o si sus caminos se separaron.
Cabe también la posibilidad de que se trate solo de un grito desesperado para despertar el amor y llamar la atención de aquella mujer. Pero no, aquel apelativo cariñoso, “Gorda”, mostraba un compromiso de amor entre ambos.
Tal vez, ese compromiso de amor haya caducado. Tal vez. En todo caso, allí continúa el mensaje.
¿Se puede extraer alguna moraleja del texto? Tal vez.
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