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Carlos Roque Sánchez
Sábado, 28 de Noviembre de 2020

Tolerancia cero. Una (breve) historia

[Img #139520]Cajón desastre. Antes de empezar, permítame que termine de hilvanar un par de flecos que dejé sueltos en la costura de la semana pasada. Uno, acerca de los remilgos lingüísticos que algunos utilizan a fin de evitar palabras que, sobre todo políticamente, no resultan del todo correctas por no estar bien vistas. Ya le he hablado en esta mi ‘Opinión’ de la inexorable y universal ley de la economía, por lo que no me itero.  El otro fleco es el de la incongruencia generada al unir determinados sustantivos con el adjetivo cardinal cero, expresión de la falta absoluta de cantidad, que es lo que sucede con la locución de marra. Es evidente que si hablamos de tolerancia ésta no puede valer cero, pero bueno qué le vamos hacer, cuando la sabiduría baja a cero ya no se trata de sabiduría sino de ignorancia o, lo que es peor aún, de estulticia. Por cierto, la expresión ‘intolerancia absoluta’ de la semana pasada la tomé prestada de Gregorio Salvador, vicedirector de la Real Academia Española, que la sugiere como alternativa correcta y acertada.

 

Incongruencia expresiva le decía más arriba y expresión confusa le digo ahora. No hace mucho leí una noticia en la que aparecía “seguridad cero”, con la inequívoca intención de su autor de transmitir la idea de que no existía posibilidad alguna de que ocurriera determinada catástrofe. Sin embargo, leída en contexto, me sonó extraña incluso contradictoria. Si se fija, la locución puede interpretarse en el sentido contrario, es decir, como la ausencia de seguridad o la desprotección total ante una amenaza, ¿se confundió el periodista? ¿quería decir, quizás, riesgo cero? Si es así, mucho mejor emplear la de seguridad total, como la de intolerancia absoluta en el que nos trae. Se lo adelanté, la expresión puede ser también equívoca. Ya de la que va abro una doble nota cultureta: puestos a utilizarla, la RAE recomienda la forma tolerancia cero, sin comillas, antes que la de cero tolerancia, y si a continuación queremos especificar aquello hacia lo que se muestra o exige que no haya tolerancia alguna, emplear las preposiciones ‘con’, ‘hacia’, ‘a’ o ‘para’, mejor que ‘contra’.

 

Breve historia de la expresión, siglo XXI. Dando marcha atrás (virtual) en la línea del tiempo, tengo anotado que en febrero de 2016 el papa Francisco usó esta expresión en una carta dirigida a los obispos estadounidenses, donde mostraba su más firme decisión de acabar con la plaga de abusos sexuales a menores por parte del clero católico. Una expresión que ya había sido utilizada en Francia con anterioridad (2009), en el campo de la política, por no pocos ministros, diputados, prefectos, funcionarios y otros dirigentes como medida social a aplicar, y de manera urgente, en los graves y violentos disturbios de los suburbios, ‘tolérance zéro’. Una acción que, cambiando de continente geográfico y contenido social, ya había sido empleada por los propios obispos estadounidenses unos años antes, en la asamblea extraordinaria celebrada en Dallas de 2003, donde acordaron una política de ‘zero tolerance’ con los clérigos que hubieran abusado de menores. Una  medida que fue aceptada por la Santa Sede primero para EE. UU. y después para el resto de la Iglesia. Sin embargo el origen de la expresión se remonta más atrás en el tiempo, en particular a las postrimerías del siglo pasado y en concreto a 1995, año a partir del cual cada 16 de noviembre se celebra el ‘Día Internacional de la Tolerancia’.

 

Breve historia de la expresión, siglo XX. Una efeméride instaurada por la ONU para conmemorar la Declaración de Principios sobre la Tolerancia y a la que, en 1996, su Asamblea General invitó a participar a todos los Estados miembros. Una celebración que vino motivada por la relevancia que la expresión adquirió un año antes, a raíz del uso que un político hizo de la misma, un hombre de actualidad por un infortunado incidente del que seguro está al tanto. Se trata de Rudolph Giuliani (1944), quien hace unas fechas no tuvo precisamente su día, no ya por comparecer insistiendo en denunciar el supuesto fraude de las pasadas elecciones en Estados Unidos (es abogado de Donald Trump), que ya le vale, sino porque, supuestamente, el tinte del pelo le jugó una mala pasada al deslizarse a chorretones por sus mejillas. Una ocasión que los chicos de la prensa, ya sabe cómo son, no desaprovecharon jugando con las palabras en los titulares: ‘Giuliani suda tinte en una intervención ante la prensa’.

 

Pero esto es solo una anécdota humana, el rango de categoría lo adquirió nuestro hombre unos años antes mientras era alcalde de Nueva York de 1994 a 2001, y como tal tuvo que liderar la ciudad tras los terribles ataques terroristas del 11 de septiembre de 2001. Un exitoso liderazgo social que tuvo un precedente semejante al comienzo de su etapa política cuando, en su programa electoral, incluyó la ‘política de tolerancia cero’ con la que, supuestamente, consiguió excelentes resultados en la reducción de la delincuencia y el crimen. Una acción política que le convirtió en el alcalde más famoso que ha tenido nunca la ciudad. Una actividad de tolerancia cero basada en una investigación científica con un nombre sugerente, ‘la teoría de las ventanas rotas’.

 

CONTACTO: [email protected]

FUENTE: Enroque de ciencia

 

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