Amistades IV (por Ángela Ortiz Andrade)
Los domingos Cris se permitía la licencia de no activar la alarma en su teléfono, cuando despertó a su lado no había nadie. Como cada domingo Álex se iba temprano en bicicleta con sus amigos. Estuvo remoloneando en la cama desperezándose de un lado a otro, separando y estirando los dedos de los pies y curioseando el móvil, después de un buen rato comenzó a pensar en la relación con su chico, Álex era un tío raro y en estos años de casados pudo comprobarlo unas veces de manera sorprendente y otras dolorosa: los días que no estaba fuera del pueblo supervisando alguna faena, los dedicaba a trabajar en la oficina y en sus horas libres se pasaba todo el tiempo haciendo largos en la piscina o montando en bici con sus amigos, después reponían fuerzas tomando unas cervezas, nunca la llamaba para interesarse por ella y se enfadaba muchísimo si era ella la que lo hacía diciendo que no soportaba que lo controlara. Normalmente cuando regresaba se la encontraba dormida porque ya era muy tarde, a veces incluso ni siquiera se acostaba a su lado en la cama y pasaba las noches en el sofá, coincidían en pocos momentos del día y siempre era por voluntad de él; salvo si quedaban con los amigos en común para comer o asistir a algún lugar, entonces ambos se preparaban como si tuvieran un evento importante y aparecían ante los demás como la pareja perfecta, pura fachada.
Hacía un día espléndido, así que se puso una camiseta y bajó al jardín a arreglar las plantas, así aprovecharía para tomar el sol, el día anterior había dejado toda la casa limpia y reluciente; más tarde se dio un baño y llamó a las chicas para salir con ellas a comer, no estaba dispuesta a quedarse en casa, por muy a gusto que se encontrara en ella.
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Cris y Álex eran novios desde muy jovencitos, ella estaba muy enamorada de él, pero él nunca llegó a plantearse si lo que sentía por ella era amor de verdad. Fue Cris la que se esforzó por que las cosas funcionaran entre los dos, Álex se preguntaba a menudo que cuándo le habían implantado el chip de la perfecta ama de casa, porque el único afán que tenía era el de montar junto a él un hogar; en cuanto acabó la carrera y comenzó a trabajar como maestra formalizó la hipoteca del dúplex donde vivirían, lo decoró a su antojo, opinaba satisfecha que le había quedado digno de revista, incluso fue ella sola a escoger la fecha de la boda, él tan solo aportaba el dinero que ella le pedía para los asuntos de la casa o de la boda y daba su consentimiento cuando así se lo requerían, es decir, simplemente se dejó llevar. Estaba muy cómodo en un segundo plano en el que no tenía que hacer ningún esfuerzo, al contrario, su chica lo hacía todo por él bajo su particular criterio, Cris estaba feliz dándole forma a su proyecto de futuro en común y mientras él podía dedicarse a lo que más le gustaba: el deporte, sus amigos y estar hecho un pincel; su vida era placentera, sin responsabilidades más allá de las que le pedía el trabajo y verdaderamente él así estaba a sus anchas. Pero llegó un momento en su vida en el que tuvo que pensar detenidamente si la relación que había tenido hasta ahora era lo suficientemente sólida como para mantenerla en pie o en realidad era todo como un montón de mentiras metido dentro de una caja envuelta en un papel bonito y brillante:
Álex viajaba mucho, tenía que supervisar las obras que acometía la empresa de electricidad a la que pertenecía y en uno de esos viajes conoció a la mujer más atractiva que nunca había visto. El pueblo donde estaba trabajando era muy pequeño, así que no tuvo problemas para poder saberlo todo sobre Clara, un día la abordó inventando una escusa tonta para charlar con ella, que quedó prendada de ese chico tan guapo que la miraba como nunca antes otro hombre la había mirado; entablaron una relación cada vez más seria. Después de unos meses las faenas que lo llevaron allí habían terminado, pero él cada vez que salía hacia otro lugar aprovechaba para pasar un día o dos con ella en el pueblo, por lo que cada viaje de Álex duraba más de la cuenta. Era cariñoso y muy atento con Clara, se le notaba que estaba muy feliz a su lado, sentían que lo que había entre ambos era amor de verdad y eso para ella era suficiente “me planteé que lo que quería era un hombre que prefiriera estar conmigo por encima de todo y lo he conseguido, no puedo pedir más”, se decía.
Un sábado por la tarde sonó el móvil que tenía Álex exclusivamente para el trabajo, era también el número de contacto al que Clara llamaba cuando quería hablar con su chico. Lo cogió Cris de mala gana y fue a acercárselo hasta la cocina -“Toma, no para de sonar, los pesados de la empresa no te dejan tranquilo ni los fines de semana” Cuando Álex vio el número de Clara en la pantalla cortó de inmediato y le dijo que ya llamaría luego más tranquilo, el corazón le iba a mil. En cuanto se aseguró de que Cris estaba dormida salió al porche y devolvió la llamada, le anunció que estaba embarazada.
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En un italiano que se ubicaba en una de las plazas del centro del pueblo, Cris y Mar esperaban a su amiga a la que habían avisado una vez llegaron al restaurante, como vivía al lado, llegó en seguida. Les gustaba mucho sentarse a comer en esa plaza porque enfrente había un lugar donde daban clases de guitarra española y también practicaban los que ya sabían, así que estar allí era un lujo. Tere estaba especialmente contenta ese día y sus amigas lo notaban, además se la veía radiante. Durante el postre Cris le preguntó cómo lo llevaba con Jorge y entonces Tere comenzó a sonreír abanicándose con las manos –“Chicas, anoche por fin nos enrollamos, vamos que no me fui en toda la noche para mi cama”
Mar sintió una punzada en el pecho y una cierta sensación de desencanto, se preguntó a sí misma extrañada si lo que sentía eran celos.
Ángela Ortiz Andrade

































Manuel | Sábado, 14 de Noviembre de 2020 a las 17:58:35 horas
Gracias Ángela
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