Desayunaba en un bar de la Gran Vía cuando escuchó  que la previsión económica del FMI para España era la peor desde la Guerra Civil; al salir intuía ya que el destino de mucha de aquella gente con que se cruzaba dependería más de la capacidad de su empresa, de la de sus ahorros, de la del Gobierno de su nación que de su fuerza de voluntad para conseguir salir adelante. Incluso, en su caso, gracias a una holgada economía de orígenes acaudalados que lo había librado de mil problemas que la vida le había planteado, también su destino dependería más de la capacidad de una herencia millonaria, forjada hacía más de un siglo por ancestros que habían soportado estoicamente acusaciones de acaparadores para que él disfrutara cien años después de aquella sensación de seguridad ,que de su desentrenada voluntad.

Como hombre agradecido, consciente del valor de la amistad, dedicaba a sus amigos odas que decían trataban de amor: "Qué noble amigo eres mi dinero que me mantienes comido y bien servido aún no siendo yo el más inteligente de la Gran Vía, aunque sí, el más rico de todo Madrid".

Luis Cabaneiro Santomé