Bonnie and Clyde (por Luis Cabaneiro Santomé)
Una día normal de fin de mes puede transformarse inesperadamente en una forzosa aventura para tres: "Salía de compras al hiper, traía comida para tres días pero el niño por el camino se cobra los atrasos y se zampa dos. Óptica a las 11 a.m, trato al óptico como a un señor y él a mí también: gafas de ver para el niño con montura de Cartier y detalles de Swarovski; el precio disparado, me concede la licencia de preguntar al óptico si los cristales de Swarovski son progresivos y ahí es cuando el óptico empieza a desconfiar de si el señor tendrá cash.
Después de la aventura comercial, el coche arranca regular, si no, a clase andando pero con cinco suspensos para que mejore papi de su dejadez, ayer me trataba como a un rey y hoy reclama encendido recargarme el móvil con cinco cuando la app pone claramente: no con menos de diez.
Día 30, al final también peta el coche; tanto baile en la cuerda floja presagiaba fiesta a lo Bonnie and Clyde, sin un clavo por España y a lo loco con mi hijo y mi mujer. ¡Familia, sale el autobús a las tres! ¡Papi, papi! ¿Llevo el flotador?. ¡Madre mía! No hijo, apaga la luz al salir. ¡No hay papi!".
Luis Cabaneiro Santomé

































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