Diario del año del coronavirus
Me voy a un kibutz
Balsa Cirrito
No sé si saben lo que son los kibutz y los moshav. Imagino que la mayoría sí, pero no estaría de más recordarlo. Se trata de una especie de comunas, generalmente de explotación agrícola, creadas en Israel. En mi opinión, quizás sean las dos únicas experiencias exitosas de algo que se parece al comunismo. Para no confundirnos demasiado, añadiré que buena parte de los políticos de Israel han nacido en kibutz, y que, pese a ello, con mucha frecuencia son políticos de derechas. En realidad, pese a que la concepción nos pueda sonar a nosotros muy izquierdista (e ideológicamente así es), no resulta extraño que en muchas circunstancias los políticos de la derecha israelí defiendan a los kibutz más que la izquierda israelí. Aunque esa es una historia que ahora no hace al caso.
El caso es que el Coronavirus ha desatado el mundo en todos los sentidos. Durante muchos años, cuando leía la sección nacional de los periódicos me daban vahídos de cólera, tristeza e incluso vergüenza, por lo que me refugiaba en las páginas de información internacional. Ahora internacional resulta casi peor. Tenemos la sensación algo distópica de fin de la historia, de serie televisiva de zombis, de asteroide listo para chocar contra el planeta, que impulsa a mucha gente a actuar sin demora. Hay bastante de sálvese quién pueda, de a tomar por saco todo, de f*****, f*****, que el mundo se va a acabar... Todo se acelera. Si nos fijamos, los periodos de la historia cada vez son más cortos. La prehistoria duró que ni se sabe. El mundo antiguo cosa de 3500 años. La Edad Media 1000. Como tres siglos para la Edad Moderna. Y la Edad Contemporánea, que contra lo que dice el nombre, ya terminó, aguantó unos 160 años. Desde entonces algunos distinguen la Edad Atómica, (que empieza en Hiroshima), la Edad Espacial (que comienza con el Apolo que se posó en la Luna), y la actual, llamada Edad Tecnológica. Como se ve, tres eras en 75 años. Pas mal, que dicen los franceses.
Pero con el Coronavirus, ese frenesí se ha hecho todavía más frenético. Yo diría que vamos camino de agotar una era cada dos o tres semanas (desde luego, los estudiantes de historia del futuro lo van a tener chungo). Pues bien, tanta agitación me tiene loco. Y de ahí lo del kibutz.
Juro por el profeta Isaías que me gustaría vivir en un kibutz. Una pequeña comunidad. Una comunidad agrícola y pequeñoganadera. Encerrada en sí misma. Ajena al mundo hasta donde fuera posible. Vida sencilla. En un soleado valle. En contacto con la naturaleza. Viendo crecer las uvas en las cepas y las brevas en las higueras. Sin periódicos. Sin telediarios. Sin Netflix (que, además, los cabritos, no pagan impuestos en España, que manda narices). Cada cual acompañado de su alma y de la tierra. Dios allá en lo alto... ¿No es una idea agradable? Quiero ir a un kibutz...
(Eso sí, si el Cádiz sube a primera me lo decís por whatssapp, porque sería muy fuerte que no me enterara, ¿sabes?)
Roteño | Miércoles, 24 de Junio de 2020 a las 14:51:59 horas
Mejor a ese patio que tienes y no lo sabías
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