Africanus. El hijo del Cónsul (por Manuel García Mata)
Acabo de terminar la lectura de “Africanus. El Hijo del Cónsul” de Santiago Posteguillo. Acerca del autor me habían llegado noticias de su calidad, a través de gente conocida que ensalzaban su manera de escribir. Santiago Posteguillo tiene el mérito de destacar en un campo donde no abundan en nuestro país las obras excepcionales: la novela histórica, y mucho menos en la época antigua, en la que se suelen situar sus trabajos.
Don Benito Pérez Galdós y Almudena Grandes serían dos excelentes ejemplos, si bien sus obras se desarrollan épocas próximas a sus autores. Con una perspectiva mucho más lejana, más apropiada a la idea del género, se encontrarían las novelas de Francisco Navarro Villoslada, escritor carlista del XIX, con obras como “Amaya o los Vascos en el siglo VIII”, “Doña Urraca de Castilla” o “Doña Blanca de Navarra”, como obras más señaladas; otra más actuales como “Olvidado Rey Gudú” de Ana María Matute o “Historia del Rey Transparente”, dos novelas deliciosas, o “El Hereje “ de Miguel Delibes, las obras de Ildefonso Falcones, “La Catedral del Mar” y otras, de Arturo Pérez-Reverte, “Cabo Trafalgar”, “Un Día de Cólera” o la serie de “Alatriste”, que el autor no ha tenido aún la vergüenza de terminar, comenzada en 1996 y en 2011 la última entrega hasta ahora, o Juan Eslava Galán, y los más recientes, Agustín, Tejeda, José Manuel Aparicio y el mismo Santiago Posteguillo.
Leer “Africanus” nos recuerda por su temática, por su amenidad y por su seriedad a “Alexandros”, la saga de novelas de Valerio Manfredi sobre Alejandro Magno. También se pueden encontrar ciertas semejanzas con Marcos Chicot y Antonio Cabanas en que el profundo conocimiento del mundo que tratan, hacen recaer excesivo peso de estos datos en el relato, a veces de forma exagerada e innecesaria, cargándolo de detalles que desvían en parte el interés. Aunque es preciso señalar que el mayor rigor científico, el más amplio conocimiento de las fuentes y el escrupuloso respeto con los hechos históricos sobresalen la obra de Posteguillo muy por encima de los otros citados.
En cuanto al relato, sencillo y ameno, con un lenguaje fácil y comprensible, nos remite a la historia de los primeros pasos del brillantísimo general de la república romana, Publio Cornelio Escipión, de su familia y de su mundo, presentado, con razón, como una persona capaz, inteligente, preparada, decidida y sensible; con un personaje antagonista, ejemplo de manipulación, insidias y traiciones, el senador Quinto Fabio Máximo. Ambientada la acción en la Segunda Guerra Púnica, Aníbal, muy respetado por el autor, se presenta como realmente fue, un genio militar con las ideas muy claras. Si Roma, con todo lo que significaba, con el senado en especial, es parte fundamental de la novela, un sencillo autor de obras de teatro, Tito Macio Plauto, posteriormente reconocida su calidad literaria, es el alma de una línea colateral de la trama que ahonda en el mundo de las representaciones teatrales en particular, relacionándose también con la familia Escipión.
Sería imperdonable olvidar los fantásticos relatos que de las batallas entre romanos y cartagineses con que nos deleita Posteguillo. Como en cualquier obra seria sobre la época clásica las referencias a los dioses, los propios y los de los rivales, son objeto del máximo respeto. El único hándicap de la novela, como de todas las del género, es que ya conoces el desenlace.
Como conclusión, novela muy recomendable de un buen escritor, que no dejará defraudada a la persona que se anime a su lectura.
Manuel García Mata
Rebelderota | Lunes, 29 de Junio de 2020 a las 11:08:48 horas
Para infumables los bodrios de los autores falangistas. Anda que no son dogmáticos ni ná.
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