Diario del año del coronavirus
Coronavirus contra chándal
Balsa Cirrito
Vamos a hablar en serio. Uno de los males laterales del Coronavirus y el correspondiente confinamiento ha sido la masificación. Y por masificación entiendo sobre todo la formación de rollos de masa no horneable en los contornos de la contextura humana de nuestro país. Dicho de otra manera: estamos más gordos. (En realidad, debería decir estáis más gordos, pero la delicadeza me lo impide).
Por supuesto, esta sí que era una situación previsible. Gente metida en su casa. Ejercicio nulo. Aburrimiento que lleva a abrir la nevera como si fuera un videojuego (no sé, quizás algunas personas esperaban que el tarro de mermelada se moviera solo o que el foie gras La Piara fuera devorado por los aguacates). Y, para colmo, se pone de moda hacer pan casero, hasta el punto que el producto más escaso llega a ser no el papel higiénico como se dijo, sino la levadura panadera.
Bien, esto por un lado. Por otro tenemos el chandalismo. Como he dicho en infinitas ocasiones, pocas cosas hay más nocivas para la dignidad humana que llevar chándal (con la única excepción quizás, de los zapatos amarillos fosforito o los pantalones vaqueros con fondillo). Por eso, lo repito: los chándales no le quedan bien prácticamente a nadie. El noventa por ciento de la población, cuando lleva chándal, parece una sobrasada mal embutida. En el mejor de los casos, una salchicha Frankfurt rellena de queso a la que se le escapa el queso.
Este año, para mayor desgracia, parece ser que la moda chandálica – ya horrible de por sí - ha empeorado aún más, con unos chándales femeninos que añaden transparencias en la zona de los muslos o en las pantorrillas. Nadie en el mundo está más a favor de las transparencias que yo, señoras y señores del jurado, pero, ¿en los chándales? ¿En las pantorrillas? ¿Hasta dónde vamos a llegar? ¿En esto ha terminado la antigua elegancia española, patria de Balenciaga, Pertegaz y Adolfo Domínguez? ¿Es culpa de Cristiano Ronaldo?
Por supuesto, la mezcla de gente pasada de peso y chándal está resultando mortífera para el paisaje urbano. Por ello, digo yo, ya que hay tanto personal que comete el desatino (sí, sí, desatino) de ponerse chándal, por lo menos podía esperar a adelgazar, a cumplir la operación biquini o el proyecto gayumbos, para, aunque solo fuera eso, respetar la dignidad humana, la Constitución Española y la Convención de Ginebra.
Y otro día sigo hablando del calzado deportivo, que hoy he terminado poniéndome triste, y ese es otro asunto doloroso.
Hermes | Martes, 09 de Junio de 2020 a las 22:55:53 horas
Vaya patochada. Si no le gusta, no mire. Pero pa escribir esto, mejor nada. Aquí se viene llorado, hijo
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